Salma Hayek pasó de protagonizar telenovelas en México a instalarse en Hollywood con Desperado y Del crepúsculo al amanecer, hasta convertirse en impulsora de proyectos propios como Frida, una biopic sobre la irreverente artista mexicana que le valió su nominación al Óscar como mejor actriz.
Su trayectoria reúne acción, comedia, drama y animación con un rasgo que se repite: ampliar el espacio para personajes femeninos complejos, en inglés y en español. En entrevistas suele volver a dos ideas-faro: que a las mujeres latinas “las subestiman” hasta que demuestran que también pueden producir y liderar.
Y también, que el paso del tiempo no es un enemigo sino una etapa para trabajar con más libertad. Esa mirada, mitad política y mitad oficio, explica el tipo de historias que busca.
A pesar de ser disléxica, aprendió a memorizar y a ensayar con un método propio, según explica el sitio Dislexia Help. Alterna el set con la producción ejecutiva y ha hecho cameos jugando con su propia imagen. También transita con naturalidad de un universo masivo a piezas de autor o proyectos latinos de escala media.
Actriz, productora, empresaria: cómo honra sus raíces mexicanas
Tras su pico de visibilidad global de los últimos años, Hayek sostiene un esquema mixto: actúa en películas comerciales y, al mismo tiempo, desarrolla series y largometrajes para plataformas. En el frente de actuación, alterna comedias adultas, apariciones en franquicias y voces para animación.
A los 59 años, Salma deslumbra dentro y fuera de las pantallas.
Como productora, empuja historias lideradas por mujeres y creadoras latinas, tanto en español como en inglés, y participa desde la gestación: selección de guiones, armado de equipos, búsqueda de financiamiento y alianzas internacionales. Su rol no se limita al crédito; se la ve en mesas de desarrollo y salas de edición, cuidando tono y casting.
La exposición mediática actual la muestra en festivales y campañas, con un foco en moda y belleza, áreas donde se mueve con familiaridad y donde elige colaborar en piezas con narrativa, no solo imagen. En redes, combina humor, backstage y guiños culturales hacia la tierra que la vio nacer.
No se trata de rebranding sino de continuidad: desde hace años posiciona una idea de éxito ligada al control creativo y a usar la fama como plataforma para otros talentos.
Tiene 59 años, está casada con el magnate francés François-Henri Pinault desde 2009 y es madre de Valentina Paloma. La familia vive entre Estados Unidos y Europa, en un entorno bilingüe donde conviven español, inglés y francés. Además de su hija, mantiene un vínculo cercano con los hijos mayores de su esposo, propietario de las marcas de lujo Gucci, Saint Laurent, Balenciaga, y Bottega Veneta.
Salma Hayek y su esposo, Francois-Henri Pinault.
Suele organizar su calendario profesional para compatibilizar rodajes, escuela y vacaciones compartidas. La escena doméstica -viajes, celebraciones, pequeñas rutinas- aparece de forma dosificada en sus publicaciones, siempre con la cautela de quien protege su privacidad sin romper el contacto con la audiencia.
Su actividad filantrópica sigue ligada a derechos de mujeres y niñas, migración y acceso a oportunidades: participa en campañas de recaudación y presta su voz a iniciativas que conectan Hollywood con causas globales. Es un activismo práctico, en red, que dialoga con sus decisiones como productora y con el tipo de papeles que acepta.
Salma, auténtica y glamorosa, celebrando su cumpleaños 59. Foto/ Instagram Salma Hayek
Salma Hayek es una actriz global y una productora que afianza puentes entre la industria latina y la anglófona. Su presente no depende de un solo título ni de una franquicia: es un mapa de proyectos en marcha, apariciones muy medidas frente a cámara y un hogar que sigue siendo su centro logístico y afectivo.
Esa combinación -control creativo, versatilidad y vida familiar- explica por qué su nombre sigue pesando en una industria que, a su paso, ella ayudó a cambiar.