¿A quien escuchará Donald Trump antes de tomar la decisión de intervenir o no en la destrucción de las instalaciones nucleares iranies? En estas horas es la mayor adivinanza ante un presidente imprevisible, que llegó al poder batallando contra el establishment estadounidense intervencionista, y prometiendo que Estados Unidos nunca entraría en nuevas guerras.
Esas promesas han conseguido hoy que sus filas republicanas trumpistas y sus propios asesores estén divididos frente a la eventualidad de una intervención en Irán.
Trump prefiere un “deal”, como es su naturaleza. Es lo mismo que está buscado la Unión Europea. El primer ministro israelí Benjamin Nethanyahu está dispuesto a desobedecerle una vez más y avanzar con la eliminación del líder supremo de la revolución de los ayatollahs Ali Khameni, antes que Estados Unidos y Europa firmen un nuevo acuerdo nuclear con Irán, que le permita sobrevivir a su plan nuclear. Israel va a pelear contra el acuerdo y sus secuelas. Para ellos está en juego “su supervivencia».
¿Acuerdo nuclear o guerra extendida?
Este es el gran dilema en estas horas. Diplomacia, acuerdo nuclear o la extensión de una guerra entre Irán e Israel, con la participación norteamericana, con imprevisibles consecuencias en Oriente Medio, en el Golfo Pérsico, en el precio del petróleo y la economía y en el mundo.
Una manifestación frente a la Casa Blanca contra la eventual intervención de EE.UU. en la guerra contra Irán. Foto: BLOOMBERG
Bajo la presión de los intervencionistas y aislacionistas, el jefe de la Casa Blanca parecería inclinarse por la participación estadounidense en la guerra contra Irán, confiando una vez más en su instinto en lugar del consejo de expertos. Pero puede cambiar de opinión en 5 minutos.
«Quizás lo haga. Quizás no. Nadie sabe qué voy a hacer», dijo el presidente a los periodistas en el jardín de la Casa Blanca el miércoles, cuando le preguntaron si estaba considerando atacar las instalaciones nucleares de Irán. También explicó su mensaje del día anterior, instando a Irán a una «rendición incondicional».
«Significa que ya he tenido suficiente. Estoy harto. Me rindo, se acabó. Entonces vamos a volar todo el material nuclear que hay por ahí», explicó confusamente el presidente estadounidense.
Nunca la presidencia estadounidense se había asemejado tanto al poder de un solo individuo. Nunca explicó su posición, ni al país, ni sus aliados en un discurso, cuando debe tomar una de las más peligrosas decisiones del siglo XXI. Será la primera vez que el mundo lo sabrá por las redes sociales.
Pero unirse a los israelíes y atacar a Irán presenta otro riesgo para Trump: aparecer alineado con el establishment de Washington, cuyo aventurerismo y gusto por la intervención externa ha denunciado desde el comienzo de su carrera política. Su ascenso al liderazgo del Partido Republicano se vio impulsado por sus duras críticas a George W. Bush y su decisión de invadir Irak, así como a las «guerras interminables» en Oriente Medio.
Durante su primer mandato, Trump consideró, e incluso intentó parcialmente, retirar las tropas estadounidenses de varios países donde estaban desplegadas.
El gabinete formado por Trump para su segundo mandato es muy diferente. La revolución MAGA (hacer a Estados Unidos «grande otra vez») ha privado a Trump de gran parte de la experiencia diplomática y militar que tradicionalmente lo respalda, brindándole opciones y advertencias en tiempos de crisis. El servicio de inteligencia y de defensa ha sido purgado.
Debate en Europa
En el G7 en Canadá, las diferencias entre europeos sobre la conveniencia de un cambio de régimen en Irán fueron evidentes. Trump se fue enfurecido, una vez más, un día antes del final.
El presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió contra el derrocamiento de un gobierno «cuando no se tiene ni idea de lo que viene después». Insistiendo en que no tenía tiempo para el gobierno iraní, Macron argumentó que era responsabilidad del pueblo iraní elegir a sus gobernantes.
El mayor error hoy en día es intentar, por medios militares, provocar un cambio de régimen en Irán, porque eso conducirá al caos. ¿Alguien piensa que lo que se hizo en 2003 en Irak contra Saddam Hussein fue una buena idea? ¿Alguien piensa que lo que se hizo en Libia la década siguiente, el derrocamiento de Muammar Kadafi en 2011, fue una buena idea?”, preguntó. “Un cambio de régimen sin un plan es un error estratégico”, afirmó Macron.
El funeral de iraníes muertos en un ataque de Israel en la ciudad de Ahvaz, este jueves. Foto: REUTERS
En contraste, Friedrich Merz, el canciller alemán, declaró: «Nos enfrentamos a un régimen terrorista tanto interna como externamente. Sería positivo que este régimen llegara a su fin».
