Aún cuando el papa Francisco recibió a Donald Trump en el 2017, en el Vaticano y durante la primera presidencia del republicano, las relaciones entre ambos fueron tensas. Muy diferente a a lo sucedido mientras Estados Unidos era presidido por Barack Obama y, hasta hace pocos meses, por Joe Biden.
Pese a aquel antecedente, y a la última campaña de Trump con promesas de deportaciones masivas, en enero pasado y al momento de iniciar su nueva gestión en la Casa Blanca, el Papa cumplió con los protocolos: le envió oraciones y bendiciones, a la vez que advertía que “será una desgracia” la deportación de inmigrantes.
El mensaje difundido por el Vaticano señalaba que “elevamos las oraciones para que Dios Todopoderoso le conceda sabiduría, fuerza y protección en el ejercicio de sus altas funciones”. Y Francisco agregó: “Inspirado en los ideales de la nación, tierra de oportunidad y acogida para todos, espero que bajo su liderazgo el pueblo estadounidense prospere y se esfuerce siempre en la construcción de una sociedad más justa, en la que no haya espacio para el odio, la discriminación o la exclusión. Al mismo tiempo, mientras nuestra familia humana enfrenta numerosos desafíos, sin contar el flagelo de la guerra, le pido a Dios que guíe sus esfuerzos en la promoción de la paz y de la reconciliación entre los pueblos- Con estos sentimientos, invoco sobre usted, su familia y el amado pueblo estadounidense la abundancia de las bendiciones divinas”,
Rápidamente, y apenas Trump hizo sus primeros anuncios sobre la política inmigratoria y los recortes a la Usaid, llegó una fuerte crítica del Papa. A pesar de su delicada salud, Francisco hizo sentir su voz sobre la ofensiva trumpista.
En una carta a 280 obispos de Estados Unidos, instó a defender a los migrantes y recordó que “Jesús fue un migrante que debió exiliarse junto a su familia a Egipto”. Advirtió, por otro lado, que no es correcto equiparar a un extranjero en situación irregular con un criminal. “He seguido con atención la importante crisis que está teniendo lugar en los Estados Unidos con motivo del inicio de un programa de deportaciones masivas. La conciencia rectamente formada no puede dejar de realizar un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”, afirmó Francisco, quien desde el comienzo de su Pontificado le dio prioridad a la situación de los migrantes, ya sea en el Mediterráneo, en Myanmar y en distintos puntos de la Tierra.
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Los regalos de Trump al Papa
“Se debe reconocer el derecho de una nación a defenderse y mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar”, reconoció. “Dicho esto, el acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión”, agregó.
En lo que tituló como “carta a mis hermanos” en el episcopado de EE.UU. concluyó con un pedido a la Virgen de Guadalupe, patrona de América para que “proteja a las personas y a las familias que viven con temor o con dolor la migración o la deportación”.
Tom Homan, el funcionario designado por Trump para atender el tema de los migrantes, fue el que le respondió a Francisco: “Quiero que se centre en la iglesia católica y arregle eso y nos deje a nosotros la vigilancia fronteriza”, dijo Homan en la Casa Blanca.
Pocos días después, a través de Caritas Internacional, la Iglesia criticó la decisión de Trump de cortar los fondos a la Agencia de ayuda de EE.UU. para el desarrollo Internacional: “Tendrá un impacto catastrófico y amenaza la vida de millones de personas”. Alertaron que restringir a Usaid “pondrá en peligro servicios esenciales para cientos de millones de personas, socavará décadas de progreso en asistencia humanitaria y de desarrollo, desestabilizará regiones que dependen de este apoyo crítico y condenará a millones a una pobreza deshumanizante o incluso a la muerte”.
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El papa Francisco recibió el miércoles en el Vaticano por primera vez al presidente de Estados Unidos, un encuentro que debía servir para limar asperezas entre dos líderes con visiones opuestas sobre temas como migración, cambio climático, venta de armas, pena de muerte y el islam.-Ignacio Olveira
El cardenal checo-canadiense Michael Czerny, jesuita y muy cercano al Papa, y al frente del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, fue uno de los que cuestionó estos recortes: “Si el programa de EE.UU. piensa que los programas fueron distorsionados por la ideología, entonces debería reformarlos. Mucha gente diría que cerrar no es la mejor manera de reformarlos”.
Otro gesto de Trump fue designar como embajador ante la Santa Sede a un ultraconservador: Brian Burch. Es el presidente de Catholic Vote, un grupo crítico de la gestión de Francisco y llegado al exnuncio Carlo Maria Viganó, excomulgado. A su vez, Francisco había designado a Robert McElroy, cardenal de San Diego, como nuevo arzobispo de Washington: está considerado un intelectual brillante y de la llamada “línea progresista” en la Iglesia.
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