En los últimos años, el entrenamiento funcional se convirtió en uno de los métodos más populares en los gimnasios y plataformas de fitness. Promete un cuerpo más fuerte, ágil y preparado para los desafíos cotidianos, con rutinas dinámicas que evitan el aburrimiento. Pero, según advierten especialistas, no siempre es la mejor opción para todos: algunos perfiles pueden estar más expuestos a lesiones si no se toman ciertos recaudos.
A diferencia del trabajo en máquinas, donde se aíslan grupos musculares, el entrenamiento funcional apuesta por el movimiento integral. Se trata de ejercicios que imitan movimientos cotidianos como empujar, tirar, levantar peso del suelo, saltar o estabilizar el cuerpo. Combina fuerza, equilibrio, coordinación y resistencia en un mismo ejercicio.
Entre sus ventajas, esta disciplina no solo mejora el rendimiento físico en las actividades de la rutina diaria, sino que además genera un gasto calórico mayor. Esto lo convierte en una opción interesante para quienes buscan perder grasa corporal o mejorar su composición física de forma más dinámica. Sin embargo, aunque suene tentador, no todos deberían lanzarse de lleno sin una preparación previa.
El funcional suele estar compuesto por grupos heterogéneos, en el que se agrupan personas con distintos niveles de condición física, experiencia y necesidades, lo que puede representar un riesgo para quienes recién comienzan.
Al no tratarse de un entrenamiento personalizado, aquellos sin experiencia previa podrían exponerse a movimientos o cargas para los cuales su cuerpo todavía no está preparado, lo que eleva las chances de sufrir lesiones si no cuentan con una adecuada adaptación inicial.
Para saber qué tener en cuenta antes de arrancar con una rutina funcional —y evitar que el entusiasmo termine en lesión—, el personal trainer y coach de funcional Maximiliano Latriglia explicó a Clarín qué condiciones físicas hay que tener y cómo adaptar el entrenamiento a cada uno.
¿Quiénes no deberían hacer entrenamiento funcional y por qué?
Si bien el funcional puede adaptarse a diferentes niveles, Latriglia sostiene que existen ciertos casos donde representa un riesgo si no se toman precauciones especiales. Las personas que deberían evitarlo o adaptarlo bajo supervisión médica son:
Personas con lesiones agudas o recientes
El entrenamiento funcional exige coordinación, equilibrio, control corporal y la capacidad de mover cargas de forma progresiva. Frente a una lesión aguda —como esguinces, desgarros, fracturas, luxaciones o cirugías recientes— los tejidos aún no están en condiciones de tolerar esas exigencias. El entrenador funcional alerta que iniciar la actividad en estas circunstancias puede agravar la lesión, enlentecer la recuperación o generar compensaciones perjudiciales.
Personas con enfermedades cardiovasculares no controladas
Quienes presenten hipertensión no controlada, insuficiencia cardíaca grave o arritmias inestables deberían evitar este tipo de entrenamiento, ya que su intensidad puede provocar picos de presión arterial y frecuencia cardíaca, lo que puede elevar el riesgo de infarto o accidente cerebrovascular.
Personas de todas las edades pueden entrenar funcional si cuentan con las condiciones físicas adecuadas. Foto:Shutterstock.
Personas con trastornos neurológicos graves
Pacientes con Parkinson avanzado, hemiparesia post-ACV o epilepsia activa deberían abstenerse de anotarse a funcional sin supervisión adecuada, ya que las alteraciones en la coordinación, el equilibrio y el control motor aumentan significativamente el riesgo de caídas y accidentes.
Personas con problemas articulares severos
El trabajo con rangos amplios de movimiento puede intensificar el dolor y la inflamación en personas con problemas articulares, como artrosis avanzada de cadera o rodilla, o artritis reumatoidea activa. Latiglia sostiene que es esencial adaptar los ejercicios para evitar agravamientos. Priorizar la seguridad y el confort articular es clave.
Personas con obesidad mórbida sin adaptación previa
El impacto y las cargas elevan el riesgo de lesiones y complicaciones. Se recomienda una preparación progresiva para adaptar el cuerpo al esfuerzo, por ejemplo, en personas con un índice de masa corporal (IMC) superior a 40 y sin experiencia previa en actividad física.
Entrenamiento funcional: qué debe saber un principiante antes de empezar
Aunque si los hay, entrenar funcional no solo implica riesgos. Maximiliano Latiglia asegura que si el entrenamiento «está bien planificado y es constante, los cambios son notables tanto en el físico como en la calidad de vida. Por ejemplo, se adquiere mayor fuerza general, resistencia muscular, postura, estabilidad corporal, además de incremento de la movilidad y la flexibilidad articular».
Facilita tareas como levantar objetos, cargar compras, subir escaleras, etc. Foto: Shutterstock.
«También quisiera destacar que este tipo de entrenamiento impacta en la confianza y en el bienestar emocional. La persona se siente más capaz, más fuerte y más segura en su propio cuerpo», destacó.
Consiente de ello, quienes estén interesados en comenzar a entrenar funcional, es importante que consideren lo siguiente:
- Elegir un buen espacio y profesional: El lugar debe contar con profesionales capacitados que adapten los ejercicios al nivel de cada persona.
- Evaluar la condición física inicial: El entrenador debe analizar previamente el estado físico para prevenir lesiones y garantizar un progreso seguro.
- Entender los objetivos del funcional: Este entrenamiento no se trata solo de “quemar calorías”, sino de mejorar la fuerza, la movilidad, la coordinación y la estabilidad.
- Aceptar los desafíos iniciales: Es normal sentirse desafiado al principio; pero con constancia y paciencia, los resultados aparecerán a mediano y largo plazo. Además, «es clave entender, desde el inicio, que cada uno avanza a su propio ritmo, por lo que hay que evitar las comparaciones. Cada entrenamiento es una oportunidad para mejorar.», aconsejó el entrenador.
Sobre la firma
Lucía Ortíz
Pasante de la sección Internacional [email protected]
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