Pasa lo que pasa siempre: lo extraordinario, pasado por el tamiz del tiempo, pierde su condición y la cotidianeidad lo hace costumbre, parte de la realidad. Por eso, según el ejemplo que alguna vez puso el inigualable Alejandro Dolina, los habitantes de Iguazú no se impactan cada vez que ven las Cataratas. Pues claro, en Boca está pasando lo mismo con la ausencia de Miguel Ángel Russo. Por supuesto que continúa la preocupación por su estado de salud y todos ansían que mejore y que vuelva al día a día del Boca Predio. Pero van más de 10 días ya desde la última vez que estuvo en un entrenamiento, y esa situación va siendo, cada día, parte de lo esperable. Entonces, ver a Claudio Úbeda a cargo del equipo pasó a ser parte de lo cotidiano, y el Sifón, así, va camino a ser el entrenador principal por segundo partido consecutivo. Y vaya a saber en cuántos más lo será…
Eso no significa, sin embargo, que sea un escenario consolidado. Es, más bien, todo lo contrario, toda vez que la situación de Russo continúa en el mismo status quo, en un gris en el que ni vuelve a entrenar ni deja de hacerlo, con los vaivenes de su salud que son el eje central de la inestabilidad que hoy vive el club.
El problema, aquí, es que Úbeda es una cosa como ayudante principal de Miguel, y otra muy distinta como head coach, más en un club como Boca que expone, exige y demanda quizá como ningún otro. La carrera del Sifón como entrenador es un tanto ecléctica: Huracán, Independiente Rivadavia, Boca Unidos, Magallanes (Chile), Racing (interino, dos ciclos) y la Selección Sub 20.
Demasiado grande el salto para un Úbeda que tiene un perfil más como asistente técnico (lo que no implica un demérito, simplemente es otra función, también de enorme importancia en la estructura de un cuerpo técnico) y que como DT principal estuvo lejos de un escenario parecido al de dirigir a un club como Boca, más allá de sus experiencias breves en Racing (como interino) y Huracán. Con un desempeño general que llama la atención: en ningún equipo tuvo resultado positivo en su gestión…
Úbeda en Boca
Ya en su primer partido, frente a Defensa y Justicia, su gestión quedó en deuda, no sólo por la derrota en sí, sino porque no pareció hacer una lectura correcta del juego. Con el partido 0-0, su reacción para buscar el triunfo fue sacar un delantero (Merentiel) para que ingresara un mediocampista (Herrera), al mismo tiempo que salió un mediocampista ofensivo (Velasco) para darle lugar a otro volante central (Alarcón), por lo que Boca quedó con cuatro números cinco en la mitad de la cancha, dado que ni Paredes ni Battaglia salieron.
Para colmo, el primer gol de Defensa llegó minutos después, con Boca en esa configuración del mediocampo, que recién corrigió instantes posteriores al 0-1 con el ingreso de un extremo (Janson) por uno de los cincos (Battaglia). Y el partido lo perdió igual sobre el cierre…
Aunque Russo gerencie el trabajo de Úbeda a distancia, no son cambios que hubiera hecho Miguelo de haber estado presente. Más, Úbeda venía señalado en el partido contra Central Córdoba, con un Russo al que se lo vio lento de reacción, sin que sus ayudantes (Juvenal Rodríguez tampoco aportó) le dieran al plantel las respuestas que necesitaba ante los cambios de Omar De Felippe que le permitieron empatar un partido que parecía perdido. De hecho, Boca hizo una sola modificación de las cinco permitidas.
El paso al frente y la palabra de Román
Así las cosas, Úbeda debe dar un paso al frente porque Boca no puede seguir dando ventajas en este aspecto. No será fácil, Román ni lo nombró en su nota con El Canal de Boca, y su posición asoma más parecida a los interinatos de Herrón, o a los inicios titubeantes de Battaglia e Ibarra…
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