Dado el vínculo que los hermanos Gastón y Andrés Duprat junto a Mariano Cohn mantienen con el ambiente artístico no sorprendió el suceso de “Bellas Artes”, hace algunos meses. La serie ambientada en las cercanías de Madrid contó con Oscar Martínez en el rol central. Los Duprat y Cohn ya habían incursionado en una temática similar, que presenta una mirada sarcástica sobre aquel ambiente, abarcando instituciones y galeristas, artistas y críticos.
Y una de sus realizaciones más logradas fue “Mi obra maestra”, la película del 2018 que también se puede apreciar a través de las plataformas y donde luce una dupla imbatible: Luis Brandoni como artista, Guillermo Francella como su manager. Brandoni es Renzo Nervi: un artista plástico, bohemio, caprichoso y en bancarrota. Francella es Arturo, astuto, inescrupuloso.
Pero un aspecto saliente de la película es la exhibición de las obras de un notable artista argentino, Carlos Gorriarena (además de reflejar también a otros de sus contemporáneos). “Tenía que ser un pintor que hubiera brillado en los 80 porque el guion así lo pedía, pero además Gorriarena encarna ese tipo de obra”, explicó Andrés Duprat. “Cuando yo era joven los referentes eran ellos: Gorriarena, Yuyo Noé, Norberto Gómez, Miguel Briante, Alberto Laiseca. La película es también un homenaje a una forma de trabajo que ya no existe”.
Gorriarena ya era un referente alejado: había muerto en enero del 2007, a los 81 años, en el balneario de La Paloma, Uruguay. Definido estéticamente entre los “coloristas”, por su utilización intensa y magistral del color, también fue por mucho tiempo uno de los artistas de fuerte compromiso político –tuvo un paso por el PC- y de los que consideraban su obra como una herramienta de transformación social.
Sin embargo, el artista le había ganado al militante y la pasión creadora no se atenuó nunca. En una de sus últimas entrevistas comentaba que “hay algunos aspectos de la vida que son maravillosos, en tanto que hay otros que no lo son tanto. No sé si se puede decir que estoy enojado con el mundo. No pienso tampoco que, desde la pintura, se pueda cambiar el mundo. Eso se pensaba antes y no le hizo mucho bien al arte, en general. Eso no quiere decir que un artista no pueda tener su posición ideológica, su visión de las cosas”.
Gorriarena tuvo prestigiosos maestros en la Escuela de Bellas Artes como Lucio Fontana, Spilimbergo y Berni. Siguió sus estudios con el pintor Demetrio Urruchúa en el Taller de Arte Mural. Urruchúa era un anarquista a quien Gorriarena consideraba “un ejemplo de vida”. Cerca del final sentía que “critico mucho el poder, desde mi pintura y desde mi vida. Sigo siendo un poco anarco pero… ¿quién no tiene algún defecto? No estoy tranquilo si no me cuestiono cosas”.
La muestra que acaba de inaugurarse y se prolongará hasta enero en el Museo de Bellas Artes, con 25 de sus obras, celebra el centenario de su nacimiento y representa es un merecido reconocimiento.
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Luis Vinker
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