Los debates electorales se convirtieron en una buena noticia de nuestra democracia. Costó años que todos los candidatos acepten que la sociedad tiene derecho a conocerlos y a juzgarlos durante un largo rato frente a la televisión. La Ciudad de Buenos Aires dio un paso más y los institucionalizó en el Código Electoral que sancionó la Legislatura.
En este año en el que los porteños elegirán por primera vez a sus representantes locales sin estar enganchados a otra boleta de mayor peso político, los 17 candidatos que encabezan las listas de dónde saldrán la mitad de la Legislatura se sometieron a tres horas de debate.
Lo que en un comienzo podría aparecer con un esquema tedioso y antitelevisivo, mutó en un atractivo programa para poder conocer a los candidatos más noveles, analizar a los más veteranos y advertir estrategias entre los más competitivos.
En efecto, fueron casi tres horas de televisión en vivo en las que los candidatos rotaron, expusieron, preguntaron y fueron interrogados. Es una verdad de perogrullo que de los debates quedan las frases más efectistas, la velocidad en la respuesta, el fragmento que mejor puede sintetizar un momento y la lectura que puedan hacer periodistas y líderes de opinión.
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Hoy a eso se le suma, la participación en vivo que hacen los usuarios de las redes sociales, en especial los que discuten en X con la misma pasión que los hinchas de fútbol.
En ese campo ocurrió una de las cosas más importantes (y graves) del debate, la amenaza del asesor presidencial Santiago Caputo a un fotógrafo que en un lugar público tomó imágenes de una persona pública.
Puertas afuera del debate pasó el peor momento del oficialismo nacional a manos de su principal estratega.
Segundo error no forzado en muy poco tiempo que nace en la cancha que el mileismo se jacta de manejar para terminar con la mediación del periodismo: en X fue el lugar en el que explotó el vídeo con Jonatan Viale; en X fue donde se multiplicó por miles la imagen de Caputo tomando una foto de la credencial de un reportero gráfico.
Santago Caputo y su amenaza a un fotógrafo que cubría el debate porteño.
Ya en el debate, se advirtió que todos fueron a reforzar a los que imaginan sus votantes, que le fueron a hablar a su clientela. Manuel Adorni fue a cumplir con dos objetivos, confrontar con el kirchnerismo para dejar sin juego al PRO y a estar más a la derecha que la pared para anular a Ramiro Marra, que es una clara amenaza a su posibilidad de crecer.
Lo hizo utilizando una y otra vez la palabra zurdo como adjetivo calificativo, como si fuese un sinónimo de lo que en Marra es fisura. Esa utilización del término zurdo adquiere peores connotaciones en el contexto del episodio Caputo fichando a un periodista.
Santoro se anotó un punto al comienzo cuándo anunció que se iba a ver una carrera por ver “quién es peor persona”, gol que se metió en contra cuándo provocó en forma innecesaria a la candidata de Evolución Lula Levy, que le devolvió un mandoble cuándo le dijo que mientras los estudiantes universitarios le daban de comer a la gente en la calle en pandemia, él estaba de fiesta en Olivos y con el vacunatorio VIP.
En el medio, se la llevó de arriba Rodríguez Larreta que en su objetivo de mostrarse como gestor propositivo, recibió un “te voté y me decepcionaste».
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Lospennato se ató a su libreto de ser más amarilla que nadie y volvió a los grandes éxitos del PRO: la ciudad no se inunda y ya no hay más baches, en clara confirmación del agotamiento discursivo del macrismo.
Su golpe más duro lo sufrió a manos de Juan Manuel Abal Medina (que disputó con Alejando Kim al pueblo peronista intentando alejarlo todo lo posible de Santoro) cuándo le recordó todo el apoyo a Javier Milei en el Congreso y le clavó la macrista frase “en qué te convertiste Silvia”. La administración local pagó la primera cuenta de la atomización y fue la más castigada de la noche.
De los del pelotón de abajo, Caruso Lombardi hizo bien de Caruso Lombardi pero en vez de hablar de fútbol se corporizó en vecino enojado portador del sentido común; Paula Oliveto se autopercibió heredera de Elisa Carrió; Marcelo Peretta propuso bajar los medicamentos, los dirigentes de izquierda cumplieron las expectativas de los militantes de izquierda y Alejandro Biondini renovó la cara ajada de su padre por un nazismo que no se animó a desmentir.
Mérito para la producción del Canal de la Ciudad que hizo de un debate de 17 algo dinámico, mérito para los candidatos que no faltaron y una vez ahí respetaron lo acordado, y mérito para dos conductores sobrios que saben que esa noche no eran los protagonistas.
Los porteños deben estar agradecidos, nadie podrá argumentar que no tuvo posibilidad de, al menos, poder acercarse durante tres horas a aquellos que le piden el voto.
En síntesis, lo bueno ocurrió en el estudio del Canal de la Ciudad y salió al aire; lo malo en la puerta, cuándo gracias al periodismo quedó registrada la imagen de la prepotencia de los que creen que pueden manejar y decidir todo.
*Trabaja en comunicación política desde 1999. Su último libro es Ahora Alfonsín. Historia íntima de la campaña electoral que cambió la Argentina para siempre (Margen Izquierdo/Planeta)
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Matías MéndezBio completa
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