La experiencia de Irak
Como expertos en Irak advirtieron a Tony Blair en 2002, pero decidió ignorar, la destitución de un gobierno autoritario de larga data desencadena fuerzas de represión impredecibles. Al menos en el período previo a la guerra de Irak, hubo células de planificación del «día después», tanto en el Departamento de Estado como en el Ministerio de Asuntos Exteriores de EE. UU.. Solo que la planificación fue arrebatada a los diplomáticos y entregada al Pentágono.
En el caso de Irán -un país con una gran diversidad étnica, religiosa, política y de ingresos-, no se ha planificado en Occidente sobre las consecuencias del posible colapso del régimen. La guerra civil es una posibilidad real. No hay “un día después” organizado ni siquiera una transición. Israel solo imagina la caída de los ayatollah.
La balcanización es la otra posibilidad en este país de 93 millones de habitantes. Irán no es un estado artificial diseñado por los planificadores del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pero el temor al separatismo acecha a los líderes de un país donde los persas representan solo el 50% de la población.
Aproximadamente una cuarta parte son azeríes o turcos (incluido el líder supremo, Alí Kamenei), y hay baluches, kurdos, árabes y grupos más pequeños de judíos, asirios y armenios. Si se produjera una implosión, que es otra posibilidad, el régimen de Bakú en Azerbaiyán y los numerosos movimientos militantes kurdos podrían ver una oportunidad para crear enclaves étnicos en territorios iraníes.
Tampoco existe un gobierno interno organizado a la espera. Los partidos políticos están prácticamente prohibidos; muchas de las voces más influyentes están en prisión, envejeciendo, exiliadas, bajo arresto domiciliario o trabajando marginalmente como abogados, artistas o sindicalistas. Las revueltas han sido reprimidas sin piedad.
Identificar un régimen sucesor en el caso de Irán también dependería de si se produjera una revolución o una transición. Eso dependerá de quién asuma la responsabilidad de una derrota militar y de cuán completa sea dicha derrota.
Actualmente, existe un efecto de unión en torno a la bandera iraní, un patriotismo frente a los bombardeos y a la destrucción de su plan nuclear, del cual se vale el gobierno al enfatizar la defensa de Irán y no de la República Islámica.
El sistema de defensa israelí Cúpula de Hierro intercepta misiles iraníes que caen sobre Tel Aviv, esta semana. Foto: EFE
Una revolución probablemente supondría el colapso de la singular estructura de gobierno religioso de Irán, encabezada por el líder supremo, una figura clerical, y dividida en facciones.
Es cierto que gran parte del liderazgo clave de la Guardia Revolucionaria ha sido asesinado. Pero puede haber oficiales subalternos, críticos con la corrupción del régimen y la penetración del Mossad, que podrían liderar un golpe interno en parte para impedir una revolución total. Podrían ofrecer un régimen más laico, ideológico e insular, pero no más liberal. Irán se convertiría en un país, no en una cruzada.
También podría ser cierto que dentro del ejército, donde existe el mayor conocimiento sobre el verdadero equilibrio de fuerzas militares, algunos oficiales saben que prolongar la guerra causará una destrucción evitable.
Si se produce una implosión, quien más desearía un regreso triunfal es Reza Pahlevi, el hijo exiliado del último monarca iraní, Mohamed Reza Pahlevi, derrocado durante la revolución de 1979.
Pero existen dudas sobre su comprensión del Irán contemporáneo, país que abandonó a los 17 años.
Se han extendido rumores sobre un gobierno de emergencia. Dos los líderes de Irán, el expresidente Hassan Rouhani y el exministro de Asuntos Exteriores Javad Zarif, podrían formar un tándem, posiblemente junto al expresidente del parlamento Ali Larijani. Otra señal de cambio sería la liberación del arresto domiciliario del ex presidente Mir Hossein Mousavi y su esposa, Zahra Rahnavard, detenidos desde 2011.
Otros presos notables creen en que “podemos insistir en la formación de una Asamblea Constituyente para enmendar/modificar la constitución y obligar al gobierno a establecerla”.
Sobre la firma
María Laura Avignolo
Periodista, corresponsal en Europa [email protected]
Bio completa
Mirá también
Mirá también
Guerra entre Irán e Israel: cuál es el origen del conflicto en Medio Oriente
Mirá también
Mirá también
El líder supremo de Irán «no puede seguir existiendo»: fuerte advertencia del ministro de Defensa de Israel
Mirá también
Mirá también
El jefe del organismo nuclear de la ONU aseguró que Irán «tiene el material suficiente para seis a ocho armas nucleares»
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO
Tags relacionados