MAR DEL PLATA.– No hay otro lugar en este destino donde se pueda caminar, pasear, tomar un café, cenar y hasta bailar, sacarse selfies con un poco de mar y otro poco de ciudad de fondo y, por sobre todo, lanzar la línea con anzuelo o carnada en busca de alguna corvina o anchoa de banco con las olas pasando, una tras otra, por debajo de los propios pies. Es referencia, es emblema e historia de la ciudad. Y por estas horas, es centenario el Club de Pesca Mar del Plata, montado sobre el espigón que se extiende más de 100 metros aguas adentro en el corazón de la bahía Bristol.
Es también, con sus luces de neón antes, led ahora, el faro comercial de esta postal que involucra a la rambla, a la que aventaja por casi 25 años. Ese cartel luminoso que desde sus orígenes lleva en sus alturas alternativamente le pone nombre al lugar y cambia de identidad según la marca que contrate el espacio. Y es, al mismo tiempo, el motor de financiamiento de una institución que tiene 250 socios y debe mantener de punta a punta esta infraestructura que se gestó y mantiene con recursos privados y convive cada segundo de su vida con la rudeza del océano.
Su extremo más próximo al casco urbano permanece abierto a todo público. Es un paseo único y un inigualable mirador panorámico de este sector de la ciudad. Aún más desde lo más alto de las escaleras, incluso por encima del nivel del salón de fiestas, que permiten ubicarse a más de 15 metros por sobre el nivel de playa.
La historia de la cartelería que se fija en la terraza más alta, sobre la sala de eventos del Club de Pesca Mar del Plata, nace con los mismos inicios de esta construcción. Apenas inaugurado, a mediados de la década del 20, ya lució desde su fachada sur el primer letrero: Copelina, decía. Una marca de agua mineral envasada que vio potencial promocional en esas playas que cada año reunían a más turistas. Eran, por entonces, un segmento bastante aristocrático que vacacionaba por veranos completos y no paraba de construir aquí sus coquetos chalets en la “villa balnearia”, como se reconocía por entonces a Mar del Plata.
El cambio de firma llegó en sintonía con, también, la transformación social de una ciudad que dejó aquellos trajes, sombreros y vestidos largos que caracterizaban a quienes iban desde la vieja Rambla Bristol al muy coqueto Club Mar del Plata, escenario de lujosas galas.
Los albores del turismo social y el desembarco de la clase media y trabajadora vieron reflejar en ese espejo de agua céntrico, allá por los inicios de la década del ´50, los brillos del cartel de una nueva empresa al momento de mencionar o dar como referencia geográfica. Por esos tiempos y por casi tres décadas consecutivas, fue para todos el Espigón Gancia.
El turno de una firma marplatense recién llegó por la década del 80, cuando estas playas ya eran escenario de turismo masivo, materia prima del ya por entonces principal destino de veraneo del país. Alfajores Balcarce le puso sus tonos en naranja y marcó otro hito. Y una década después, con tamaño de cartel imponente, la firma que dominó esa posición publicitaria fue Celusal.
El peor momento
Los directivos del club reconocen que el peor momento en términos de administración y sostenimiento de las instalaciones se vivió en 2011, cuando por un cambio normativo local en el Código de Publicidad se prohibieron los carteles de mayor tamaño en el marco de una política municipal que buscaba reducir la “polución visual”.
“Fue muy difícil porque esto se sostiene con las cuotas de los socios y sobre todo la publicidad estática”, explica Rubén Caro, presidente del Club de Pesca Mar del Plata desde hace 15 años.
Lo que esa medida redujo para la comisión directiva del Club de Pesca Mar del Plata fue el ingreso de fondos. Durante ocho años debieron subsistir sin más recursos que las cuotas societarias, las concesiones del restaurante y el salón de eventos, donde se puede comer o desayunar con imponente visión panorámica. Y un playón de estacionamiento que se encuentra en el límite con el Boulevard Patricio Peralta Ramos, a la altura de Avenida Luro y la costa.
