Las enredaderas, o plantas trepadoras, tienen una particularidad que las hace atractivas y desafiantes al mismo tiempo: su capacidad para extenderse rápidamente sobre estructuras verticales o incluso por el suelo.
Esto se debe a sus mecanismos de crecimiento, que incluyen zarcillos, raíces aéreas o estructuras similares que les permiten adherirse a superficies y crecer.
Si bien este comportamiento es beneficioso para cubrir pérgolas, muros y cercos, también puede terminar en una colonización descontrolada de otros espacios del jardín o incluso estructuras más delicadas.
Si no se las controla, las enredaderas pueden generar varios inconvenientes, a largo plazo. Por ejemplo, daños en las estructuras, ya que las raíces aéreas y zarcillos de algunas especies pueden “lastimar” paredes, cercos y otras estructuras, ejerciendo presión o incluso penetrando en grietas, lo que puede comprometer la integridad de los materiales.
Las enredaderas tienden a competir por la luz, el agua y los nutrientes con otras plantas del jardín, lo que puede llevar a que otras especies se vean debilitadas o incluso mueran por falta de recursos. Por otra parte, en algunas especies, el crecimiento denso puede bloquear el flujo de aire y agua, provocando la acumulación de humedad, lo que a su vez puede favorecer enfermedades fúngicas.
Para disfrutar de las enredaderas sin que se conviertan en un problema, es fundamental implementar ciertos cuidados y controles en su cultivo.
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Las enredaderas siempreverdes deben podarse para evitar que se pongan demasiado densas, pesadas y para que se conserven en el marco previsto
La poda es fundamental
Se debe comenzar por suprimir las ramas enfermas o secas. Luego hay que enredar las largas, que pueden utilizarse para tapar lugares descubiertos en las paredes. Por último, es necesario cortar todas las ramas que estén fuera de lugar y que no pudieron enredarse. La poda se debe realizar justo antes que comience el año de crecimiento.
Las enredaderas cultivadas por su flor deben podarse inmediatamente después de la floración. Es muy importante realizar podas vigorosas dos veces al año, en general en otoño y primavera, para mantenerlas bien pegadas a la pared.
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Rosas, glicinas y otras flores trepadoras
Las enredaderas de rosas florecen bien sobre las ramas viejas de dos años. Se debe realizar una poda de limpieza de ramas secas, torcidas o que hayan dejado de producir flores.
También se deben podar las ramas secundarias que crecen a partir de las principales, dejando entre tres y cinco yemas por rama. La poda debe realizarse cuando haya finalizado la floración, a partir de junio.
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En el caso de las glicinas, la poda de raíces es una práctica que da buenos resultados cuando la planta deja de florecer vigorosamente: una vez que las hojas caen en otoño, se realiza una zanja alrededor del tronco, a 30 o 40cm de distancia, con una pala de punta bien afilada.
Esto se realiza sólo en plantas envejecidas y es una buena manera de fomentar la floración. En el caso de las plantas jóvenes hay que tener en cuenta que tardan entre 5 y 6 años en florecer.
La Santa Rita es una especie que, cuanto más se poda, más ramas y hojas nuevas produce. De este modo se logra que la planta quede bien tupida y florezca en abundancia.