(CNN Español) — Susana Lencina dice que usar el cilicio no era lo peor. Esa cadena con púas hacia adentro que se le clavaba en los muslos, como una liga lacerante, la obligaba a ocultar sus piernas en la temporada de natación. La repetición, dos horas al día, del alambre atado con fuerza (una vez a la derecha, luego a la izquierda) para que no se deslizara hacia abajo durante las tareas de limpieza, le corroía la piel y le dejaba unas costras que se cristalizaban como granitos negros permanentes y le daban vergüenza.
El relato es parte de la historia que cuenta a CNN una de las 44 mujeres cuyos testimonios integran una denuncia contra el Opus Dei en Argentina por presuntos delitos de reducción a la servidumbre y trata de personas.
Un juzgado federal de Buenos Aires estudia desde octubre un pedido a indagatoria que el Ministerio Público Fiscal presentó contra cuatro exautoridades y sacerdores de la institución.
Según el expediente, entre 1972 y 2015 desde el Opus Dei reclutaron a niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad desde provincias argentinas y países limítrofes.
De acuerdo a los testimonios, bajo la promesa de brindarles oportunidades de progreso y educación, las jóvenes terminaron en los centros de la organización limpiando y sirviendo a sus miembros.
El Opus Dei, una institución jerárquica de la Iglesia católica, rechazó categóricamente la acusación.
«Extensas jornadas laborales sin ningún tipo de retribución»
De los 44 casos, 43 estarían prescritos para la justicia argentina. El testimonio de Lencina es uno de ellos. Sin embargo, su historia y la de otras 42 mujeres son tomadas como evidencia para el único caso que podría ser juzgado formalmente.
Lencina cuenta que llegó a Buenos Aires en 1992 desde Rosario, una ciudad de la provincia de Santa Fe. Tenía 16 años. Dice que la mujer de la casa en la que trabajaba como empleada doméstica desde los 13 le ofreció enviarla a un internado en donde podría cursar el colegio secundario y aprender oficios.
La familia de Lencina era de Pueblo Esther, una localidad rural santafecina, e ir a la escuela le implicaba caminar unos cinco kilómetros hasta Pueblo Alvear. Por eso, la propuesta le pareció una oportunidad.
“Cuando te empiezan a tratar de alguna forma te hacen sentir especial”, dice Susana. “Te dicen que sos una privilegiada, que tenés una vocación divina y que sos una elegida por Dios”, afirma.
Según la causa judicial, ese argumento buscaba justificar una situación de explotación. “Una vez allí, debían realizar extensas jornadas laborales sin ningún tipo de retribución, sin poder salir del lugar donde se consumaba la explotación, sometidas a distintos tipos de violencia”, dice el informe de la fiscalía.
El Opus Dei respondió que las numerarias sí reciben un salario.
Servidumbre, cilicio y alambre de púas
Paula Bistagnino es una periodista argentina que dedicó años a investigar las denuncias de abusos de poder dentro de esa prelatura católica. En diálogo con CNN, dice que el Opus Dei tiene una estructura piramidal jerárquica: “Las numerarias auxiliares son una clase que se inventó como último escalón de esta pirámide. Se trató de construir una servidumbre que atendiera a los miembros numerarios, numerarias y sacerdotes que viven en los centros”.
“Ser una numeraria auxiliar es dedicarte a las tareas domésticas. No podés estudiar, no podés ir a visitar a tu familia, no podés tener hijos, ni casarte, ni enamorarte. Es hacer una vida sacrificada de santa, confiándole a los santos, ir a misa, confesarte todas las semanas y usar un cilicio y una penitencia”, agrega Lencina. “Tenés que cumplir con las entregas de pobreza, castidad y obediencia, ese es el reglamento fijo del Opus Dei”, explica.
Lencina cuenta que tenía que llevar un alambre con púas atado a la pierna dos horas por día, menos los domingos, mientras limpiaba para evitar tener malos pensamientos. Además, una vez por semana, siempre según su testimonio que coincide con el de otras denunciantes se practicaba la penitencia: una soga con unas puntas que se usa para flagelarse, ya sea en la espalda o las nalgas, mientras se repite una oración.
