En la última década, Rosario se transformó en la ciudad más violenta de la Argentina. Entre 2013 y 2023 hubo 2.481 muertos en la guerra por la disputa por el control del narcomenudeo. Cuando los principales capos narcos fueron detenidos, el poder se siguió ejerciendo desde las cárceles.
La espiral de violencia parecía no tener fin. Y, ante el endurecimiento de las medidas de seguridad penitenciarias, el narcoterrorismo impulsó la matanza de inocentes.
En la unidad penitenciaria N° 11 de Piñero están encerrados más de 60 reclusos de alta peligrosidad nivel 1, catalogados así por su poder de fuego, liderazgo o capacidad para planear una fuga o atentados contra autoridades y la ciudadanía. Además, hay más de un centenar de delincuentes vinculados a las dos grandes bandas de la droga, los Monos y el clan Alvarado.
Sin embargo, en el último año se registró un pronunciado descenso en la tasa de homicidios. En 2024 hubo 65% menos de muertes vinculadas a la violencia narco en Rosario.
Medidas duras en las cárceles y en la calle son parte de la respuesta, sin embargo las bandas siguen operando y el temor a un recrudecimiento de la violencia está latente.
¿Cómo puede explicarse este nuevo panorama? ¿Asistimos al fin de la guerra narco contra el Gobierno? ¿O es apenas una tregua?
Entre 2013 y 2023 hubo 2.481 muertos en la guerra por la disputa por el control del narcomenudeo.
En esta investigación exclusiva de Clarín, funcionarios, policías, jueces, fiscales y autoridades explican por qué hoy, en Rosario, se vive una tensa calma.
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