Por Mariana Dorado, gerente Senior de Marketing de la División de Soluciones para la Agricultura.
Hace más de 30 años trabajo en BASF, y con el tiempo mi vínculo con el campo se fue llenando de sentido, compromiso y, sobre todo, de amor. Hoy, ese amor por la agricultura es lo que me guía. Lidero un equipo de personas, muchas de las cuales transcurren sus días en el campo, conectadas con la tierra, los ciclos productivos y las comunidades rurales.
Es por eso que hoy, en el Día Internacional de la Mujer Rural, quiero reflexionar desde el lugar que ocupo en una compañía que ha asumido el compromiso de construir un entorno laboral más diverso, equitativo e inclusivo, no solo como política corporativa, sino como parte de su cultura y su forma de hacer negocios. Esta fecha, establecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2007, reconoce el rol esencial de las mujeres rurales en el desarrollo agrícola, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Y nos invita a visibilizar y valorar su aporte, muchas veces invisibilizado.
Las mujeres rurales de Argentina son pilares fundamentales de la producción agropecuaria, contribuyen al abastecimiento de alimentos, al cuidado del medio ambiente, a la economía local y a la transmisión de saberes ancestrales. Sin embargo, sus roles no han sido siempre valorados a lo largo de la historia, tanto en estadísticas, políticas públicas o medios de comunicación. Pero pese a ello, la industria del agro ha evolucionado, y con ella, también lo ha hecho el lugar de las mujeres. Según datos del INDEC, desde hace veinte años solo el 10% de los productores agropecuarios eran mujeres. Hoy ese número se ha al menos duplicado. Es un avance significativo, pero aún queda mucho por hacer.
Mariana Dorado, gerente Senior de Marketing de la División de Soluciones para la Agricultura.
Visibilizar la diversidad de mujeres rurales, campesinas, indígenas, jóvenes, adultas mayores, emprendedoras, técnicas, líderes comunitarias, es urgente. Porque los entornos diversos no solo enriquecen las organizaciones, sino que también reducen sesgos, amplían perspectivas y generan aprendizajes colectivos.
Se ha comenzado a incorporar la perspectiva de género en el concepto de “trabajo rural”, reconociendo no solo el trabajo productivo, sino también el trabajo de cuidados, la gestión comunitaria y la multifuncionalidad que caracteriza a muchas mujeres rurales.
En BASF, desde la División de Soluciones para la Agricultura, hemos sido testigos de esta transformación. El número de mujeres que forman parte de la actividad agropecuaria ha crecido, y aunque sigue siendo un terreno mayoritariamente masculino, vemos avances concretos en términos de inclusión y liderazgo femenino. Hoy, aproximadamente el 32% de las posiciones de liderazgo en BASF Agro en Latinoamérica son ocupadas por mujeres, y aspiramos llegar al 35%, en los próximos años.
Así como lo hizo la sociedad, BASF también se fue transformando e incorporando políticas y lineamientos para promover la diversidad, desde capacitaciones constantes sobre Inclusión, Diversidad y Equidad, licencias de maternidad extendidas, sistema híbrido de trabajo, lactario, entre otras políticas que nos permiten pasar de hablar de inclusión como un valor deseable a gestionarla como una capacidad organizacional y vivirla en el día a día, siendo consistentes entre lo que promovemos y lo que hacemos.
Es por eso que la diversidad no es un proyecto con fecha de inicio y fin, sino un valor organizacional en constante evolución. Cada individualidad nos interpela, nos desafía y nos transforma. Como mujeres del agro, tenemos la responsabilidad de seguir impulsando oportunidades, promoviendo la equidad y abriendo caminos. Pero este compromiso no es exclusivo de quienes lideramos, es una tarea colectiva. Desde cada metro cuadrado, cada gesto, cada conversación, podemos contribuir a construir espacios más justos, donde todas las mujeres sean respetadas, escuchadas e incluidas.
Hoy, más que nunca, reafirmo mi compromiso con quienes hacen del campo su lugar en el mundo y que trabajan por amor a la agricultura. Porque detrás de cada cultivo, cada jornada bajo el sol y cada decisión tomada con el corazón, hay personas que sostienen, transforman y lideran. Desde mi rol en BASF, seguiré impulsando espacios y ambientes incluyentes donde prevalezca el respeto, la escucha, la compresión y equidad. Porque el amor por la agricultura no solo se cultiva en la tierra, también se cultiva en las personas. Y cada uno de nosotros, desde donde está, puede ser parte de esa evolución.
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