//
Si el camino más corto entre dos puntos es una línea, entonces podría razonarse en modo contrapuesto que el más largo es el que incluye curvas. Y este River de Marcelo Gallardo lo está sufriendo: a lo largo de sus 15 meses de segunda administración, el deté ha quedado atascado en ese sendero con vaivenes casi borgianos.
El ciclo MG2 parece haber tocado su piso en los 30 días que separaron a la eliminación frente a Palmeiras del golpe en Córdoba frente a Independiente Rivadavia. En ese segmento de la línea de tiempo que se produjeron las derrotas ante Deportivo Riestra y Sarmiento en el Monumental y los dos golpes de visitante (Atlético Tucumán y Central) que llevaron al equipo a derrumbarse en la tabla de la zona: pasó de 1° a 5° en cuatro partidos.
Pero River no quedó eliminado durante el último mes de dos de los tres torneos en los que se encontraba vivo (Libertadores y Copa Argentina) producto de una serie de sucesos desafortunados, sino que todo fue parte del patrón erosivo que viene distinguiendo a la segunda venida de MG.
Porque la fragilidad de mandíbula, la tendencia a las distracciones y la insustancialidad de este River contrasta demasiado con el de la primera gestión de Gallardo. Un cuadro que se destaba por su fútbol, sí, pero también por su inteligencia y su presencia en partidos decisivos incluso en sus malos momentos. Con maniobras precisas durante bravas tormentas.
El Diablito celebrando la victoria ante Talleres en 2024 (Maxi Failla).
La hipótesis se confirma con ejemplos. River se levantó del affaire VAR ante Lanús y cerró el año ganando la Copa Argentina 17; se recompuso de un flojísimo arranque de 2018 derrotando a Boca en la Supercopa; digirió la caída en la final de la Libertadores 19 y ganó la Copa Argentina; superó dos durísimas eliminaciones consecutivas en 2021 (Mineiro a nivel internacional y el CABJ en el fuero doméstico), le descontó puntos a Talleres y arrasó en la LPF.
Aquella capacidad del deté para dar giros estratégicos de hasta 180° -y de sus futbolistas para asimilarlos y rehabilitarse- ya no se percibe. Y el correlato se ha ido viendo a lo largo de este año y cuarto de proceso de conducción identificado por sus picos.
De los buenos que ilusionaron; de los malos que impidieron que River pudiera quedarse al menos con uno de los siete torneos que disputó. Y con matices, está claro: lo que ocurre en 2025 con un plantel que fue elaborado por Gallardo la lo largo de tres mercados no puede ponerse al mismo nivel que el de 2024, cuando el deté se subió al tren.
Tremendo recibimiento ante Mineiro como para empujar la épica. No se pudo revertir el 0-3 de la ida: empate 0-0 y eliminación (EFE).
Paradójicamente, aquel primer River de los tantos que MG diseñó en 448 días fue el que mayores esperanzas generó, producto también del efecto inercial de su regreso. Porque eliminó a un todavía competitivo Talleres (lo veció 1-0 y 2-1) y, en cuartos, sacó a Colo Colo (1-1, 1-0). Pero la ilusión de ganar la Libertadores en el Monumental, plaza elegida para la definición, se esfumó en el primer golpe post regreso.
Uno en el que se empezó a notar un patrón: el 0-3 en Brasil fue irremontable en un contexto en el que River hizo un solo gol en cinco partidos. Déficit que se volvería crónico.
Esas impericias en ataque impactaron entonces en el rendimiento en la LPF, en la que llegó a quedar 9° antes de recuperar terreno y cerrarla 5°. Clasificándose a la fase de grupos de la Libertadores gracias al título que Vélez ganó (si el campeón era de Huracán, hubiera jugado la repesca).
Un mercado agresivo, las mismas respuestas
El golpe ante Talleres se sintió (EFE).
