La recepción dada por los nativos a los españoles crea, en los recién llegados, una inmediata sensación de superioridad. Como naturalista que observa una nueva especie, los españoles creyeron ver en los indios una suerte de animal evolucionado, pero muy lejos del “civilizado” hombre europeo.
Quizás la certificación más grande que los españoles tendrán de esta observación será la reacción de los nativos a la hora de intercambiar objetos. Como es bien sabido, los españoles les entregaron en un principio espejuelos, pero no tardarán en cederle a los sorprendidos indios piezas tan inverosímiles como platos y tazas rotas.
El mismo Cristóbal Colón escribirá en su diario varias anotaciones que dan cuenta de su “sorpresa” ante tanta generosidad indígena.
El 12/10/1492 anota: “Les di (…) otras cosas muchas de poco valor, con que hobieron mucho placer”. Al día siguiente escribe: “Mas todo lo que tienen lo dan por cualquier cosa que les den; que fasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataba”.
El lingüista e historiador Tzvetan Todorov cita también en su libro La conquista de América. El problema del otro, fragmentos del Diario en donde el Almirante señala sorprendido: “Son (…) sin codicia de lo ajeno”; “Son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creerá sino el que lo viese”; y una más:
“Y no se diga porque lo que daban valía poco, porque eso lo daban liberalmente, porque lo mismo hacían, y tan liberalmente, los que daban pedazos de oro como los que daban la calabaza de agua; y fácil cosa es de conognoscer cuando se da una cosa con muy deseoso corazón de dar”.
El historiador Todorov señala que Colón descubrió América, pero no a los americanos. / Foto: iStock.
Todorov señala que estas observaciones nos dicen más de Colón que de los nativos.
La visión europea
¿Y qué es lo que nos dice del Almirante? Que no entendió que para los nativos se trataba de un sistema completamente diferente de intercambio y no de la ausencia de un sistema. ¿Qué podía importarle a los nativos aquellos objetos dorados que sus artesanos labraban con habilidad, para obtener en cambio piezas que jamás habían visto?
La visión europea impone su tan categórica como errada conclusión: el nativo era, en el mejor de los casos, un ingenuo bondadoso.
Una impresión similar les despierta a los descubridores cuando se trata de calificar a los nativos en su desnudez.
Para Colón y sus hombres, la misma es un rasgo de ingenua impudicia, como debe ser propia de seres incivilizados.
Demás está decir que los españoles, “superiores” en todos los aspectos, se apropiaron de las mujeres que más les gustaron y se aprovecharon de ellas por la fuerza. Pero lejos de identificar la resistencia a las violaciones -las crónicas dan numerosos casos- como una indeclinable dignidad, los civilizadores vieron en ello un síntoma más del salvajismo con el que los identificaron tempranamente.
Colón utilizó sus conocimientos de astronomía para atemorizar a los nativos. / Foto: iStock.
Paradojas del descubrimiento, otra vez tiene razón Todorov al señalar que Colón descubrió América, pero no a los americanos.
Por otra parte, hay indicios concretos de que Colón tuvo dificultades para obtener todo lo que deseaba de los nativos, lo que habla de que estos últimos también tenían sus límites definidos.
Concluido el intercambio, manifestaron resistencia a seguir proveyendo al Almirante de comida gratis. Colón debió apelar a la amenaza impiadosa para lograr su objetivo.
Estando varado en la costa de Jamaica, amenazó a los nativos de que si no les traían alimentos… ¡les robaría la Luna!
Conocedor experimentado de los signos de la naturaleza y la astronomía, estaba al tanto de un inminente eclipse lunar y apeló a ello para proferir su ultimátum. Efectivamente, la noche del 29 de febrero de 1494 los aterrados indios vieron el fenómeno. Desde entonces volvieron a satisfacer a Colón en sus pretensiones.
EM
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Sobre la firma
Felipe Pigna
Historiador y autor argentino.
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