Se trata de Mailín Véliz Calderón, a quien le detectaron hace 7 años el síndrome de Ménière que le cambió la vida. Pese a todo, no bajó los brazos y hoy está a punto a representar al país en el Mundial de la especialidad en EEUU. “Es un montón, todavía estoy cayendo”, reconoció.
La vida muchas veces te pone trabas en el camino. Algunas difíciles y otras no tanto. La clave para seguir adelante es aferrarse a lo que uno ama y reponerse ante la adversidad. En otras palabras, levantar la cabeza y continuar. Dicho así pareciera fácil. Pero claramente no lo es.
Mailín Véliz Calderón (37 años) sabe y mucho de eso. Ella es un claro ejemplo de resiliencia, ya que hace 7 años le detectaron el síndrome de Ménière, un trastorno del oído interno que produce alteraciones en el equilibrio y la audición, pero no bajó los brazos. Encontró en el básquet el lugar ideal para “olvidar” momentaneamente su hipoacúsia y hoy forma parte de “Las Topas”, el seleccionado de básquet para personas sordas. Y eso no es todo: del 10 al 14 de diciembre jugará el Mundial Femenino de 3×3 en Washington, Estados Unidos.
“El síndrome me trajo pérdida bilateral auditiva. Seguimos en proceso porque es degenerativo y en tratamiento para poder regular la presión auditiva y no perder tan rápido lo que queda, también me trae episodios de vértigo. Es difícil, acostumbrarse a los audifonos, a los síntomas y sobre todo a que el entorno comprenda que ahora no escucho fluido. Leo los labios para ayudar a la comprensión de las palabras”, explicó “Mai” en una charla con Misiones Básket en plena concentración en el CeNARD(Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo).
Una guerrera todo terreno
Oriunda de la provincia de San Luis, Mailín vivió muchas años en Buenos Aires hasta que el destino la depositó en Misiones, más precisamente en Puerto Esperanza, donde se radicó junto a su marido y compañero de vida, Damián Alonso, actual entrenador del club Alto Paraná.
“En Misiones nos instalamos hace 12 años, fue por trabajo, entrené en algunas oportunidades pero no pude tener continuidad por las distancias y la maternidad. Tengo hijos chicos”, contó la jugadora del seleccionado, quien se inició en el club Juventud Unidad de Llavalol para luego pasar a Unión Vecinal de Luis Guillón. “Jugué muchos años de pivot, cuando fui primera rotaba entre 3/4”, agregó.
Lo curioso de todo fue cómo se dio su llegada al combinado nacional, ya que no venia jugando en ningún club en la provincia. “Nos enteramos a través de un flyer que difundió la CAB que buscaban jugadoras, nos comunicamos con la FABS (Federación Argentina de Básquet Silencioso) y empecé a conocer este nuevo mundo que abre puertas”, detalló la docente de profesión (se encuentra de licencia por su condición).
De un abrir y cerrar de ojos pasó de pelear día a día contra su trastorno degenerativo a estar probándose con el preseleccionado en el CeNARD. Una locura. “Es un montón, todavía estoy cayendo. Siempre pensé que sería un gran orgullo estar en un mundial, pero no pensé que lo viviría en carne propia, menos a esta edad y después de la enfermedad, donde se me limitaron varias cosas de mi vida cotidiana. Pero sin dudas estoy feliz y emocionada por la oportunidad”.
De Misiones al mundo
Más allá de ser puntana, lleva la bandera de la tierra colorada siempre presente. “Para mí es hermoso, Misiones es nuestra casa por elección, es la tierra donde mis hijos están creciendo y amamos no solo su naturaleza sino su gente. Hemos encontrado mucha gente que nos hizo sentir como en casa cuando vinimos solos. Poder hacer visible la bandera de Misiones es una retribución de gratitud de todo lo que me ha dado”.
Cabe destacar que el seleccionado viajará este martes a EEUU. “Tendremos partidos amistosos en Miami y el 10 comienza el mundial en Washintong. Ya tenemos la zona, difícil pero daremos todo. Son países que ya vienen con experiencia en la competencia y para nosotras será la primera vez”, resaltó.
Para finalizar, la player nacional destacó el trato y el profesionalismo del cuerpo técnico y dirigentes. “A través de sus experiencias trasmiten mucho e incentivan a superarnos. Mis compañeras y yo estamos conociéndonos y aprendiendo todo el tiempo, tanto en el básquet como en la vida”. Y vaya que Mailín sigue aprendiendo y ganando batallas dentro y fuera del resctángulo. Una luchadora de la vida.