“Gracias a los ingresos generados por el cartel, sumando a los otros como alquileres percibidos, los sucesivos concursos de pesca y a un gran esfuerzo económico de los socios, pudimos no solo mantener la estructura del muelle hasta el día de hoy, sino encarar una nueva reparación y reconstrucción de las últimas dos islas de espigón, las cuales se encuentran muy comprometidas en su parte interior”, plantearon al entonces intendente Carlos Fernando Arroyo cuando llevaban ocho años con la terraza desocupada. Entonces, por fin, lograron que se revisara aquel código y otra vez pudieron volver a tener ingresos por la posición publicitaria más importante y vistosa de la costa atlántica.
En enero de 2019 se realizó el encendido del nuevo cartel, que contrató la cervecería Quilmes. Con nueva tecnología que, a diferencia de los antecesores, enciende en secuencia desde la primera hasta la última de las letras y cada noche pinta de azul la bahía. Un avance pintoresco y, para la institución, un respiro económico.
Este actual espigón fue la opción superadora del muelle Lavorante, una aventura de un ingeniero italiano que en los años 20 y en ese mismo sector, hoy conocido como Punta Iglesia, construyó una gran piscina con agua de mar y posiciones para la pesca. Un violento temporal se llevó todo en unas pocas horas. Los pescadores que se quedaron sin ese punto de encuentro, todos de buen poder adquisitivo y de la Capital, juntaron fondos, fundaron este club y con supervisión de la Dirección de Arquitectura bonaerense se lanzaron a construir este muelle de más de 200 metros de extensión que poco después se inauguraría con presencia del presidente Marcelo T. de Alvear y el primer presidente del club, Hernán Ayerza.
“Se construyó simulando un gran buque atracado en la costa, con sus corredores laterales bien altos que usan los socios para la pesca, y ubicaciones más altas donde se distribuyen el restaurante y el salón de fiestas, con la mejor vista que se pueda tener de Mar del Plata”, detalló Caro a LA NACION.
Área reservada
Lo más destacado en esta historia es el tiempo transcurrido y el necesario mantenimiento que requiere esta estructura, sin participación ni aportes del Estado. Los pilotes que sostienen el muelle tienen en su extremo más lejano casi 16 metros de altura. Se construyó en formato de islas en forma de cuadros, yuxtapuestos, de tal manera que alguna falla en uno de los sostenes no afecte la estabilidad del resto de la construcción.
Gran parte de esos sostenes de hormigón armado quedaron literalmente al desnudo a fines de los 90, cuando un relleno artificial de las playas céntricas significó el volcado de enorme cantidad de arena que dejó al morro del Club de Pesca Mar del Plata casi sin agua en su extremo más próximo al mar. La naturaleza hizo lo suyo y hoy el último esfuerzo de las olas llega hasta la mitad o algo más de la extensión del muelle.
“Tenemos un mantenimiento periódico, que es muy costoso siempre, pero el espigón está en muy buenas condiciones, incluso pintado de punta a punta hace poco más de un año”, destacó Caro sobre las dificultades que la institución afronta. La cara sur, por ejemplo, tiene proyecto de obras. Ese presupuesto llegaría a seis cifras y en dólares.
Solo los socios pueden acceder al área de pesca, donde además tienen instalaciones como quincho, vestuarios, lockers y espacio de reuniones. Uno de los comedores y la sala de directorio mantienen pisos originales, de 100 años, e incluso la mesa principal donde se toman decisiones es la misma donde se firmó el acta de fundación, el 29 de enero de 1925.
Cobrar un acceso al público, que convierte el primer tramo del muelle en una suerte de peatonal, no está en los planes. “Damos un ejemplo de cómo convivir los privados con el público y el turismo, abriendo espacio para que disfruten buena parte de nuestras instalaciones”, destacó Caro. “Club de Pesca Mar del Plata: Patrimonio de la ciudad” se lee en una placa colocada en una de las farolas que iluminan ese corredor. Para sumar ingresos se evalúan otras alternativas. Por ejemplo, pantallas led sobre una segunda terraza, más próxima al morro del espigón.
Si bien la fecha del centenario es este miércoles, la celebración de los socios y sus familias se programó para el próximo 22 de febrero en el salón de eventos, donde brindarán por dos muy buenos motivos: un siglo de vida del club, y siempre por la buena pesca que vendrá.