Cristina Kirchner no pensó el documento que publicó esta semana como una forma de trenzarse en una discusión mano a mano con Javier Milei. Por cierto que eso le sirvió, porque la puso en un lugar de centralidad política que perdió hace algún tiempo. Pero en rigor, lo que buscó la expresidenta fue dejar un mensaje al interior del peronismo. Una suerte de hoja de ruta, con una inusual autocrítica incluida, para exhortar a la dirigencia a que haga un click programático si es que quiere volver a ganar las elecciones.
“El mensaje fue en clave electoral. De ahora en más, los que quieran tener lugares electivos van a tener que hacer un click en su cabeza para que la gente los elija”, razonó un encumbrado integrante de La Cámpora, con ingreso habitual al Instituto Patria. Justamente allí Cristina Kirchner elaboró, en un lapso de entre 20 días y un mes, el documento que tituló “Es la economía bimonetaria, estúpido”, un texto que le demandó múltiples consultas con economistas y dirigentes políticos que las fuentes consultadas no identificaron.
Cristina Kirchner ya está pensando en las elecciones de 2025, como una escala decisiva de cara al recambio presidencial de 2027. En las últimas líneas del libelo hizo un llamado a “formular una propuesta y estrategia que permitan organizar una fuerza política que vuelva a representar mayoritariamente, para pasar de ser oposición a alternativa de gobierno”. Eso incluye modificar algunas consignas de las que el propio kirchnerismo hizo un culto, como su enfoque fiscal, de las relaciones laborales y de la seguridad ciudadana.
A nueve meses de la llegada de Milei y “las fuerzas del cielo”…
ES LA ECONOMÍA BIMONETARIA, ESTÚPIDO. Aportes para un debate argentino.
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— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) September 6, 2024
“Siempre está la discusión de que las banderas no se lavan ni se bajan, casi como una cuestión de honor, pero esto sería poner nuevas banderas”, afirmaron en el entorno de la expresidenta, sin admitir en ningún momento que el razonamiento implicaría una suerte de actualización política adaptada a los tiempos del predominio libertario. No obstante, blanquearon que en el peronismo necesitan “refundar ideas” y dejar de hablarle solo al trabajador en blanco, al que está sindicalizado, para ampliar el espectro hacia el “otro trabajador”.
No lo reconocerán abiertamente, pero la afinidad que Milei construyó con los delibery de Rappi -en cuya imagen englobó a los trabajadores cuentapropistas y precarizados- para apalancarse en una base electoral que saltó los muros históricos del liberalismo, es algo que en el peronismo impactó hasta provocarle un desequilibrio de orden identitario. La propia Cristina se preguntó en el paper: “Esto también implica de parte nuestra preguntarnos ¿Y por casa cómo andamos? En una suerte de revisión de ideas y experiencias”.
Bajo el subtítulo “El peronismo se desordenó” se metió con algunas vacas sagradas del propio kirchnerismo. Habló de “la modificación de las relaciones laborales”, advirtió que los sindicatos “ya no son la expresión mayoritaria de los trabajadores”; cuestionó el “viejo modelo del Estado omnipresente” que lleva a pensar a una parte importante de la población que el empleo del sector es un “gasto innecesario”; y lamentó que no se impulsara la “reversión del déficit fiscal” de sus administraciones, a excepción de la de Néstor Kirchner.
Cristina Kirchner también incluyó en su autocrítica -que no hizo en primera persona pero quedó implícita- la falta de una “revisión y reforma profunda de la educación pública”, algo que la clase media demandó en años signados por los paros de los gremios docentes y la caída en la calidad de la enseñanza, que prácticamente obligó a las familias a llevar a sus hijos a colegios privados pese a las dificultades para afrontar las cuotas. La marcha universitaria, que fue masiva, puso el tema entre las nuevas prioridades del peronismo.
