“Habrá que esperar un tiempo hasta que el mercado se reacomode y funcione la oferta y la demanda con las nuevas reglas”. Eso era lo que decía avanzada esta semana la mayoría de los productores de maíz y de soja, ante un anuncio de baja de las retenciones agrícolas considerado positivo en su esencia, pero cuya concreción práctica se ve afectada por las condiciones de ingreso perentorio de divisas que impone el gobierno nacional.
Por ahora, se advierte una leve mejora en los precios de cereales y de la soja, pero ese incremento no alcanza para salir de la zona de quebranto que se proyecta para los granos gruesos 2024/25. Por ejemplo, haber pasado de 280 dólares por tonelada de soja para la posición Mayo previo a la baja de derechos de exportación a 292 del martes de esta semana, sigue dando pérdidas en campos alquilados con los rendimientos que se prevén. En el primer escenario, con un rinde de 30 quintales por hectárea (qq/ha), muy probable en muchas zonas por la seca, se perdían 199US$/ha; con los precios del martes, se perderían 169US$/ha. Con 35qq/ha, los valores respectivos serían -77 y -42US$/ha. Solo con 40qq/ha -un rinde que se alcanzará en muy pocos campos- los números se tornan positivos: con 280US$/t daba un margen neto de 46US$/ha y con US$292, asciende a 91US$/ha. El rinde para cubrir los costos del cultivo asciende a 36qq/ha si se considera un precio de 292 dólares por tonelada
Retenciones: la primera semana con los nuevos derechos de exportación no disparó una ola de ventas
Por otro lado, el precio de US$292 es inferior al que se puede calcular considerando la capacidad teórica de pago de la oleaginosa, pero en ese spread tiene mucho que ver la obligación de la liquidación de las operaciones en un plazo de 15 días de presentada la Declaración Jurada de Venta al Exterior (DJVE), que genera un costo financiero. Se necesitará tiempo y diálogo entre los involucrados y el Estado para solucionar estos inconvenientes.
Implicancias
Mientras tanto, las opiniones de productores y técnicos muestran distintos matices. Según Carlos Pouiller, director de AZ-Group, la baja de derechos de exportación impacta directamente sobre el FAS teórico, que es el techo teórico al que pueden llegar los precios pagados a los productores. Habitualmente, estos precios se pueden ubicar en coincidencia con el FAS teórico, por debajo -por ejemplo, en épocas de cosecha- o por encima, ante situaciones de escasez.
Con el anuncio de reducción de retenciones se elevó el precio FAS de los granos. Pero, al analizar los resultados económicos de la agricultura, no hay que olvidar que dependen de multiplicar precio por cantidad (PxQ). Este año, en la cantidad, va a haber bajas por clima desfavorable; también juegan en contra muchos costos encarecidos en dólares.
Más allá de lo expuesto, hay una mejora en la proyección de resultados entre el “antes” y el “después” del anuncio, pero eso “va a tener que medirse día a día en función del clima y de cómo se mueven los precios, que seguirán mostrando volatilidad”, recomienda Pouiller. “Los productores tendrán que tomar la decisión de vender cuando alcancen su precio objetivo de acuerdo a la rentabilidad esperada”, destaca.
Otro factor que está jugando en contra de los precios es la obligación de los exportadores de ingresar las divisas a los 15 días de la declaración de venta al exterior. Esto “implica un costo financiero que se trasladará al precio del productor, por lo que es altamente improbable que veamos precios equiparados al FAS teórico”, alerta el directivo.
Como resumen, si se compara la situación previa y posterior a la medida, hasta mediados de semana había una mejora en el resultado, aunque no sustancial. El producto más beneficiado podría ser la soja, pero van a jugar mucho los rindes en el resultado de la campaña; si sigue la sequía, se puede “comer” la mejora del precio.
Para Pouiller “va a ser muy difícil ver resultados agrícolas muy favorables en esta campaña”. Hacia adelante, el productor ya no debería esperar más nada del Gobierno: se han develado todos los misterios con el tipo de cambio oficial –va a subir a 1% a partir de febrero-; no hay expectativas de devaluación, ya se eliminó el impuesto PAIS y se redujeron las retenciones.
De aquí en adelante, en esta campaña todas las miradas se van a dirigir al mercado y a la comercialización de lo producido. “A partir de ahora, más que nunca, será muy importante tener una buena estrategia comercial y oportunidad en la toma de decisiones, con mucha profesionalidad en esta parte del negocio agrícola”, resume.
