Fue un sábado, una de esas jornadas que están marcadas desde que sale el sol como un día distinto. Ya había vuelto al fútbol argentino Diego Armando Maradona un par de años antes, cuando jugó ese puñado de partidos con la camiseta de Newell’s. Pero ese 7 de octubre de 1995 la historia daba un paso más jugando oficialmente su primer partido en Boca luego de 14 años, en una Bombonera que -sin embargo- terminaría delirando con el grito de un héroe insospechado un par de horas antes: el goleador Darío Scotto.
«Entré faltando unos 20 minutos, por Manteca (Martínez). Y entré con bronca, porque Silvio (Marzolini, el DT de aquel equipo) me había dicho que iba a jugar yo y al final jugó Caniggia. Tenía rabia desde el jueves, que ya no me puso en la práctica, así que entré a jugar mi partido», recuerda a la distancia en su charla con Olé Scotto, casi como si mantuviera el pulso de aquel día.
Boca Juniors –
El gol de Scotto en la vuelta de Maradona
El goleador convirtió el gol del 1-0 ante Colón de Santa Fe en 1995.
La tarde había comenzado mucho antes de que se pusieran en juego los tres puntos clave para un Boca que ya había cedido terreno en un torneo comenzado un par de meses antes. Era, sin dudas, un día de fiesta. Que la gente esperó y soñó por años y que -al hacerse realidad- celebró independientemente de lo que pasara en la cancha, donde el equipo recibía a Colón de Santa Fe.
Fabián Carrizo, Diego Soñora, Carlos Navarro Montoya, Fernando Gamboa, Néstor Fabbri y Diego. Abajo: Claudio Paul Caniggia, Julio César Saldaña, Sergio Daniel Martínez, Kily González y Carlos Javier Mac Allister. Los 11 de Boca el día que volvió Maradona. Scotto, el goleador, entró en el minuto 62 por el delantero uruguayo.
«Desde la concentración en el Hindú Club se vivió un clima distinto. Mucha gente, que nos acompañó durante todo el camino, al llegar a la cancha. Y el clima de ese partido, único. Yo a la cancha fui y voy mucho, y te aseguro que se veía desde adentro que ese día estuvo como nunca: no cabía un alma, había gente en las escaleras, por todos lados. Jamás la vi así, era la vuelta del más grande, el Dios para todos nosotros…» se emociona el ex delantero, en una mezcla del testigo privilegiado que fue y el hincha que se mantiene vivo dentro suyo.
El momento de la pelea entre Diego y Huevo Toresani.
«Ese día no ganamos nada»
«Fue una fiesta inigualable, no una final, porque eran tres puntos y nada más, no ganamos nada ese día», se sincera, antes de ratificar un detalle que el propio Diego más de una vez marcó como una de las claves de ese partido. «Le encantaba todo eso, el show. Llegando al estadio el micro se encendió y él estaba feliz. Y cuando salimos a la cancha estaba enfocado, concentrado para ya salir a jugar y de golpe lo de las nenas (Dalma y Giannina salieron de una caja sorpresa en la mitad de la cancha, tras la bienvenida al equipo), lo golpeó. Fue una emoción fuerte, se le cayó el mundo abajo». Un detalle que marcaría el pulso de un partido lleno de nervios.
El desahogo de Maradona tras el gol de Scotto.
Segurola y La Habana
Claro, en el recuerdo quedó aquella escena del cruce entre el 10 y Julio César Toresani (unos años después compañeros en Boca), con la patentada arenga a la pelea de Diego invitándolo a pelear al Huevo en «Segurola y La Habana. Segurola 4310, séptimo piso». «La verdad es que eso lo vi de lejos, desde el banco no significó mucho en el momento. Pero sí, el partido fue caliente. Y yo sólo pensaba en entrar y hacer lo mío»; insiste Scotto, con evidentes ganas de revivir el momento.
Diego en la previa, justo antes de la sorpresa de sus hijas apareciendo en una caja.
El recuerdo del gol célebre
«Cuando entré no había rencor, había que ganar. Encima me comí un codazo enseguida y quedé sangrando. La verdad es que era un partido cerrado, pero estábamos empujando. Y tuve la suerte de ponerle la cabeza a un centro del Kily (González) y con ese gol ganamos el partido cerca del final«, se enciende, recordando ya con detalles una de las jugadas que más lo marcó.
«No sé si fue mi gol más importante, pero sí que significó mucho. Me dejó, por ejemplo, en la historia para siempre. Pensá que me están llamando por esa jugada… y pasaron 30 años», analiza, antes de dar una respuesta clave sobre la dimensión de los hechos a la distancia.
Lo que le faltó a ese Boca
-¿Valió como un campeonato esa experiencia de jugar con Diego, de vivir esa etapa desde adentro?
-No, ni loco. No me perdoné nunca haber perdido ese campeonato. Para mí hubiese sido fantástico, encima hubiera sido campeón y goleador. Yo no me lo perdoné nunca. ¿Qué nos pasó? Nada raro, no tuvimos esa suerte de campeón que tenés que tener. El empate con Central, el penal que no nos cobran. En cancha de River también, merecimos más. Y el partido con Racing, increíble…
Contundente, así de certero y con la frialdad de un goleador que antes tenía el arco entre ceja y ceja y que, según se desprende de sus recuerdos, su fuego interior lo mantiene firme en la convicción de no romantizar lo que no fue. Y a ese Boca, con esa fiesta a cuestas, le faltó coronar. Eso sí, antes de despedirse Scotto deja una anécdota más que ilustra cómo se vivió toda esa experiencia.
«En el partido con Racing, que arrancamos 0-3, nos fuimos al vestuario a un gol de distancia y -justo antes- conmigo jugando de 5 Chiche (Soñora) se perdió el empate. Te juro que lo que viví en ese vestuario en el entretiempo no lo sentí nunca. Desde el vestuario se escuchaba, se sentía a la gente gritar como nunca. Después salimos a la cancha y Capria metió el cuarto desde lejos, y ya quedamos lejos…«, se lamenta.
-¿Sentís que salvaste esa vuelta de Diego a Boca?
-¿Salvarlo? No, para nada. El equipo en todo caso. Yo puse la cabeza, hice el gol, nada más.
Y nada menos.
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