¿Anticipan los resultados de la elección bonaerense de septiembre pasado, y los de otras provincias, lo que ocurrirá en las legislativas del próximo domingo 26? Para responder estas preguntas resultan útiles los estudios realizados en distintas democracias por prestigiosas encuestadoras y centros académicos.
Los trabajos de Gallup, Ipsos, Kantar y Latinobarómetro, por ejemplo, identifican cuatro factores relevantes que influyen en el comportamiento de la ciudadanía a la hora del sufragio.
En primer lugar, la percepción de bienestar y de la situación económica que tienen los votantes. Es decir, la evaluación que los individuos hacen de sus circunstancias personales y, también, del momento que atraviesa el país en materia de empleo, salarios, ingresos, costo de vida y servicios públicos.
Cabe mencionar que este aspecto fue tomado en cuenta muchos años atrás por Karl Marx y Max Weber. Estos notables pensadores sostenían que las condiciones de existencia, o la posición económica individual, moldean la conciencia y la visión del mundo que poseen los seres humanos. Tanto la de una minoría que nació con estrella, al decir de Mafalda, como la del resto que termina estrellado.
En segundo lugar, interviene la identidad ideológica y cultural de las personas. Esto es, el conjunto de creencias sobre lo que es bueno, lo que es justo y lo que es legítimo, que lleva a preferir a un candidato en lugar de otro. Se trata de una decisión que no siempre se ajusta al perfil ni a la situación social de quien la toma. Por caso, los desheredados que votan por quienes los ignoran o desprecian. O mujeres que optan por los que niegan los femicidios.
En este terreno pesan los lazos políticos, históricos y familiares de los ciudadanos. O sea, un conjunto de vínculos que facilitan una interpretación del pasado, una lectura del presente y una proyección del futuro. En relación con los derechos civiles, el rol del Estado y de la actividad privada, la seguridad, el trabajo, la salud pública, la educación o el medio ambiente.
En tercer lugar, influye el humor social que predomina en determinadas coyunturas. Un factor que suele reflejar las sensaciones colectivas de optimismo, enojo, esperanza o decepción ante el accionar -o la pasividad- de los dirigentes políticos frente a hechos relevantes que alteran el estado de cosas: catástrofes, denuncias de corrupción en las altas esferas, injusticia flagrante, pactos internacionales, conflictos innecesarios, entre ellos.
Por último, gravitan las condiciones de liderazgo, carisma y credibilidad que pueden exhibir los candidatos y candidatas. Este elemento, que adquirió un rol significativo con el uso de las redes sociales, quedó corroborado en varias elecciones recientes, donde la cualidad del postulante pesó mucho más que la propaganda y los programas partidarios.
Ahora bien, si se toman en cuenta estos factores a la luz de las dificultades que han atravesado los argentinos y argentinas en los últimos meses, es posible comprender y tal vez anticipar un voto opositor al gobierno nacional.
El conjunto afectado abarcó, según las estadísticas oficiales, a gran parte de la población. Esto se debió, sobre todo, al deterioro en las condiciones de vida de la mayoría de los jubilados, empleados públicos, docentes e investigadores universitarios, profesionales de la salud, cuentapropistas y trabajadoras formales e informales con baja calificación.
Tanto es así que las consultoras especializadas, como “W”, afirman que una infinidad de familias llega con sus ingresos al 10 de cada mes, mientras que otras lo hacen hasta el 20, y que impera, desde hace tiempo, la costumbre de consumir menos y de optar por segundas o terceras marcas al momento de comprar productos de primera necesidad.
Esta cuestión tiende a consolidar una sociedad dual, en la que habitarían grupos sociales diferenciados con pocas posibilidades de integrarse, al tiempo que impacta en las esferas de la producción y el comercio. Especialmente, en la industria manufacturera y en la construcción. De hecho, en estos semestres hubo, según la Unión Industrial Argentina, un notable retroceso en las ventas, la cantidad de empresas y los empleos registrados.
Además, la relación del poder ejecutivo con las instituciones y los distintos sectores que debieron ajustarse se caracterizó por un trato despectivo, el lenguaje soez y la falta de empatía.
Sin embargo, también es posible que el recuerdo de malas gestiones, la baja en la tasa de inflación —aunque todavía promedia un 34 % anual— y el sostenimiento del poder adquisitivo en ciertos planes sociales, como en la Asignación Universal por Hijo, sumen apoyos a la Casa Rosada.
O que una parte del electorado se haya dejado persuadir por la injerencia de la administración Trump en nuestras elecciones. Y considere que la ayuda financiera que promete —destinada a auxiliar a los fondos de inversión extranjeros, aumentar el pasivo externo y remediar a un gran costo los errores del propio gobierno— solucionará alguno de los problemas que atraviesa el ciudadano de a pie.
De todos modos, la preferencia electoral que se exprese en estos días tendrá una singular relevancia para los tiempos que corren y para las perspectivas de corto y mediano plazo. Ya que, de aquí a veinte o treinta años, como discursean varios políticos, pues quién sabe, diría el maestro Juan Rulfo.
Sobre la firma
Eduardo Sguiglia
Ex embajador y subsecretario de Asuntos Latinoamericanos.
Bio completa
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO
Tags relacionados
- Elecciones 2025