“Intentar desarmar intervenciones del mercado en un sistema tan enmarañado como el de la Argentina es algo loable, pero no es fácil. Si finalmente repercute en aumentos de precios de los granos, tendrá consecuencias positivas para muchos y otras no tanto para los que los toman como insumo para la producción”, distingue el consultor Teo Zorraquín. Y plantea algunas dudas: hacia adelante, ¿quién va a capturar la potencial renta diferencial dentro de la cadena productiva: productores, dueños de campo o la cadena comercial? ¿Qué consecuencias generará, para agricultores y vendedores de insumos, lo comprometido a pagar en cosecha? El mercado irá contestando estas preguntas de a poco.
Más allá de las medidas anunciadas, en la foto actual del negocio agrícola sigue habiendo bastante pesimismo, según Zorraquín. “Clima con lluvias desparejas durante varios años, bajos precios y dólar poco competitivo, conforman la tormenta perfecta. Hay gente preguntándose si vale la pena el esfuerzo de producir, invertir y crecer”, plantea el analista.
“La respuesta a esta duda es individual y dependerá de factores como el tipo de empresa, la edad de los que dirigen, la situación financiera, las barreras de salida y muchos factores más. Lo que está claro es que el negocio agrícola seguirá, aunque cambien los actores”, proyecta y aconseja: “Para no ser marginado, la hora exige mucha sintonía fina dentro y fuera de las tranqueras: analizar la región donde producir y la combinación de cultivos; evaluar el modelo tecnológico, decidir si vale la pena arrendar, cuidar el origen de financiamiento y calcular qué tasa de retorno se está dispuesto a aceptar por asumir el riesgo”.
El modelo agrícola actual no cierra bien. “Seguramente exigirá un ajuste en el valor de los arrendamientos y se van a necesitar superiores niveles de eficiencia dentro de un sector que es supereficiente. Y quizás habrá que asumir que la rentabilidad promedio esperada será más baja y que por eso la búsqueda de escala seguirá siendo un factor de competitividad”, adelanta.
Para el consultor Julio Lieutier, en estos días no hay que considerar solo el aumento de precios que puede sobrevenir por la reducción de derechos de exportación. Por ejemplo, hay un problema serio de rindes en el maíz de primera. En Pergamino muchos productores cosecharán 50 quintales por hectárea y podrían comprometer con forwards solamente 20qq/ha o menos.
En la soja todavía hay un camino por recorrer de cara al período crítico. Pero los fundamentos mundiales de la oleaginosa no son buenos y si hubiera un precio objetivo que asegure determinada rentabilidad habría que pensar en cubrir por lo menos una parte de la producción esperada. También prever la logística de entrega en otoño.
Joaquín Arribillaga, asesor de empresas entrerrianas, indica que “los productores están esperando que los mercados se acomoden tras el anuncio de las últimas medidas y aguardan que las cotizaciones se nivelen”. Luego “va a haber que hacer los números con los nuevos precios y con rendimientos más bajos, porque la seca pegó fuerte en los maíces tempranos y afectó también a la soja, pero aun está en carrera”.
En síntesis: se necesitará mucho diálogo entre los distintos operadores de la cadena de granos y el Estado para que se puedan satisfacer los dos objetivos de los anuncios: mejorar el resultado económico de los agricultores en una campaña muy compleja, y fortalecer las arcas del Estado con divisas frescas que colaboren con el programa de estabilidad y reducción de la inflación que impulsa el Gobierno.
Impacto
Alejandro Vejrup, gerente de la cooperativa Alfa de Tres Arroyos, ve como algo positivo la decisión de bajar impuestos, aunque todavía queda un largo recorrido para que esa medida se materialice en los precios en la tranquera.
Observa que la magnitud del beneficio para los productores depende de la situación financiera. “Quienes ya tenían mucha soja vendida o comprometida para cubrir canjes quedan afuera de potenciales mejoras por estar calzados entre compras y ventas. Es decir, a los productores más complicados financieramente la baja de las retenciones no les ayuda mucho”, advierte.
Por otra parte, otro efecto puede ser el encarecimiento relativo de los alquileres para los productores que no siembran soja, como en el sur bonaerense donde predominan trigo, cebada, maíz y girasol. “Como los arrendamientos se pactan en quintales de soja, que redujo las retenciones más que otros granos, los productores de estos últimos verán encarecidos sus arrendamientos al pagarlos en quintales de soja por hectárea”, dice.