Industria Metalúrgica Pescarmona S.A (IMPSA) es una empresa mendocina de origen privado creada por la familia que lleva su nombre, con toda una trayectoria ingenieril de 100 años de historia en la Argentina, la región y el mundo. En su larga vida empresarial fabricó uno 50.000 megavatios en equipos, 25.000 en turbinas y otros 25.000 en generadores.
Llegó a tener 3500 operarios. Empezó desarrollando tecnología para el mercado doméstico pero muy pronto la calidad de su equipo humano, la experiencia aquilatada y el bagaje tecnológico la proyectaron a explorar oportunidades de negocios en el mercado externo. Malas decisiones de inversión y la toma de riesgos en países como Venezuela/Brasil la llevaron a la quiebra.
Adquirida por un consorcio de bancos acreedores, en la administración anterior IMPSA se estatizó. El Estado nacional adquirió acciones clase C FONDEP por el 63,7% y la provincia de Mendoza 21%. Hoy opera con 700 empleados y tiene problemas hasta para pagar los salarios. Mantiene algunos contratos con empresas del medio (Yacyretá, YPF) y ha transformado tanques de guerra para el Ministerio Defensa, pero la ecuación de ingresos y costos le fue muy adversa en los años de alta inflación.
Para peor, ya ha restructurado una deuda con bancos acreedores cuyos servicios tampoco puede corresponder. Todo un combo que generó presagios de cierre y liquidación. Pero un grupo inversor constituyó un fondo y elevó una carta oferta por las acciones de la compañía en marzo del año pasado.
Con la creación de la Agencia de Transformación de las Empresas Públicas el proceso de privatización pasó a su control. En la Agencia desestimaron la carta oferta del grupo inversor y lanzaron en reemplazo un proceso de compulsa en búsqueda de potenciales interesados.
Se vendieron 6 pliegos, pero sólo el interesado original, presentó oferta. En ella se compromete a pagar 20.000 dólares por las acciones de IMPSA tal como lo establece el pliego y suma el compromiso de capitalizar la compañía con 27 millones de dólares en un plazo de un año en 5 tramos (el pliego pedía 25 millones).
La oferta reclama algunas acciones del Estado para mejorar el perfil de una empresa técnicamente quebrada y compromete un proceso de renegociación de deuda. Hubo una solicitud oficial de mejora de oferta hasta que finalmente se arribó a un acuerdo que transforma a IMPSA en la primera empresa privatizada de la gestión libertaria.
¿Por qué esta empresa descapitalizada, endeudada y sin liquidez, sin interesados en adquirirla, salvo el único oferente, puede transformarse en un leading case de un proceso de transformación productiva industrial que la Argentina se debe?
Por varias razones. Primero, el grupo inversor está encabezado por una empresa norteamericana ARC Energy, con base en Texas y actividades relacionadas a la industria petrolera. Pero la empresa ya ha dejado transcender su interés de potenciar la producción de grúas para puertos con destino a Estados Unidos.
También ha trascendido la vinculación del grupo empresario con la nueva administración Trump. En Estados Unidos hay unos 1000 puertos y hay datos estimativos de necesidad de unas 8000 grúas. Las empresas chinas son los principales proveedores de grúas al mercado americano.
¿Cómo las afectará la política arancelaria anunciada por los republicanos? ¿Podría Argentina transformarse en un nuevo proveedor confiable de provisión de grúas a semejante mercado? ¿Cuánto podría escalar la producción y exportación de grúas, cuando hoy la IMPSA en crisis está en condiciones de producir no más de dos o tres grúas por año?
Segundo, Estados Unidos cuenta con un parque hidroeléctrico de unos 80.250 megavatios (alrededor de 2300 turbinas de 35 MW), con muchas máquinas que han llegado al límite de su vida útil. ¿A cuántas de esas turbinas IMPSA podría extenderles la vida útil?
La tecnología y el know how están disponibles pero en las actuales circunstancias a no más de 5 por año. Sin embargo, una metalúrgica recapitalizada, con plantas ampliadas o nuevas plantas focalizadas en las oportunidades de negocio de este mercado tendría desafíos inéditos.
Tercero, el Gobierno ha explicitado su plan de reorientar el acervo nuclear argentino a la producción de un reactor modular (SMR) que proveería electricidad, entre nuevas demandas, a los equipos asociados al desarrollo de la Inteligencia Artificial.
El INVAP ya cuenta con una patente americana que protege la ingeniería conceptual de este reactor (ACR-300) pero hace falta un socio que financie la ingeniería de base, y, como repite el físico argentino Alfredo Caro, también hace falta un ensamble productivo local, que, aprovechando recursos humanos y tecnológicos, permita la fabricación del artefacto en el país con destino exportador.
Pues bien, una IMPSA remozada y pujante puede integrarse a ese complejo. Ya fabrica el recipiente de presión para el reactor CAREM, y fue precursora en los ‘90 del siglo pasado en el desarrollo de programas de IA para predecir mantenimientos por vibraciones de los turbogrupos.
Vamos a un mundo de globalización regionalizada, donde la renovada influencia de la geopolítica promueve el nearshoring y el friendshoring (suministro próximo y confiable). Felipe de la Balze siempre recuerda que el despegue de Japón y Corea del Sur no sólo fue el fruto de una estrategia exportadora exitosa, con desarrollo de innovación y capital humano; también hubo por parte de Estados Unidos concesiones especiales por razones de “seguridad” no incorporadas a lo negociado en el GATT, y habilitadas vía administrativa a través de cambios en el nomenclador aduanero.
Argentina tiene un déficit comercial crónico con Estados Unidos y afinidades estratégicas crecientes, incluidas las de seguridad, en el mundo que viene. Tiempo y oportunidad para la transformación industrial que nos debemos.
Daniel Montamat es ex secretario de Energía y ex presidente de YPF
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