“Me alegra no haberme quedado. Me alegra haberme ido. No quiero ninguna de estas vidas no vividas, pero no puedo deshacerme de ellas”. Este fragmento pertenece a los textos que Kaspar Wettner, el protagonista de La nieta, nueva novela del alemán Bernhard Schlink (Grossdomberg, 1944), encontró en los archivos de la computadora de su difunta esposa Birgit. Su marido, un librero de setenta y un años, la encontró ahogada en la bañera y duda de si su muerte fue accidental o un suicidio. Se habían conocido en 1964 en Berlín Este, donde ella vivía, mientras que él residía en la parte oeste de la ciudad. Se enamoraron enseguida y Kaspar la ayudó a escapar a Alemania Occidental.
A través de esos textos –borradores de una novela apenas esbozada– se entera de que en esa época Birgit estaba embarazada de un hombre casado –Leo Weise– y que tuvo una niña que no quiso conservar. La decisión le produjo un gran remordimiento que la condujo al alcoholismo, y sus escritos prueban que trató de localizar a su hija.
Wettner asume esta tarea. Averigua que Weise y su mujer se hicieron cargo de la beba y se pone en contacto con ellos. Los Weise le informan que desde su adolescencia la hija de Birgit, Svenja, ha llevado una vida marginal y que hace diecinueve años que no tienen noticias de ella. Finalmente Kaspar consigue encontrar a Svenja en una zona rural de Sajonia. Allí vive con su esposo Björn y la hija de ambos, Sigrun, de catorce años. Los tres profesan una ideología neonazi.
Así se llega al tema central del libro, que retoma algunas cuestiones tratadas en El lector. La nieta examina el pensamiento político de grupos de ultraderecha germana que reivindican la xenofobia y el racismo del nacionalsocialismo y a figuras como Rudolf Hess e Irma Grese, “la hiena de Auschwitz”. Entre Kaspar y Sigrun –una voraz lectora dotada de una gran sensibilidad musical–, se va desarrollando un simpático vínculo afectivo. Schlink aprovecha sus conversaciones para exponer los conceptos negacionistas de la chica (“Hitler no quería la guerra […] los alemanes no asesinaron a los judíos”) y les contrapone los hechos históricos con los que el librero –un hombre más bien apolítico de tendencia progresista– busca rebatirlos.
Si bien este contrapunto trasluce cierto propósito didáctico, la novela elude una estructura esquemática y sus personajes no se estancan en estereotipos. La perspectiva de Wettner –quizá bien intencionada, pero un poco ingenua– conduce la narración: sugiere una voluntad conciliatoria y comprensiva que se esfuerza por valorar las cualidades positivas de las personas para, a su modo gentil, tratar de rescatar a Sigrun de sus peligrosas convicciones neonazis.
La nieta
Por Bernhard Schlink
Anagrama. Trad.: Daniel Najmías
356 páginas, $ 28.900