Como se preveía, desde el domingo a la noche el país político-económico no es el mismo. Es mucho mejor para Javier Milei de una forma que no preveían ni siquiera en la Casa Rosada. Tampoco, por lo tanto, el Gobierno es igual, aunque sea al mismo, integrado, todavía, por los mismos. Así, empezó a estrenar aristas de su nueva fisonomía.
La reunión de ayer del Presidente con 20 gobernadores y vicegobernadores aliados, amigables o dialoguistas (según cada caso) fue el debut formal del nuevo gobierno. O, mejor dicho, de lo que se promete que empezará a ser el nuevo rostro de la gestión mileísta. Un prototipo, al menos, del que todavía se sabe muy poco y del que sobran las dudas respecto de cómo será en definitiva, tanto en cuanto a formato y diseño, como a sus prestaciones, funcionamiento y vínculos.
El rotundo triunfo sobre el peronismo y, especialmente, sobre el perokirchnerismo bonaerense, animó a Milei a hacer gestos e inaugurar un discurso de apertura. Una señal inequívoca de acatamiento a las exigencias hechas por Fondo Monetario Internacional y por el rescatista de última instancia, Donald Trump, para ampliar la base de sustentación política, que le permita abordar un reseteo de su programa tanto como las reformas de fondo pendientes.
Ese mandato, impuesto mientras le tiraban el providencial salvavidas a su gestión, ha sido el gran motorizador de la decisión presidencial de iniciar una nueva etapa. Mucho más que las demandas internas de la dirigencia política, económica y social, y de buena parte de sus votantes blandos.
Son estos los frutos políticos de la intervención trumpista, que le permitió “llegar en pie” e imponerse en las elecciones. El factor Trump fue crucial, tanto como el temor a otro desbarajuste económico por la fragilidad del gobierno y a una revitalización del kirchnerismo. El antikirchnerismo unido no fue vencido. Todo lo contrario.
Sin embargo, quedan dudas respecto de la internalización de ese mandato y, por lo tanto, de la sostenibilidad en el tiempo de este incipiente boceto, así como de la dimensión de la licuación del perfil confrontativo que caracterizó el ingreso de Miliei en la política (hace solo cuatro años) y la primera mitad de su mandato, a punto de concluir. Nadie sabe cuánto lo coyuntural dominará a lo estructural. El león no está hecho para dejar de rugir.
Esa incógnita es el gran interrogante que albergan muchos de sus interlocutores, empezando por Mauricio Macri, quien en su experiencia de relaciones cambiantes con el Presidente se ha encontrado con más cerrazón que apertura al momento de abordar cuestiones concretas. De allí que el reclamo de una mayor escucha por parte de Milei haya sido una de los reclamos que le expresó hace tres días cuando lo invitó a volver a reunirse hoy.
“Yo no sé si se dan cuenta de la situación en la que están”, le había dicho Macri a sus íntimos después de la última vez que se reunió con Milei en referencia a las fragilidades económico-financieras que la intervención norteamericana palió, pero aún no resolvió.
En esa reunión, el fundador del Pro se había encontrado, otra vez, con un pared infranqueable ante cuestionamientos concretos, después de una aparente aceptación de algunas críticas de índole general, centradas, especialmente en la ausencia de acuerdos básicos, la conversión en enemigos de quienes podían ser aliados, la falta de gestión en varias áreas del gobierno y la ausencia de trabajo en equipo.
Las luces amarillas que entonces había encendido el expresidente y con las que llega a la reunión de hoy no son, sin embargo, patrimonio exclusivo de Macri y, en buena medida, representan el sentir de un porcentaje importante de electores que en la elección del domingo pasado votaron a las listas violetas.
La última elección torna muy relevante ese asunto. Según diversos mapeos, como el realizado por el sociólogo y encuestador Luis Costa coincidente en buena medida con otro del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), que conduce el jesuita Rodrigo Zarazaga, la composición del voto a los candidatos de La Libertad Avanza (LLA) mostró un mutación significativa respecto del perfil de los votantes que acompañaron a Milei en la primera vuelta de 2023, sobre todo en el AMBA y, en parte, en el noroeste del país.
Ambos trabajos muestran un retraimiento de votantes de sectores populares, provenientes de ámbitos sociodemográficos históricamente mas próximos al peronismo. Estos fueron reemplazados por votantes que antes adherían mayoritariamente al Pro y a sus aliados cambiemitas y se habían sumado en la segunda vuelta presidencial, pero que en el transcurso de la presidencia de Milei se habían alejado o adoptado posiciones críticas, tanto por las formas, como por sus políticas.
Son esos a los que Milei descalificó como “ñoños republicanos”, a quienes el temor a un colapso económico y el atisbo de resurrección kirchnerista después de la elección bonaerense del 7 de septiembre reacercaron a la boleta violeta.
A ellos, además, la intervención trumpista, lejos de afectarles alguna fibra nacionalista, les oficiaba de garantía no solo financiera sino también política, más cuando trascendió la demanda estadounidense de buscar acuerdos y ampliar la base de sustentación. La desconfianza sobre la dirigencia política incluye hasta a quienes le tributan su voto, pero el aval externo atenúa los resquemores. No es la primera vez.
