En agosto, las ventas minoristas en Estados Unidos crecieron un 0,6% respecto a julio, el doble de lo que habían previsto los economistas, según datos del Departamento de Comercio del gobierno norteamericano. Los medios celebraron el dato como señal de fortaleza del consumidor estadounidense. ¡Bravo, hurra! Parece que las cosas van bien, ¿verdad?
Sin embargo, un análisis de Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics, desmonta esa lectura:
- El 10% más rico concentra ya el 49,2% del gasto en consumo, el máximo histórico
- Hace 30 años, ese mismo grupo representaba solo un tercio del consumo.
- Dentro de ese 10%, el 3,3% más rico concentra por sí solo una cuarta parte (25%) del gasto total. Brutal.
La explicación podría estar en el llamado “efecto riqueza”:
- El mercado bursátil y la vivienda han subido con fuerza (los precios de la vivienda han crecido un 60% desde la pandemia, llegando al 70-90% en algunas zonas).
- Los ricos se sienten más seguros y gastan más, incluso pidiendo prestado contra sus activos.
- Además, no sufren los efectos de los tipos de interés altos: tienen hipotecas baratas tomadas durante la pandemia (2,5%-3,5%), poca deuda y ningún problema con tarjetas o préstamos de coche.
El resultado es una economía dependiente de unos pocos: Si los mercados corrigen y los ricos frenan el gasto, toda la economía puede resentirse. Es así porque para la mayoría (clases medias y bajas), el consumo real no crece, lo que explica el malestar social y la fractura política. Lo que en realidad pasa es que en los últimos cuatro años el 80% de la población ha aumentado su gasto un 25%, prácticamente lo mismo que la inflación. El 10% superior ha aumentado su gasto un 60%.
La paradoja amigüe del «No lo veas» es clara: estamos ante un caso evidente de medias mal interpretadas. Si hay dos pollos a last y dos personas y la estadística dice que cada una se ha comido un pollo…no tiene por qué ser así. Porque en la vida real puede que uno se haya comido los dos y el otro ninguno. Eso es lo que pasa en Estados Unidos. Los datos oficiales nos dicen que la economía resiste, mientras la realidad social muestra que Estados Unidos se convierte cada vez más en un salvaje oeste económico. Estados Unidos vive en una economía bifurcada.
Parece que ahí fabrican superricos, sí. Pero, pero, pero… aunque una minoría de hogares adinerados impulsa el crecimiento y sostiene las cifras oficiales, la mayoría se limita a “sobrevivir”. Cada vez son menos los que disfrutan del crecimiento. Y ahí está la amenaza: una economía dependiente de unos pocos es una economía frágil. Y una sociedad donde la mayoría queda fuera es una sociedad al borde de la fractura.
Ojalá los titulares hablaran también de eso, porque celebrar estos datos sin matices es celebrar un espejismo. Cuidado con quién votas, porque soluciones simples a problemas complejos parece que es igual a más desigualdad. Una desigualdad que no se soluciona de la noche a la mañana con cuatro tweets llenos de falsedades.
Sobre la firma
Pablo Foncillas
Columnista de la sección Economía
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