No es la primera vez que lo hace, pero su insistencia en “superar el consignismo de la desigualdad social por un lado y el gatillo fácil por el otro para abordar un plan de seguridad de carácter integral”, en el que se aborde “el problema cada vez más creciente del avance narco en las barriadas populares” -una idea que la Iglesia del Papa Francisco profesa desde hace años-, también constituye un elemento disruptivo en el pensamiento kirchnerista, que por años festejó el garantismo corporizado en la doctrina Zaffaroni.
“Protesta inteligente”
La carta que publicó Cristina Kirchner contiene el único elemento que cohesiona al peronismo en la actualidad: el rechazo al rumbo económico que le imprime el presidente Milei al país. Pero de ahí para abajo, la principal fuerza de oposición no tiene muchos acuerdos. Uno de los debates de estos días es si el PJ debe mutar su pasividad inicial ante la gestión libertaria en una nueva etapa de activismo callejero. La segunda y más relevante aún, es si la propia expresidenta conducirá ese proceso o su liderazgo será superado.
Cristina Kirchner parece ser consciente de esta situación. La búsqueda de la centralidad política perdida -objetivo para el cual Milei le acaba de dar una mano inestimable- es determinante para la expresidenta en momentos en que distintos sectores del peronismo, como los que empujan el recambio de figuras a través de Axel Kicillof, o los que plantean “volver a la calle” para iniciar una fase de resistencia a la administración libertaria, ponen en tela de juicio que se tengan que seguir acatando directivas del Instituto Patria.
Como suele suceder cuando el peronismo está en la oposición, son los sindicatos los que anticipan el cambio de curso, no solo en la acción gremial sino también en la política. La convocatoria de la Corriente Federal -en la que tallan fuerte Pablo Moyano y Sergio Palazzo- a una marcha al Congreso para el próximo jueves 12 junto a las dos CTA anticipa que el intento de modificar las leyes laborales por parte del Gobierno no se plasmará solo en la mesa de negociaciones con los “gordos” de la CGT, sino que también se discutirá en las calles.
Por eso no resulta casual que Cristina Kirchner haya incluido en la carta una referencia directa a los gremios cuando sostuvo que los trabajadores registrados en la actividad privada son minoría y solo el 40% está sindicalizado, lo que provoca una “consecuencia objetiva” para la expresidenta: que “las representaciones sindicales características del siglo XX y fundantes del peronismo, ya no son la expresión mayoritaria de los trabajadores”. Una forma de decirles que, si fuera por ella, no se sentarán a la mesa de conducción.
El kirchnerismo ensaya, en los hechos, otras formas de protesta no alineadas con la modalidad sindical clásica. Por caso, la manifestación de jubilados ante el Congreso, que el miércoles terminó con graves incidentes con las fuerzas de seguridad, puede ser tomada como una señal de confluencia con grupos de izquierda para retratar “en primera persona” el sufrimiento de algunos sectores sociales a raíz del ajuste fiscal de Milei. De paso, el mensaje es que será creciente el desafío al protocolo antipiquetes de la ministra Patricia Bullrich.
En el entorno directo de Cristina Kirchner afirmaron que “las protestas va a ir in crescendo cada vez que estos tipos quiten un derecho”, pero advirtieron que “hay que hacerlo con inteligencia para que sean masivas” y que provoquen un efecto concreto en el Gobierno y la sociedad. “Porque si no te ponen un dron y chau”, concedió una fuente consultada por LA NACION. De ese modo se diferenciaron de grupos de izquierda que se manifiestan de forma semanal, por caso ante el Congreso, aunque no atraen a las multitudes.
Tampoco hacen cerca de la expresidenta mucho caso al operativo clamor del streaming kirchnerista para que se largue a “caminar por la 9 de Julio”, como un gesto necesario para recuperar el poder de movilización del peronismo. “Son expresiones de deseos de compañeros que no se corresponden con la realidad”, avisaron desde el Instituto Patria. Sin embargo, afirmaron que Cristina Kirchner quiere que el PJ se “deje de hinchar las bolas con las internas”. Y que se ponga a debatir qué propuesta presentará a los argentinos en 2025.