Álex Grijelmo (Burgos, 1956) ha tardado cinco años en escribir un libro, La perversión del anonimato (Taurus, quinientas páginas), que es al periodismo actual, el que hacemos y leemos ahora en todos los niveles del oficio, lo que en su tiempo fueron para los veteranos las memorias de Ben Bradlee o Los elementos del periodismo de Bill Kovach y Tim Rosenstiel.
Preocupado por ese oficio amenazado, Grijelmo lleva años explicando qué debemos hacer los periodistas para defendernos de la pereza, de la mentira, del insulto o del despiste. Él mismo es un profesional de muchísima experiencia, labrada en redacciones de gran importancia (Europa Press, El País, la agencia Efe, de la que fue director).
Ese bagaje lo ha convertido en una autoridad y sus libros (El estilo del periodista, La seducción de las palabras, El genio del idioma, La información del silencio, además del Libro de estilo de El País) son referencia internacional de la esencia ennoblecida del idioma que es la esencia de su pasión: el rigor, la verdad.
Esta vez ha escrito un desafío superior, pues La perversión del anonimato no sólo es una advertencia a los desafíos que afronta ahora el lenguaje del periodismo. Es, también, una guía ética contra las perversiones a las que nos puede llevar, a los ciudadanos, no sólo a los periodistas, el uso del anonimato que, como se dice en el resumen que el propio libro ofrece en su contraportada, “facilita la libertad, pero también la impunidad”.
Así que no es sólo un libro para que nosotros, los periodistas, nos tentemos la ropa de nuestros errores, sino que es también una manera de regular “democráticamente” el uso de los anónimos para que éstos no nos devuelvan “a la selva”. Naturalmente, el periodismo y los periodistas (los grandes periodistas) figuran en primer lugar en esta tabla de la ética que es el libro de Grijelmo.
Lo entrevisté en la sede de su editorial, Taurus, en Madrid, y lo primero que le propuse tiene que ver con su maestro Gabriel García Márquez, con quien trabajó en la fundación que éste fundó en Cartagena de Indias. Le pregunté a Álex Grijelmo, que siempre ha tenido en su corazón las enseñanzas de Gabo, cómo se tomaba éste las obligaciones del oficio, aquello que el periodista no podía dejar de lado.
Naturalmente, me explicó el autor de La perversión del anonimato, “Gabo se lo notaba con mucha seriedad… Me acuerdo que él decía que no se podía mentir ni en el más mínimo de los detalles en el trabajo de periodista. No tendría importancia en un reportaje decir que alguien llevaba una camisa de un color u otro, salvo que esto tuviera un simbolismo político… Pero no se podía mentir, decía, en ningún detalle, ni inventarse un botón de más… Hay que contar la verdad, decía él, no hay ninguna excusa para no contar la verdad, para decir algo que fuera falso”.
La mentira está prohibida. Otro maestro, el también colombiano Javier Darío Restrepo, me dijo Grijelmo, “reforzaba esa línea de periodismo ético del que aprendió el propio Gabo”. De esas experiencias, y del propio trabajo que ha convertido al autor de La perversión del anonimato en uno de los grandes periodistas de la lengua, nace este tratado de la comunicación que se corresponde con la lección mayor que él mismo ha recibido para ser periodista: no abandonar nunca la voluntad de estilo.
“En el estilo no sólo entran la redacción o la escritura; también entra una manera de comportarse profesionalmente, de manejar fuentes fiables, de contrastar las informaciones conflictivas, de escuchar la parte acusada, de ser respetuoso con los personajes a los que retratas. Eso también forma parte del estilo”.
Así que lo que más le ha preocupado es “el respeto a unas formas, a unos pilares éticos, y además a una escritura que no sólo ha de ser correcta sino, a la vez, agradable, que produzca placer en quien lee un periódico. Que alguien disfrute leyendo. Esto ha desaparecido de las preocupaciones de los periodistas. Se ve muy claramente por la falta de destreza y por las herramientas tan rudimentarias, en la gramática, en el lenguaje, con las que uno se encuentra”.
Dice Grijelmo que “cualquier análisis de la escritura que se haga de los textos periodísticos ha de dar ese resultado… Y hoy se encuentra descuido y falta de destreza. Lo que debe primar en un periodista contemporáneo es la honradez. Y, en segundo lugar, la capacidad de discernir y jerarquizar. Porque ahora la información es tan apabullante, tenemos tanta por todas partes que lo realmente crucial para el periodismo es ahora discernir entre aquello que es relevante y lo que no lo es….”
Cuenta Grijelmo que “el académico español Manuel Seco (me parece que fue él) dijo una vez que había que distinguir las fuentes y los charcos… Y ahora hay muchos periodistas que no beben en fuentes, sino que lo hacen en charcos y luego no depuran el agua. Porque un charco te puede dar una información que, depurada, bien contrastada, puede finalmente convertirse en una noticia… Pero es que ahora las informaciones llegan en muchos casos sin comprobar porque provienen de una sola fuente y, además, interesada”.
Entre los factores que influyen para que la sociedad, y no sólo el periodismo, se hallen ante el peligro que supone la mentira está el uso del anonimato, que es la raíz de las advertencias que pueblan el nuevo libro de Álex Grijelmo. 514 páginas ha dedicado a este problema gravísimo que afecta a la raíz y la esencia, como señalaba Gabo, de lo que obliga al oficio: la verdad. “El libro nace de la preocupación por la desaparición
de la veracidad. Porque en el momento en que las mentiras circulan por las redes con total impunidad, cuando se mezclan con las verdades y éstas dejan de ser fiables, cuando el anonimato las envuelve, ¿cómo puede distinguir la verdad de la mentira si está todo mezclado?”
La mentira, esta amenaza, como el anonimato, tiene ahora, le digo a Grijelmo, tiene cierto valor social; la dicen los políticos y la creen los ciudadanos, la dicen los periodistas, y circula en los medios, camina a lomos de una supuesta verdad y crece en las audiencias… “En nuestro caso, en el caso del periodismo”, dice Grijelmo, “habría que plantear en los medios serios y honrados una sección sobre las mentiras de ayer, lo que ayer fue mentira, desnudado para que el público sepa qué se dijo que no fuera verdad. Las mentiras de la semana: que se avise al usuario de los medios de que éstos puedan estar contaminados con los bulos”.
Sería, le digo, como una manera de obligar a lo que Bill Kovach llamó “la disciplina de la verificación”. Verificar, ese es un gran verbo, le digo a Grijelmo, para comprobar la salud del periodismo… Y dice el autor de La perversión del anonimato: “Pues es una salud decreciente… Estamos ahora mismo en el reino del periodismo de una sola fuente, en el que quien te cuenta algo primero ya tiene una preferencia, un privilegio, de modo que cuando venga a otro a desmentirlo ya ha llegado tarde… Ese periodismo del privilegio de ser la primera fuente es uno de los problemas que se están dando en la profesión”.
¿Y la palabra mentir, Álex, en qué sitio está? “El libro entero va de eso. De la exageración de la realidad, de la media verdad. La media verdad es la mentira más peligrosa. Ahora hemos escuchado a Donald Trump decir mentiras con toda solemnidad, que millones de personas creen. Por eso lo que más me preocupa es la desaparición de la verdad del terreno de los debates. Ahora hasta la verdad es sospechosa”.
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Juan Cruz
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