“Milei debe entender que negociar y acordar no es solo una exigencia de Trump y Bessent, sino también una demanda de buena parte de su electorado. El cambio en la identidad de los votantes también está acompañado de nuevas demandas, que no puede desoír”. La advertencia proviene de una figura relevante del oficialismo, que integró el submarino amarillo. Esa nave averiada que ahora busca demostrar que puede flotar, después de la importante asistencia electoral dada a Milei y los suyos, tanto en candidatos como en votantes. Ese también fue un rescate, más después del escandaloso naufragio de la candidatura de José Luis Espert.
Aquel señalamiento podría traducirse como parte central del nuevo mandato salido de las urnas para Milei. En 2023, la mayoría del 56% que lo llevó a la Presidencia lo valoró como el más apto para bajar el flagelo de la inflación, y, tanto o más, como la herramienta para demoler un sistema ineficaz que el establishment político no lograba arreglar ni terminaba de romper.
Hoy, la demanda parece estar más centrada en arreglar para empezar a crecer antes que en seguir rompiendo indiscriminadamente. Hay muchos, incluidos varios que lo votaron, a los que se les cayeron encima los escombros de la demolición sin recibir más que una promesa de reconstrucción.
La ausencia de la motosierra en la campaña podría ser una buena señal. Faltan ahora el bisturí, el cemento y los ladrillos. La convocatoria a los gobernadores (aunque no a los opositores más críticos), la reunión con Macri con la renovación del Gabinete abierta y, sobre todo, la anunciada disposición a negociar el presupuesto irían en ese sentido.
No obstante, sobre el último punto, la intención era hasta ayer que el proyecto no se debatiera en el recinto sino en sesiones extraordinarias, después del 10 de diciembre, con la composición del Congreso más favorable que surgió de las urnas el domingo pasado. Salvo que los gobernadores muestren una disposición que en mucho se parecería a la docilidad. Aún nada está cerrado. Mucho menos sobre las efectividades conducentes que tocan los recursos de cada provincia. Esa sí será la madre de todas las batallas.
El resultado electoral le dejó al Gobierno un horizonte más despejado, pero no allanado.
La derrota peronista agravó la fragmentación de ese espacio que carece de liderazgo nacional y parece una confederación invertebrada de partidos provinciales.
Además, la polarización extrema que golpeó duramente al espacio de los gobernadores que conformaron Provincias Unidas, con derrotas en cinco de las seis provincias gobernadas por ellos, implicó un cambio de escenario relevante.
Ahora esos gobernantes ya no miran el panorama nacional como un objetivo por alcanzar en 2027, que se les había adelantado por la crisis que afrontaba Milei y, antes, por los efectos negativos del programa económico, por el incumplimiento de las promesas del Gobierno y por el destrato del Presidente y el avance de su hermana Karina sobre sus territorios.
Después del domingo los derrotados Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Martín Llaryora (Córdoba), Ignacio Torres (Chubut), Claudio Vidal (Santa Cruz) y Carlos Sadir (Jujuy) vuelven concentrar su atención en la conservación de su espacio, amenazado por la consolidación libertaria, incluso con candidatos ignotos, y por la aparición de algunas figuras que ayudaron a la renovación del peronismo, como en Santa Fe.
Sin embargo, esa realidad no los lleva a aceptar sin discusión los proyectos del Gobierno, ya que cada uno de ellos acumulan facturas impagas, que buscarán les sean compensadas, si no pagadas.
La negociación recién empieza y no sólo depende del Presidente sino también del equipo económico al que también las provincias responsabilizan de muchas de las promesas incumplidas. En ese punto coincide el asesor Santiago Caputo, que ha solido destrabar demandas en el Palacio de Hacienda a través de su hermano Francisco, eficaz gestor, y de su hermana, que integra el círculo de colaboradores del tío Luis. La familia es la familia.
En el terreno de lo que resta dilucidar y discutir también se inscribe la renovación del Gabinete. Las primeras señales después del triunfo fueron menos aperturistas que las que emanaban antes de la elección, cuando hasta los pronósticos propios les eran mucho menos halagüeños que lo que fue la realidad.
A nadie pasó inadvertida la imagen del reempoderamiento de la hermana presidencial y los suyos, vista en la noche triunfal y en los días sucesivos. Tampoco el mensaje del Presidente destinado a dar por saldadas las agrias disputas internas que marcaron el último mes, y que tuvieron a Karina Milei y al jefe de Gabinete, Guillermo Francas, por un lado, y al gurú Santiago Caputo, por el otro, como protagonistas. Milei prefiere no mirar, no escuchar ni ocuparse de lo que no le agrada. ¿Podrá seguir haciéndolo?
Así, abundan los rumores que salen de la Casa Rosada sobre el nuevo equipo presidencial, que entre los más novedosas incluyó la versión de que el vocero Manuel Adorni no asumiría como legislador para ocupar el cargo de Francos, quien se muestra menos dispuesto a un retiro que hace apenas una semana.
La sala de cirugía funciona a pleno a toda hora. Sobran las operaciones. Parece inevitable. El resultado electoral no terminó con la mayoría de los problemas irresueltos que había el día anterior.
Como dice el microrrelato más famoso del mundo, escrito por el guatemalteco Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía esta allí”. Y afuera de la Rosada hay una manada de dinosaurios. Del nuevo Gobierno apenas se estrenó el trailer.





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