La distensión propia de la temporada veraniega permite concentrarse con mayor calma en libros que no se pudieron abordar durante los meses de vértigo laboral y que preferimos reservar para disfrutarlos mejor. En lo que va de este 2025, logré saldar mi deuda con dos postergaciones: Cora (2024), de Jorge Fernández Díaz, y Darwin o el origen de la vejez (2022), de Federico Jeanmaire, escritores que leo hace tiempo, y que me brindaron el disfrute de la variedad.
Fernández Díaz, consumado autor del género, ofrece esta vez un policial diferente. Su nueva heroína, Cora Bruno, se mueve lejos de las oscuras redes políticas internacionales que eran el hábitat de Remil, protagonista de su saga anterior. Ex investigadora de la Policía Aeronáutica, ha fundado una exitosa agencia detectivesca abocada a develar infidelidades. Pero su reputación de eficacia pronto la meterá en problemas. Una gran agencia de seguridad vinculada con empresas y personajes poderosos le ofrece un contrato tentador para resolver, con la máxima discreción, temas íntimos de sus clientes. Por esta puerta la protagonista terminará entrando, muy a su pesar, al mundo mafioso de la política argentina; sus aventuras y desventuras, narradas con ritmo de thriller, la enfrentarán a todos los riesgos y a la amargura de su propia impotencia ante el mal sin castigo. Una matizada gama de pasiones nos sorprende, por otro lado, en vidas que parecen las de convencionales “personas comunes”, aunque nadie lo es en verdad, y menos esta entrañable detective, inteligente y sensible conocedora de las motivaciones humanas en todas las formas del amor y de la traición.
En una frecuencia de onda distinta, Darwin o el origen de la vejez (Premio Fernando Quiñones de novela), nos trasporta a las islas Galápagos, donde el protagonista (un reconocido intérprete musical, a punto de cumplir los sesenta años), rehace el camino de su admirado Darwin. En este viaje introspectivo, bellamente descriptivo también, el músico expone su desazón ante el rechazo amoroso que acaba de sufrir “por viejo”. Este es el disparador para su incesante diálogo con Darwin y con la obra en la que este científico creyente decreta, paradójicamente, la muerte de Dios. Pero no es el Ser Supremo lo que más le importa al protagonista, sino las limitaciones de su propia humanidad defectuosa y los crímenes de su especie, que darán pábulo a una mirada crítica de ácido humor. El viaje decantará en una experiencia de aprendizaje y de aceptación. Si la “vejez” depende de la mirada de los otros, el amor y el deseo surgen del inalienable interior de cada ser. Y la ruptura generosa de las reglas rígidas y de los prejuicios a los que nos atamos, lleva a la libertad y a la creación, aunque el mundo sea un campo de batalla donde suele triunfar el egoísmo insolidario que practican todas las especies.
Estos cuentos se han terminado, pero el verano acaba de empezar. Seguiremos sacando de su cofre del tesoro, ahora inagotable, nuevas historias.
Sobre la firma
María Rosa Lojo
Escritora e investigadora argentina, autora, entre otros libros, de Los ‘gallegos’ en el imaginario argentino y Todos éramos hijos.
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