Sonríe. Mira a los muchachos que, agitados y a centímetros de él, cantan mientras hacen latir un tambor. Marca el ritmo con su cabeza. Al final de cada cántico aplaude y sonríe más. La gente pasa y lo mira con ternura. Grandes y chicos lo saludan, se acercan para tomarse una foto, lo felicitan. Él repica su campana y sonríe, sonríe todavía más.
Es que no pasa desapercibido. Ramón Ramirez tiene 82 años y cuando en la Bombonera hay partido, él siempre está en la previa a bordo de un carro a pedal que él mismo hizo. Lo pintó de azul y amarillo, con un gran escudo de Boca Juniors que ocupa la chapa delantera. Atrás lleva la imagen de Maradona y del estadio Alberto J. Armando. El volante es de un Fitito, en el asiento largo entran dos personas o tres, si se aprietan un poco.
En su esquina favorita. Va a todas las previas de Boca. Gentileza: @ojodetigre.
En el vehículo se funden las dos pasiones de Ramón: el ciclismo y Boca. Él representó al club en este deporte por 10 años, y ganó decenas de trofeos que brillan tanto en Brandsen 805 como en su casa: “Tengo 30 en una repisa”. “Yo quiero mucho a Boca, estoy feliz con todo lo que me dio”, comenta, sentado en la que los hinchas ya apodan como la “Gagoneta”.
Irala y Brandsen es. Ramón vive a pocas cuadras de la cancha. Cuando hay fiesta en en el barrio sale de su casa en el carro azul y oro. Lo hacetemprano, para dar unas vueltas cuando todavía las calles están transitables. Luego se planta en aquella intersección y disfruta de la pasión boquense encarnada en los fanáticos durante la previa al partido. “Vengo cuando empieza a llegar la gente, hoy fue a las 14:30”, dice, antes del encuentro entre Boca y Argentinos Jrs, que inició a las 19.
Carrera en pista de Quilmes. Acompañado de su hijo (sobre la moto) y su sobrino (de pie).
Viste una remera de lycra con el diseño clásico de la camiseta del club de la ribera. “Esta es la que usaba para competir”, cuenta. La misma que luce en la foto del gran cuadro que lleva a su lado, en la que posa con su bicicleta en una mano y un trofeo en la otra. “Esta carrera fue en Quilmes, gané muchas competencias allá”, comenta el ciclista.
En aquel tiempo, las carreras de ciclistas profesionales y con mayor participación se disputaban en dos circuitos principales: una en Lomas de Zamora y la otra en Quilmes. En donde más recuerdos y victorias acumula es en el “Club del ciclista”, partido de Quilmes. En esa pista corrían hasta 100 bicicletas. “Ahí gané una entre 104 competidores”, dice contento, y agrega: “Si no salía primero, estaba entre los mejores cinco”.
Ramón nació en la provincia de Mendoza, en zona de campo, y dice que es de Boca desde chiquito. También anda en bicicleta desde joven, se enamoró del deporte cuando su papá lo llevó a ver una maratón en la ciudad: “Me volví loco, ahí dije que quiero ser ciclista”. A los 30 años y luego de un intento fallido, se estableció en Buenos Aires, porque acá “había más trabajo”, dice. Para costear el viaje tuvo que vender su bicicleta. Pero las ganas de volver a pedalear no tardaron en volver.
También fue atleta de Boca. Foto en la Bombonera.
Al tiempo pudo comprarse una nueva y se le ocurrió que podría representar a Boca en el ciclismo. Así que se presentó, con una bici y un amor. Le ofrecieron un sueldo de administración. “Hice números y me cerraba, podía pagar la pensión y vivir bien”, comenta. Hasta ese entonces, entrenaba muchas horas y de noche, de día trabajaba. Comenzó a entrenar en el predio del club, pero nunca dejó de pasear con su bici por el parque Lezama.
A los 40 años se retiró del ciclismo profesional, pero no de Boca. “Trabajé como cafetero en la presidencia del club, Armando me decía Ramoncito”, se ríe al recordar el vínculo que tenía con el entonces presidente de Boca, histórico dirigente con más años en el cargo (23), y que más proyectos encabezó en el club. En sus días como mozo, vio pasar por ese despacho a varios jugadores de las décadas del 70 y 80, entre ellos Maradona. «Tengo fotos con Mouzo y Gareca, las de Diego me las robaron», asegura.
Con Gareca y Mouzo respectivamente. Ramón servía café en la presidencia de Boca.
Inspirado en una foto que vio por Caminito de un Ford T 1908 italiano de bronce, se le ocurrió que podía hacer un carro a pedal para ofrecer paseos por el parque Lezama: “Pensé: es como retroceder en el tiempo y a la gente le va a gustar”, cuenta. Y se puso a fabricarlo. Así nace el que hoy está tuneado con los colores de Boca, que originalmente era de color liso.
“Me fue muy bien, a los meses hice 4 coches más”, dice y agrega: “1 vuelta por 1 peso. Así pude comprarme la casa que tengo ahora, en el barrio de la Boca”. En ese entonces, había muchos comerciantes en el parque, y los hijos o nietos eran los que pasaban el día en la exclusiva atracción que traía el ciclista.
-“¿Qué haces Ramón? yo de chiquito paseaba en estos carros”-, le dice un joven. El hombre le responde y se ponen a charlar sobre la familia del chico, que Ramón conocía a la perfección. Javier es nieto de dos comerciantes del Parque Lezama, y cuenta que cuando tenía 10 años se divertía con sus amigos dando vueltas a bordo de los carros.
En el Parque Lezama. Se mandó a hacer la camiseta que usó toda su carrera como deportista.
Los fabricó de manera segura para prevenir accidentes: “Por mucho que pedaleaban, el carro no levantaba mucha velocidad. Yo siempre les marcaba el camino y los seguía para cuidarlos”, dice contento. “Se subían de hasta cuatro o cinco niños. Se colgaban de los fierros de atrás, pero el carro aguantaba. Un día un ingeniero me felicitó por técnica que usé, me dijo que soportaban hasta 700 kilos”, comenta, satisfecho por el reconocimiento de aquel hombre.
Hoy Ramón mantiene sus dos pasiones como el primer día. Con su bici personal sale a diario a darle vueltas al Lezama y a hacer los mandados: “Cuando elegí ser ciclista supe que esto me iba a dar salud, no dinero”, comenta entre risas. También asegura que lo mantiene enérgico la alegría de estar rodeado de hinchas y ser parte del carnaval azul y oro. Y es que Boca y su gente le dieron algo más valioso que la plata: vivir de lo que más disfruta hacer en la vida, para los colores que más quiere.