Desde el Opus Dei en Argentina dijeron a CNN que nadie está obligado a practicar mortificaciones: “Es importante aclarar que la mortificación, como por ejemplo el ayuno u otras penitencias corporales, existen desde hace muchos siglos en la Iglesia católica (…) pero en todos los casos es una elección personal, voluntaria y privada”.
Lencina afirma que pidió su admisión al Opus Dei a los 16 años y medio. “Te van doblegando la voluntad, te van manipulando hasta convencerte que tenés vocación”, afirma.
La institución, por el contrario, dice que nadie puede ser miembro si no es mayor de edad, y que para serlo «se requiere cumplir con un camino jurídico que lleva numerosas etapas, en cada una de las que se expresa el consentimiento, y todas las personas que son miembros lo eligen libremente”.
Además, el Opus Dei en Argentina asegura que la institución promovía un ambiente acogedor y una iniciativa socioeducativa solidaria, que los padres de las alumnas eligieron como formación educativa, para evitar la deserción escolar y para capacitarlas en oficios.
El Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (Icied), también llamado ICES a partir de 1994, fue una institución educativa del Opus Dei que funcionó entre 1973 y 2016, en el predio de Bella Vista.
Según consta en la página Info y Contexto, que la institución religiosa creó para responder a las denuncias de las mujeres, el plan de estudios del Icied permitía “transitar un ciclo de escuela media para luego poder finalizar la secundaria en otra institución y, además, dar formación técnica para un oficio”.
Lencina obtuvo en 1997 un título de Cocinera General en ese instituto. El título analítico que compartió con CNN comprueba que cursó una currícula de 3 años que incluye materias de lengua, matemática e inglés, entre otras. Sin embargo, dice que no logró que ninguna institución educativa lo considerara como parte de un plan de estudios del nivel medio.
CNN consultó con el Ministerio de Educación de Argentina sobre el plan de estudios del Icied. Por tratarse de legajos no digitalizados, al momento de publicar este artículo todavía se encontraban haciendo las averiguaciones correspondientes.
La salida del Opus Dei
Lencina relata que también fue perdiendo contacto con su familia y que lo poco que existía estaba mediado por un mecanismo de vigilancia.
“Un día les escribí una carta a mis hermanas. Les decía que busquen trabajo, que no sean vagas, cosas de un adolescente. Vino la directora y me dijo que no tenía que dirigirme de esa forma. Entonces me di cuenta de que me leían las cartas. Pasé de escribir una vez al mes, a cada tres meses, cuidándome con lo que decía. Cuando sentís que te están espiando, no te da ganas de nada”, afirma la denunciante.
Lencina también cuenta que cuando viajaba a Rosario de visita, la dejaban pasar unas pocas horas en la casa de su familia, y que la obligaban a dormir en alguna casa de la institución de esa ciudad.
“Después de cuatro años, le conté a mi mamá que era del Opus Dei”, dice Susana. “Ella tenía una hermana monja y no quería saber nada con las religiones, y me dijo ‘vas a ser como tu tía Isabel, el día que te vayas te vas a ir sin nada’. Y tuvo razón”, reflexiona.
Lencina dice que desde que “pitó” —en la jerga de la organización, “pitar” es hacer el pedido de admisión al Opus Dei, explica— siempre se quiso ir, pero sentía que se traicionaba a sí misma y a Dios.
En algunas oportunidades, cuenta que intentó quedarse en la casa de su madre pero siempre la iban a buscar. Un día, ya viviendo en otro edificio en el centro de la ciudad de Buenos Aires, empezó a sacar semana a semana parte de su ropa, con la complicidad de una joven que iba a las charlas pero que todavía no había hecho su ingreso formal. Hasta que una noche se fue definitivamente.
“Estaban todas cenando, yo toco un timbre para que se abra la puerta, porque la puerta se abre de a dos, y abrió. Me fui con ella a un conventillo en Once —barrio de la ciudad de Buenos Aires—. No sabíamos a dónde ir, yo tenía 24 años. Era una persona adulta, pero era una niña”, recuerda Lencina.
Desde el Opus Dei afirman haber creado canales para la escucha y pedido de perdón de las denunciantes.
Las mujeres que conversaron con CNN dicen que eligieron no asistir argumentando que si no las escucharon antes, por qué lo harían ahora.
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