Muy a su pesar, Javier Milei empieza a comprender que los argentinos no estaban, al cabo, frente al mejor Gabinete de la historia, como se jactaba en tiempos menos infaustos. Ya no son sus aliados ni el Círculo Rojo los que le exigen cambios de nombres, de políticas y un golpe de timón en el circuito de toma de decisiones. Son sus propios ministros los que le dicen, como le dijeron en los últimos días, que no se puede seguir así: un gobierno conminado por las internas, integrado por funcionarios que hacen operaciones que terminan por perjudicar a su propia administración y con ministros que, después de pasar por la Residencia de Olivos, le susurran a los periodistas que se irán o que podrían irse si no se dan determinadas condiciones. Más de uno se interpela a sí mismo: ¿tengo el poder o no lo tengo?
Esa tensión viene de lejos, pero se acentuó por la proximidad de la contienda electoral y tras la confesión de Milei de que habrá retoques para encarar los dos años finales de su mandato. Durante esta semana, el Presidente mantuvo una serie de encuentros colectivos y también mano a mano con sus principales funcionarios. A todos los escuchó y les pidió tiempo y comprensión hasta el lunes. Les dijo que tomará decisiones fuertes, pero no fue tan generoso con los detalles. Quiso ocultarlos o los está definiendo y tiene dudas.
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Uno de los interlocutores que fueron a verlo a Olivos, al salir, contó:“La idea era esperar al resultado electoral y hacer los cambios todos juntos, pero las crisis no siempre se pueden controlar con buena voluntad. Estamos corriendo de atrás”. Un dato: Milei eligió a Pablo Quirno para la Cancillería varios días antes de que fuera anunciado. La presión externa y la propagación de candidatos que sonaban para suceder a Gerardo Werthein -y que entorpecían aún más la interna porque llegaron a mencionarse hasta hombres del PRO- impidió alargar la determinación. Otro dato que acaso clarifique o ratifique algunas cosas: Quirno fue elegido, entre otros motivos, porque se lleva bien con Karina Milei.
La renuncia de Werthein, que trascendió la semana pasada y se concretó el miércoles, desnudó la fragilidad del Gobierno. El canciller no pudo o no quiso aguantar hasta el lunes 27 y provocó un cimbronazo en la Casa Rosada. La mayoría lo maldijo y lo acusó de conspirar contra el Gobierno en medio de las negociaciones con Estados Unidos por el acuerdo comercial y de la intervención en el mercado cambiario. El único que elogió su tarea -venía de participar de la cumbre con Donald Trump en la Casa Blanca- fue Guillermo Francos, el jefe de Gabinete. Quizá no haya sido casual.
Pablo Quirno, designado este jueves como nuevo ministro de Relaciones Exteriores por el presidente Javier Milei, tras la renuncia de Gerardo Werthein. EFE/ Enrique Garcia Medina
Ambos están enfrentados con Santiago Caputo, el gurú libertario que trabajó como asesor durante la campaña de 2023 y que se mantuvo en ese rol, pese a ocupar un despacho en Balcarce 50 y a expandir sus brazos en distintos organismos y secretarias muy poderosas. Milei siempre aludió a él como parte del Triángulo de Hierro, lo define como “un hermano” de la vida y acaba de mencionarlo como integrante del futuro Gabinete. Ese simple anuncio provocó el último sacudón interno. Caputo tiene libertarios que lo veneran (desde el jefe de la SIDE, Sergio Neiffert, hasta el tuitero conocido como Gordo Dan) y que ya lo ven con el traje de jefe de Gabinete; otros, en cambio, lo acusan de soberbia y amenazan con pegar el portazo si desembarca como de jefe de ministros.
El borrador con el reacomodamiento, por lo menos con los puestos que están definidos, se guarda bajo siete llaves y podría sufrir alteraciones. Dependerá del veredicto de las urnas. Milei oscila entre modificaciones drásticas que podrían ampliar la base de sustentación de su gobierno y cambios menos profundos, que prioricen el espíritu de La Libertad Avanza y privilegien a sus figuras, incluso, a las más polémicas.
Solo él y su hermana, la omnipresente Karina, saben hacia dónde podría girar el Gobierno si hoy sobreviniera una victoria o, por el contrario, si la derrota se volviera inapelable, como ocurrió el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires. Aquel traspié, impensado por la diferencia -más de trece puntos, algo que ningún encuestador pudo registrar- sacudió a la Casa Rosada y profundizó una crisis que había arrancado con el Caso Spagnulo y los movimientos en alza del dólar y el riesgo país, que derivaron en el salvataje financiero de Estados Unidos.
