Racing juega a lo campeón. No hay vueltas que darle: no se trata del juego, del fútbol solamente: es el convencimiento de un equipo con ángel. Pisa fuerte, infla el pecho, le cuenta al continente futbolero que sigue siendo Racing, el ganador de la Sudamericana. El que no se conforma con una vuelta olímpica: juega (con el corazón en la mano) por más. Lo demuestra en el 2-0 sobre Botafogo, en una noche de verano en el Cilindro, por el primer chico de la Recopa Sudamericana. El jueves próximo, en Río de Janeiro, será la revancha.
Lo saben en Racing. Lo intuye Gustavo Costas, el plantel de jerarquía internacional, Diego Milito, las autoridades, la gente. Sienten que es el momento, es aquí y ahora, de dar el zarpazo definitivo. Tantos años detrás de los lauros de Independiente y San Lorenzo, es el tiempo de codearse definitivamente con Boca y River. El impulso fue la Copa Sudamericana, un objetivo internacional conseguido 36 años después. Ahora se saca chispas por la Recopa, una hipótesis para engalanar las vitrinas.
Después llegará el turno de la Copa Libertadores, la obsesión del fútbol argentino. La Academia no solo precisa competir: tiene el deseo (las posibilidades futboleras, además, una conexión entre el veterano conductor, el plantel de ayer y los nuevos) de seguir haciendo historia, lo que no es poco. Se trata de acostumbrarse a vivir batallas decisivas, esenciales. No acomplejarse con el cartel de candidato, tantas veces rubricado para otros poderosos. Entre lo ofrecido esta noche y lo que vendrá en Río de Janeiro, el listón académico sigue instalado entre las nubes.
No es tiempo de acomplejarse, ni siquiera de seguir celebrando por la gloria en Asunción contra Cruzeiro. Ya pasó, ya está. Ahora va por más, con la convicción de que las oportunidades hay que saber aprovecharlas. Renovar el concepto de mística, mística copera, en realidad. Aquello de “el primer grande”, como punta de lanza de marketing, queda muy bonito. ¿Y ahora? Ahora vuela hacia adelante, ese es el sentimiento que bajó de las tribunas y alcanzó a los protagonistas.
Botafogo está en una crisis existencial. El dinero aportado por el grupo inversor es ahora menor y, desde la conquista de la Libertadores, se fueron Artur Jorge, el entrenador; Luis Henrique, la figura, y Thiago Almada, el campeón del mundo. En realidad, la lista es asombrosa: el éxodo alcanzó el número 14. En tiempos de debates acerca del ingreso de capitales externos a nuestro traumático medio, resulta toda una advertencia. Claudio Caçapa, el entrenador que llegó, es interino.
El agresivo 3-4-3 que suele disponer Costas, con Vietto algo más retrasado, como un 10 disfrazado, tardó un buen tiempo en aparecer. Lucha, barro y pelotas áreas resultaron los primeros acordes de la noche de verano. Un zurdazo de Salas sacudió la estantería.
El codazo de Barboza a Maravilla en el área le liberó la tensión a Racing. El penal, vía VAR, fue anunciado en vivo por los altoparlantes y festejado como un gol. Y Vietto, medias bajas y la camiseta 10, abrió el marcador en medio de una batalla dialéctica y de pierna fuerte. Una final, al fin de cuentas. Tocado por una sobrecarga muscular traicionera, el delantero debió salir casi inmediatamente, reemplazado por Zaracho.
Deslucido, trabado, monótono y de extrema tensión, los minutos transcurrieron con el rigor de Racing (sin creatividad, desprovisto de algunas antiguas virtudes) y la impotencia de Botafogo, que para conseguir un avance con estilo debía trabajar duro y parejo. Ladrillo por ladrillo y ni siquiera así lo conseguía.
El ritmo que no conseguía Racing lo exhibía Costas, del otro lado del mostrador. El hombre no para: de acá para allá, grita, gesticula, aplaude, hasta salta imitando el mismo gesto técnico de Martirena durante el segundo período. La gente, de a poco, lo fue llevando hacia adelante. Había que ser quirúrgico: debía ser la noche copera de Racing.
Sin Santiago Sosa, el motor, Racing sigue siendo un equipo peligroso, lanzado al ataque, sobre todo por las bandas, con un Maxi Salas siempre desatado, una pesadilla para los brasileños, y Maravilla Martínez, vertical y desequilibrante.
Lo mejor del triunfo de Racing
Y cuando empezaba a sufrir un poco (apenas un poco, acorralado tímidamente por un equipo sin espíritu), una lección del mejor contraataque. De arco a arco, Maravilla, Salas y… Maravilla, con otra maravilla, en este caso por la sutileza sobre el arquero John.
Tiene ángel Racing. Acostumbrado a la malaria por tantos años, es el tiempo en el que le sale todo. Hasta cuando no aparece, está. Es apenas una ilusión óptica lo que se ve en el campo de juego. Racing sigue jugando como campeón, tiene sed de copas.