Lloró. Se sentó sobre el césped del estadio Nacional de Tokio y lloró sin parar. Hasta que Carlos Bianchi se acercó y lo ayudó a levantarse. Era Juan Román Riquelme, destrozado por la derrota en la Intercontinental 2001 ante al Bayern Munich, luego de haber dejado todo su talento en el terreno con el diez en la espalda. El mismo rival que 24 años más tarde volverá a tener enfrente ahora como presidente. En busca de una revancha íntima, personal. Con la necesidad de que su Boca saque un buen resultado para poder seguir en carrera en el Mundial de Clubes de Estados Unidos.
Román la rompió esa noche en Japón, pese a que el juez danés Kim Nielssen dio vía libre a los alemanes para que lo molieran a palos. Con un nivel acorde a la final Intercontinental frente al Real Madrid y las de la Libertadores con Palmeiras y Cruz Azul.
La revancha que Riquelme busca ante Bayern Munich.
Pero su genio no fue suficiente. La expulsión infantil del Chelo Delgado en el primer tiempo por simular una falta dejó a Boca con diez (como Fabra en la semi de 2020 y en la final de 2023, historia que se repite) y el gol a los 109 minutos con una infracción en la jugada tiraron por tierra la chance de bicampeonato mundial.
Cómo era el Boca de 2001
El Xeneize mantenía a Bianchi en el banco, por supuesto, pero ya no contaba con Hugo Ibarra, Jorge Bermúdez, Walter Samuel ni Martín Palermo. Era un equipo mucho más trabajador que formó con Córdoba, Jorge Martínez, Nicolás Burdisso, Schiavi, Clemente Rodríguez, Javier Villarreal, Chicho Serna, Traverso, Riquelme, Guillermo Barros Schelotto y Delgado.
Desde el banco ingresaron el Pampa Calvo, Gustavo Pinto y Ariel Carreño, mientras que quedaron sentados Abbondanzieri, Joel Barbosa, Omar Pérez y Barijho.
La revancha que Riquelme busca ante Bayern Munich.
El Bayern, que venía de ganarle la final de la Champions al Valencia, se destacaba por su solidez con un gran arquero como Oliver Kahn como símbolo.
La revancha de Riquelme en Estados Unidos
Cuando Román viajó al sorteo del Mundial de Clubes que se hizo en diciembre en Miami y el bolillero puso a su Boca en el Grupo C contra al Bayern, su reacción tomada por las cámaras fue esbozar una sonrisa. «Quizás irónica, quizás sorpresiva», dijo la FIFA en una nota en su sitio web. «Una señal de lo pequeño del mundo, de las típicas vueltas de la vida», agregó.
El Xeneize enfrentará al gigante alemán este viernes en el estadio Hard Rock de Miami por la segunda fecha de la fase de grupos.
Riquelme en el sorteo del Mundial de Clubes, en diciembre en Miami.
En un palco, al lado de Riquelme, seguramente se encuentre el Chelo Delgado, el de la expulsión que condicionó al equipo. Tal vez Chicho Serna, el que calificó esa fina como «el robo del siglo». Ambos integrantes del Consejo de Fútbol del presidente. Se cruzará con el presidente del Bayern y se sentará junto a Gianni Infantino, otra vez, como en el debut ante Benfica. Buscará la revancha como mandamás.
Es que Boca pasó de tener la clasificación en el bolsillo cuando le ganaba al Benfica a depender de los próximos partidos y los goles que pueda convertir: los propios y los que hagan los porgueses, claro. Con la contra de que en la última fecha Las Águilas de Di María y Otamendi pueden enfrentar a un Bayern ya clasificado. Y ya hay teorías conspirativas al respecto.
«Partido a partido», avisaron Miguel Ángel Russo y los jugadores después del 2-2 en el estadio Hard Rock de Miami, en un empate que se tomó como una derrota en un primer momento. «Terminamos perdiendo… Empatando, perdón», se corrigió Rodrigo Battaglia ante los micrófonos, por esa sensación que les dejó que se les escapara a minutos del final del partido.
«La venganza será terrible», se suele decir. Boca lo necesita más que nunca. Un buen resultado frente al Bayern, así sea un empate, le permitirá recuperar el aire que tenía cuando le iba ganando al Benfica. Los diez goles que hicieron los alemanes al Auckland pueden asustar un poco, aunque se trate de un equipo de la liga amateur de Nueva Zelanda, cuyos jugadores temían que les hicieran 20, tal como se lo dijo el español Gerard Garriga a Olé.
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