San Javier. Este Viernes Santo, el Cerro Monje fue nuevamente el epicentro de una de las manifestaciones de fe más conmovedoras de la región. Más de 10.000 peregrinos llegaron hasta la cima del cerro, movidos por la devoción y el deseo de vivir de cerca el misterio de la Pasión de Cristo. Lo hicieron a pie, en bicicletas, motos, autos, y hasta en silencio, pero todos con un mismo objetivo: llegar a la capilla ubicada en lo alto del cerro, símbolo de esperanza y encuentro con lo sagrado.
Desde las primeras horas del día, familias enteras, jóvenes, adultos mayores y niños comenzaron a subir el cerro con paso firme y corazón abierto. A cada paso, el cansancio era superado por la fe, en un ambiente cargado de oración, promesas y agradecimientos. Algunos recorrían cientos de kilómetros, otros venían de localidades vecinas, pero todos compartían el mismo espíritu de entrega.
El momento culmine de la jornada fue la realización del Vía Crucis viviente, interpretado con gran compromiso por los jóvenes de la parroquia San Francisco Javier. En cada estación, los presentes se sumergieron en el relato del sufrimiento de Jesús, en un clima de profundo respeto y recogimiento. La puesta en escena emocionó a todos, y al finalizar, los aplausos del público no solo reconocieron el esfuerzo artístico, sino también la profundidad espiritual del mensaje transmitido.
En su homilía, el padre Dedi invitó a los fieles a “vivir el Vía Crucis, a transportarse en el tiempo y sentir el dolor del Salvador”, generando un momento de reflexión íntima y colectiva que caló hondo en los corazones de los presentes.
Al concluir la jornada, se podía ver en los rostros de los peregrinos el cansancio físico, sí, pero también la paz y la gratitud de haber llegado. Una vez más, el Cerro Monje se convirtió en tierra santa para quienes creen, sienten y caminan con fe viva.