El “chico de tapa” de esta edición es Antonio Richilo, el empresario de Saladillo distinguido en los Testimonios Clarín Rural 2024 por su desarrollo de un feedlot con recogida y valorización de la bosta. Totalmente pavimentado y bajo techo, un sistema de biodigestores convierte al problema del efluente en una fuente de energía renovable. Argentina año verde. La vaca viva.
Cuando hace unos veinte años acompañamos a un grupo de cabañeros argentinos en una gira por Estados Unidos, tuvimos la oportunidad de visitar E3Genesis, un complejo de producción de etanol en escala mediana, y un feedlot, también con piso ranurado y techo a dos aguas. Estaba en Blair, Nebraska. Parecía algo para Disney. Unos meses después, la empresa quebró. “Viste, eso no anduvo”, me dijo uno de los viajeros, intentando aplacar mi entusiasmo.
Igual lo contamos aquí. Y sirvió de inspiración. Un tiempo después el recordado José Porta, pionero de la destilación del maíz, desarrolló sus “minidest”. Complejos para producir etanol y aprovechar la burlanda (el coproducto de la fermentación) para alimentar ganado. El más conocido es el de Las Chilcas, de la familia Aguilar, en el norte de Córdoba. Bioeconomía a fondo. Como Bio4, con su complejo en Rio Cuarto, donde “dialogan” una planta de etanol con los biodigestores de Bioeléctrica. La vinaza, efluente de la destilación del mosto de maíz, se convierte en electricidad, al igual que la bosta de un feedlot aledaño y la que traen de tambos y criaderos de cerdo de la zona.
Tanto Mario Aguilar, en representación de Las Chilcas, como Manuel Ron, líder de Bio4, también recibieron las distinciones de Clarín Rural. Como también Nicolás Rios Centeno, responsable de agricultura de SerBeef, el emprendimiento de la familia italiana Radice en la provincia de San Luis. Miles de hectáreas de maíz, en su mayor parte bajo riego, para alimentar un gran feedlot. Hace treinta años, allí había chacras de bajísima productividad. Ahora, están pensando en bajar el costo del riego incorporando paneles solares.
En lo mismo está la familia Bartolucci en el este de Catamarca, donde ya bombean agua con paneles solares.
En todos estos casos, el nodo central es el maíz. Nada ha generado tanto valor en cascada como este cultivo, que se ha convertido en la base de la ganadería moderna. Tanto de carne como de leche. Por eso es de extraordinaria importancia lo que está pasando en Corrientes, de lo que dimos cuenta el sábado pasado en estas páginas. En Mercedes, la empresa Copra viene de cosechar casi mil hectáreas con un promedio de rendimiento de 7,5 toneladas por hectárea, con picos de más de 10. Y a pesar de que algún lote fue diezmado por la amenazante plaga de los jabalíes (algo hay que hacer para terminar con esto).
Maíz bajo riego, por supuesto, aprovechando la infraestructura construida para el arroz. Represas y canales. Bien fertilizado: 250 kilos de urea por hectárea. Y ese maíz se convierte en carne, generando una integración extraordinaria en una provincia que, hasta ahora, “exportaba” el cien por ciento de su prolífica producción de terneros, de gran calidad a partir de la revolución de las razas sintéticas (Braford, Brangus). Un paso trascendental.
Todo esto está pasando. Y el futuro depara mucho más. Desde Estados Unidos, se reportó esta semana otro ganadero emprendedor, Héctor Mario Eyherabide. Está visitando el emprendimiento de Lee Leachman, uno de los principales agroempresarios norteamericanos. Un feedlot “como nunca me imaginé”, con una proyección de 150.000 cabezas, totalmente sobre piso de hormigón. Pero lo más notable es que allí se engordan novillos cruza Holando o Jersey por una raza sintética que creó el propio Leachman, llamada “Stabilizer”, para mejorar la calidad de los machos de tambo. Ya lo contaremos.
Ahora, pasen y vean lo de Richillo. Inspirador.