Al preguntarles a los niños qué es lo que más recuerdan de su infancia, algunos hablan de su primer día de colegio, otros de un cumpleaños especial y otros de algún disgusto.
Si bien existen muchas diferencias en la cantidad de detalles, casi todos los recuerdos tienen algo en común y es que son autobiográficos.
Casi todos,además, ocurrieron después de cumplir los tres años.
Los científicos hablan de amnesia infantil a este fenómeno por el cual casi nadie recuerda hechos ocurridos cuando tenía, digamos, dos años.
Dejarlos que hagan algo por sí solos es inolvidable para los niños. Foto: Shutterstock.
Cinco recuerdos de la infancia que marcan a los hijos, según la psicología
Un artículo en The Conversation dice que, pese a esa amnesia infantil, “a partir de los primeros días de vida, los bebés pueden recordar la cara de su mamá y distinguirla de la de un extraño”. Unos meses después son capaces de recordar a otras personas y hasta de sonreírles al verlas.
Otro artículo, de la revista Muy Interesante, asegura que “los recuerdos que tenemos en la infancia, su carácter general y número, dependen de una serie de factores. Para recordar eventos vividos de manera consciente, hay que tener ideas y estas a su vez dependen del lenguaje y, por ello, su grado de desarrollo determinará en parte la amplitud y variedad de sus recuerdos”.
En la infancia, los recuerdos se pueden clasificar en sensoriales y episódicos. Los sensoriales son los que se basan en las impresiones inmediatas que recibimos a través de nuestros sentidos. Son los más primitivos y no requieren de un alto grado de procesamiento cognitivo.
Los recuerdos episódicos son más complejos y están relacionados con eventos específicos. Requieren una mayor capacidad de procesamiento cognitivo y están vinculados al desarrollo del lenguaje y la capacidad de narrar experiencias.
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A medida que los niños crecen y desarrollan sus habilidades lingüísticas, aumenta su capacidad para formar recuerdos episódicos. Estos recuerdos son más duraderos y permiten construir una narrativa coherente de la vida, conectando diferentes eventos y experiencias.
La transición de recuerdos sensoriales a episódicos es un proceso gradual que depende del desarrollo y del entorno de cada niño, tanto familiar como social.
Más allá de estos datos, el sitio Trendencias asegura que existen cinco tipos de recuerdos que marcarán a los niños durante toda su vida.
Si se transmite seguridad y amor el mundo resultará más confiable. Foto: Shutterstock.
1) Las tradiciones familiares
Los almuerzos de los domingos, los viajes a la Costa o los cumpleaños con los amiguitos son algunos de los episodios que suelen quedar para siempre en la memoria. Los psicólogos de Mentes Abiertas aseguran que la cultura familiar “influye en el desarrollo cognitivo, social, emocional y moral. A través de la interacción con sus padres, hermanos y otros familiares, los niños aprenden cómo comportarse, cómo expresar emociones, cómo resolver problemas y cómo establecer relaciones saludables”.
2) Momentos de descubrimiento
El psicólogo Jean Piaget, afirmaba que los niños aprenden mejor a través del descubrimiento activo. “Cada vez que le enseñamos algo a un niño, le impedimos inventarlo por sí mismo”, afirmaba. Por eso, el día en que les dejan hacer algo por sí solos resulta inolvidable.
3) Seguridad y amor
El abrazo de los padres, la sensación de sentirse amado, seguro, influye en la vida adulta. “Si no logramos generar una confianza básica, el mundo parece poco confiable”, escribía el psicólogo Erik Erikson en su teoría sobre el desarrollo psicosocial. Esos gestos ayudan a generar un entorno de seguridad en nuestros hijos.
4) Las disculpas
Los padres son el ejemplo de los hijos y la forma de enseñarles valores es tenerlos. Por eso, saber pedir perdón resulta fundamental. Disculparse como padres no es mostrarse débiles, sino enseñarles empatía. Una madre o un padre que saben admitir sus errores enseñan que los errores no nos definen y que existe una forma de manejarlos.
5) Seguir adelante
Cometer errores o fracasar no es algo que defina a nadie, y cuando tenemos a nuestro lado alguien que nos anima a continuar es cuando desarrollamos la verdadera confianza y la autoestima. “Las personas que creen que tienen el poder de ejercer cierto grado de control sobre sus vidas son más saludables, eficaces y exitosas”, escribía Albert Bandura, psicólogo que desarrolló la teoría del aprendizaje social. Y la confianza proviene de experimentar pequeños éxitos y tener personas que nos animan a continuar y mejorar.
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