Una inversión estival de € 34 millones por seis refuerzos resetearon la ilusión. Pero el dinero no trajo la felicidad: las apuestas por varios de los fichados no salió bien (Gonzalo Tapia y Matías Rojas emigraron ocho meses después; Kevin Castaño no arranca). Y la continuidad de otros experimentados (Lanzini, Kranevitter, González Pirez, Aliendro) tampoco fue redituable: todos se fueron tras el Mundial de Clubes. Las vueltas de Gonzalo Montiel y Lucas Martínez Quarta, una contracara como el nivel de Marcos Acuña. Con un regular retorno de Enzo Pérez.
Esa sensación de equipo en constante construcción (sólo este año probó 46 variantes diferentes) fue incompatible con un proceso exitoso. El juego no fluyó y el gol tampoco: se batió un récord de 12 primeros tiempos sin convertir y el promedio de gritos cada 90’ al llegar al 11° partido del año tocó un piso de 0,74. Imposible pensar en ganar una final de ese modo: en Asunción, el Muñeco disputó su primera definición post regreso y River empató 0-0 con Talleres pateando una sola vez al arco en 120’. Y la perdió 3-2 en los penales.
La primera curva pronunciada del año estuvo atada a la efectividad: el gol se destapó y el equipo llegó a meter 23 en seis partidos. En coincidencia con el último esplendor de Franco Mastantuono le hizo tres a Gimnasia, dos a Boca y cuatro a Vélez para pasar de 4° a 2° y pasar a octavos del Apertura, donde le hizo tres a Barracas; en el medio le clavó seis a Independiente del Valle para pasar de ronda en la Libertadores con una fecha de ventaja.
Mastantuono, golpeado ante Inter (REUTER).
Pero la montaña rusa de River siguió. Del éxtasis pasó a ser inofensivo y endeble ante Platense en los cuartos de final del torneo: empató en el final con un gol de Mastantuono de penal, pero no pudo en la tanda. La noticia de que la joya había sido vendida al Real Madrid, en el contexto, tuvo su impacto.
El Mundial de Clubes, una alegoría de esta era MG. River lo empezó metiéndole tres al Urawa, pero sin jugar bien, sin dar garantías. Y, encima, perdió por lesión a su goleador del año, Driussi. Ante Monterrey, un mix: empuje pero sin gol. Otro giro. Ganar lo metía en octavos. El 0-0 lo dejó al borde de la eliminación que se concretó ante el Inter: 0-2.
Recambio, caras nuevas, pocas reacciones
Un nuevo movimiento de volante, el de la “reoxigenación” del plantel a partir de éxodos y de inversiones, le permitió a River recuperar tonicidad. Sin que terminara de amalgamarse desde el vigor, el Muñeco reunió juveniles (Lencina, Juan Cruz Meza) con futbolistas de buena técnica y el refuerzo superstar (Salas) y hubo repunte: tres goles a Platense en casa, cuatro a Instituto y otros tres a San Martín de Tucumán en la Copa Argentina (con un 0-0 en medio ante San Lorenzo).
Pero fue un flash: los cuatro goles a un débil Godoy Cruz por el Clausura casi que resultaron un espejismo. Porque entre la sequía y los altibajos en juego, en concentración y en tensión (en resumen, en identidad) River maquilló la dificultad frente al arco ante Libertad (un gol en 180’) y Unión (0-0) gracias al show de Franco Armani en los penales.
El golpe ante Palmeiras dolió (Juano Tesone).
Y porque si bien insinuó una nueva faceta pragmática y templada ante Estudiantes (2-1) y Racing (1-0 por Copa Argentina), ante Palmeiras flaqueó en dos de los cuatro tiempos. Y la eliminación, así, fue inevitable.
En el medio, River dejó puntos que repercutieron en su lucha por meterse en la Libertadores 2026: de estar 1° por diferencia de gol en agosto ahora está 2°, a diez unidades de Central y a un punto de Argentinos (3°). Y con sólo una decena de puntos más (42 a 52).
Algo que lo obliga a cuidar con resultados la segunda plaza justo después de otra paliza emocional como la que sufrió ante Independiente Rivadavia. Necesitará otro volantazo. Otra curva que lo redireccione y ya no torcer el rumbo. Así se podrá “agarrar” del campeonato y no soltarlo y empezar a curar con un ticket internacional y eventualmente un título este año negativo.
La última postal: River eliminado en Córdoba (Juano Tesone).
