Washington, comando de campaña de Milei y la desconfianza de Macri

La alineación de los planetas fue impensada. La guerra comercial que Donald Trump le declaró a China a semejanza de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética con un mundo transformado en un gigantesco TEG en el que cada uno desplegaba a sus aliados en el mapa y la importancia de América del Sur; los recursos naturales de la Argentina como litio, uranio, minerales raros y vastas tierras con climas fríos y agua, un gran negocio para los inversionistas norteamericanos, muchos de los cuales operan bonos en Buenos Aires; y el fanatismo ideológico de Javier Milei por el trumpismo. Un coctail que provocó que la Casa Blanca transformara al libertario en un socio minoritario de su gran objetivo global.

Este martes, a dos semanas de la elección, la Casa Blanca será escenario de un nuevo respaldo de Trump cuando reciba a Milei. Se esperan más anuncios que ratifiquen esa sociedad.

Es el segundo intento de salvataje de Trump. En su primer mandato se alineó a la advertencia de Henry Kissinger sobre la idea de que “se viene el comunismo”, para facilitar el stand by de US$ 50 mil millones del Fondo Monetario a Mauricio Macri en el 2018. Cuando Milei asumió, China ya aportaba el 35% del crecimiento del PBI mundial, y Estados Unidos el 27%. En términos trumpistas, el comunismo estaba ganando.

Aquél rescate de Washington al gobierno de Cambiemos fracasó y marcó el regreso del kirchnerismo al poder. Ahora, en su segundo mandato, Trump conserva la misma premisa anti china pero perfeccionó el esquema de ayuda a la Argentina. Anunció un swap -y no dinero de libre disponibilidad del FMI- de US$ 20 mil millones respaldado por el Tesoro norteamericano, la posibilidad de compra de bonos y millonarias inversiones como los US$ 25 mil millones para instalar un centro de datos de IA en la Patagonia.

Pero el dato que sobresale es que Washington trajo indicaciones políticas concretas sobre qué debe hacer Milei el 27 de octubre, un día después de las elecciones.

El asesor de Trump enviado a la Argentina Barry Bennett, en su fugaz paso por Buenos Aires, dejó sentado que tiene claro cómo es el mapa político argentino, pero también quienes son los posibles aliados del Gobierno que, por el destrato del propio Milei, se pintaron la cara y pasaron a engrosar las filas de la oposición.

Barry Bennett, estratega de Donald Trump, con Santiago Caputo.

Un diputado macrista recuerda cuál fue el punto de inflexión en la relación de la Casa Rosada con un sector del PRO, del radicalismo y del interbloque que conduce Miguel Pichetto, quienes hasta ese momento habían acompañado al Ejecutivo. A fines del 2024, el ahora apuntado por un escándalo narco José Luis Espert, como presidente de la comisión del Presupuesto, desplegó un show con reuniones y negociaciones que ocultaban la real intención de no aprobar el Presupuesto 2025. A partir de ese día, cuando levantó el debate, los diputados opositores dialoguistas dejaron de serlo, y los gobernadores ingresaron en un debate interno que culminó con la creación del frente electoral Provincias Unidas, tres meses antes de la elección de octubre.

Como una suerte de mensajero del gobierno de Trump, Bennett, al igual que lo había deslizado Scott Bessent, advirtió de manera cordial que la mega ayuda de Estados Unidos está supeditada a que el Gobierno de Milei cumpla dos requisitos políticos: 1) ganar la elección de octubre y obtener la cantidad necesaria de diputados -86-, o de senadores -25-, para evitar un juicio político, 2) asegurar para después de la elección una mayoría en Diputados y en el Senado para llevar adelante una serie de reformas. Todos descuentan que La Libertad Avanza quedará bastante lejos de la mayoría en ambas cámaras luego de los comicios.

En la vereda de enfrente, en el peronismo, creen que todo el entramado Trump-Milei se traducirá el días después de la elección a una flotación libre del dólar -devaluación-, y garantizarle a EE.UU. el acceso a uranio y minerales raros, y la base extra OTAN del Comando Sur en Tierra del Fuego. Pero no observan la necesidad de Milei de dar un giro político -tampoco consideran que lo haría, por su personalidad- porque no corre riesgo la gobernabilidad. Algunos reclaman para después de octubre un profundo debate en el PJ sobre el rol a adoptar. Ocurre que el kirchnerismo está atado a Cristina Kirchner que cumple una condena por corrupción, al último gobierno de Alberto Fernández y a Axel Kicillof. Les resulta imposible sumar más allá de sus seguidores duros.

A principios de mes, cuando Mauricio Macri se reencontró con Milei en Olivos después de un período de enfriamiento, se llevó más dudas que certezas de la nueva etapa que pregonaba el mileísimo sobre una mejor relación con los aliados. Un dato alimentó esa desconfianza: además de Guillermo Francos estaba Karina Milei y durante toda la conversación entre Macri y Milei, con críticas constructivas y el análisis de la nueva etapa post octubre, Karina no emitió ni una sola palabra. Pese a que es ella la que maneja y toma decisiones sobre la política del Gobierno e implementó la estrategia de cooptación del PRO junto a Santiago Caputo.

Javier Milei con Karina Milei y Virginia Gallardo en Corrientes.

Por eso el acercamiento Milei-Macri quedó en un vago acuerdo de intención con una agenda de reformas laboral, tributaria y en la coparticipación de las provincias. Ya no se reduce a posibles incorporaciones macristas en el Gobierno en las cuales, si se concretaran, podrían ocuparse dirigentes como Jorge Triaca o Guillermo Dietrich. Es más complejo.

No es casual que tras la intervención de Bessent en favor del Gobierno, Milei haya anunciado una reforma laboral y otra tributaria en un acto de campaña en una visita a la planta de Sidersa, cuando será Congreso el que deba aprobarla en un debate que debería esperar a diciembre, al recambio legislativo.

El planteo de Macri es muy similar al de Trump: asegurarse la gobernabilidad y construir un vínculo con los posibles aliados, aislando al kirchnerismo. ¿Ahora que se lo pide Estados Unidos, Milei dará un giro de 180 grados a su Gobierno?

Parece casi doméstica la resolución que tiene en sus manos el libertario, pero de alguna manera Milei deberá elegir entre Trump y Karina, ya que la actual secretaria General de la Presidencia maneja la política del Gobierno y, de haber un giro, quedaría relegada de su función, que además debería ser asumida por un nuevo actor, quizás dentro del gabinete -¿Francos?- O de algún extrapartidario. ¿Es consciente Javier Milei que la palabra que puede empezar a resonar después del 26 de octubre es gobernabilidad?