La sensación es que el oficialismo llega a la votación con poco oxígeno, aferrado a la tabla que le arrojó Donald Trump a través de Scott Bessent, el secretario del Tesoro, cuando las reservas argentinas naufragaban y el dólar tocaba el techo de la banda. Ese susto, sin embargo, no pasó. El Tesoro estadounidense lleva vendidos casi dos mil millones de dólares. ¿Seguirá vendiendo desde mañana, si fuera necesario? ¿Hasta cuándo? Hay quienes estiman que, ante un escenario de mayor crisis, Estados Unidos podría exigir que se elimine el esquema de bandas. O, simplemente, podría dejar de intervenir.
Luis Caputo, el ministro de Economía, que hace un tiempo promovía que los argentinos compraran dólares, ahora sostiene que se siente cómodo con un dólar en $ 1.500, aunque asume que la volatilidad no ayuda para pensar en “un país en serio”. El valor del dólar trepó poco más del 30 por ciento desde abril. Fue un mes bisagra para el Gobierno. A la par, irrumpieron las derrotas en el Congreso y comenzó a resquebrajarse la estructura de alianzas con los gobernadores y muchos legisladores del PRO.
Presionado por las circunstancias, Milei volvió a convocar a Mauricio Macri y lo instó a caminar juntos después de las elecciones. Ocurrió el 4 de octubre. El líder del PRO salió satisfecho de aquella cumbre y mantuvo desde entonces reuniones con muchos de sus ex funcionarios para preguntarles si estaban dispuestos a sumarse al universo libertario. Pero, poco a poco, el interés fue mermando. Macri le adjudica a Milei una dependencia excesiva de Karina, con la que nunca pudo entablar un diálogo fructífero.
Tal es así que se siente más cómodo -pese a viejas rencillas- con Francos y, eventualmente, con Santiago Caputo. Macri y Caputo se han dispensado dardos, pero coinciden en que hay que retomar el diálogo con los gobernadores para asegurar la gobernabilidad y un paso menos traumático por el Parlamento. Estados Unidos piensa lo mismo. Karina y los Menem creen que el escenario es menos drástico y aspiran a que La Libertad Avanza alcance el tercio de los diputados para sostener los eventuales vetos presidenciales y los DNU.
Mauricio Macri con candidatos del PRO en la lista de la alianza bonaerense con La Libertad Avanza.
Antes de avanzar en una reforma profunda del Gabinete -que, en principio, involucra la salida de tres candidatos, Patricia Bullrich, Luis Petri y Manuel Adorni y del renunciante Mariano Cúneo Libarona-, Milei debe decidir si el jefe sigue siendo Francos. El funcionario viajó a Rosario para el acto de cierre de campaña nacional en el helicóptero presidencial junto a Luis Caputo y los hermanos Milei. Allí, el primer mandatario y Francos acordaron verse este fin de semana para mantener una charla sincera y sin testigos. Francos no quiere convivir con un Caputo ministro que le termine por recortar aún más su poder.
Si Francos se alejara, Milei podría designar a Caputo en su lugar, aunque todavía resta el visto bueno de Karina. En las últimas horas, la hermanísima dejó correr entre sus íntimos el nombre de Adorni para sustituir a Francos. La secretaria general mantuvo diálogos reservados con los Menem. Eduardo, su asesor, y Martín, el presidente de la Cámara de Diputados, hacen un trabajo de pinzas para que Caputo no llegue al despacho de jefe de Gabinete. “Se va a apoderar de la gestión más de lo que lo hace hoy”, le dijo uno de ellos.
Milei no puede salir del laberinto que él mismo ayudó a construir. Su mano derecha es Karina, que se apoya en los Menem y mantiene a Sebastián Pareja como armador principal en la provincia de Buenos Aires; el principal asesor presidencial es Caputo, que no tolera ni a los Menem ni a Pareja; Milei siente por Francos un respeto especial y no desearía perderlo, pero Francos le dice a sus colaboradores que la gestión gubernamental se traba, en parte, porque él hace una cosa y luego la deshacen. Unos quieren cerrar con los gobernadores y abrirle el juego a Macri; otros, no. Unos quieren una coalición más amplia y otros prefieren recostarse sobre aliados que respondan con un verticalismo extremo.
En el esquema actual, Karina, Caputo y Francos no pueden ni quieren convivir y otros protagonistas de peso, como Bullrich y Sandra Pettovello, le reclaman en privado al Presidente que tome una decisión audaz y definitiva antes de que sea demasiado tarde. Debajo de ellos hay decenas de funcionarios dominados por las internas y la voracidad política.
Milei está obligado a cambiar. Prometió empezar a hacerlo desde hoy, cuando se abran las urnas y pueda determinar, por primera vez de modo cabal desde que asumió el poder, cuánto lo valoran y cuánto lo rechazan los 36.477.204 de ciudadanos habilitados para votar.
Sobre la firma
Santiago Fioriti
Editor de la sección Política [email protected]
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