La anécdota, que surgió con el correr de la charla de manera casual, pinta de cuerpo entero a las dos personas más citadas de esta nota: al entrevistado y a una suerte de padrino elegido, “El maestro”, como le dice Nico Occhiato a Guido Kaczka. Los separan 15 años de vida, y una vida larga en la TV, porque el conductor de Los 8 escalones empezó cuando era así de chiquitito en Pelito. Pero, ahora, la pantalla los empareja, cada uno con su estilo, con su trayectoria y, especialmente, en el caso del más joven, con los consejos “del mejor” bajo el brazo.
“No hay otro como Guido, yo aprendí un montón de él y por eso siempre lo nombro, es un gran referente para mí”, reconoce Occhiato, que desde el lunes 23 será el nuevo conductor de La voz Argentina (a las 21.45, por Telefe), en reemplazo de Marley.
Distendido, echado en el sillón de un camarín de Telefe, cuenta que Kaczka lo había elegido para ser parte del jurado de La tribuna de Guido, que salía por El Trece: “Yo estaba dando mis primeros pasos en la tele. Iban participantes a mostrar lo que sabían hacer y nosotros evaluábamos. El primer o segundo programa fue una chica a bailar y yo veía que él la presentaba, iba atrás de cámara, hablaba con los camarógrafos, ponchaba, metía chistes y yo decía ‘Qué hace este tipo, es un crack…’, no podía dejar de mirarlo. En vez de prestar atención a lo que hacía la chica yo estaba fascinado con él, me parecía espectacular su manejo de todo”.
Toma aire y redondea: “Se me acercó y me dijo ‘¿A dónde mirás?’. Y ya con eso me dio la primera lección: ‘Mirá a la chica del show, porque si yo estoy en mi casa y veo que vos, que sos el jurado, está mirando para otro lado, inconcientemente agarro el celular o me pongo hablar con mi mujer, no le presto más atención a la tele. Si vos tenés la vista afuera de cámara el mensaje es que a nadie le importa nada’. No sé cuántos años pasaron de eso pero no me lo olvido nunca más”.
Desde el próximo lunes será el conducor de «La voz Argentina», con Lali, La Sole, Luck Ra y Miranda! como coaches. Foto Martín Bonetto
Si bien esta temporada de La voz Argentina presenta cambio en los coaches –Lali Espósito y Soledad Pastorutti siguen, los Montaner ya no estarán y se suman Luck Ra y Miranda!-, la novedad pasa por Occhiato, no sólo porque regresa a la pantalla en la que estuvo con El último pasajero (producido por Kaczka), sino porque este desembarco representa un salto hacia el prime time diario con un formato probado internacionalmente. Un grandes ligas.
-¿Qué estado emocional tenés?
-No estoy nervioso, sí un poco ansioso. Reconozco que estoy emocionado, tratando de disfrutarlo. En los últimos 4 o 5 años me estuvieron pasando cosas muy buenas a nivel laboral, a nivel personal también, y lo que estoy intentado hacer es estar presente en cada una.
-¿Eso no lo lográs siempre?
-No. Me pasó que, con Luzu, hicimos tres estadios Antel Arena para 7 mil personas (en Uruguay) y en el primero me bajaba y decía ‘Ey, ¿qué pasó?’. Veo los videos, las fotos, un estadio lleno y digo ‘Me pasé de largo’. Ya no me banco perderme el ahora. Quiero estar y sentir el momento. Lo que me ayuda es que mi rol, en esta primera instancia de La voz, donde se dan las audiciones a ciegas (los aspirantes cantan ante un jurado que está de espalda y sólo se da vuelta si le gusta lo que oye), es contener, acompañar. Ya grabamos varias y lo viví como algo nuevo para mí, porque estoy más acostumbrado al show, al entretenimiento, al juego. Y acá cada familia viene con una historia, con un estado, con una emoción que si yo no estoy ahí presente y no conecto de verdad no sirve, me pierdo. No habría contenido.
Fundador del canal de streaming Luzu TV -uno de los dos más fuertes junto a Olga-, confiesa que “el otro día le comentaba a Flor, mi novia: ‘¿Sabés lo que siento? Que lo que hago es como meditar: estoy muchas horas sin tocar el celular poque no tengo tiempo y enfocándome en conectar con la gente que viene, viendo lo que está pasando, sin distracciones’. Y eso, de algún modo, es meditar, es estar estar presente en lo que está pasando”.
Y luego de asumir que “es raro esto que digo, pero lo siento así. No estoy pendiente del teléfono ni de nada que no suceda en el estudio. Todo mi equipo de trabajo y de Luzu sabe que no cuentan conmigo, que me pueden escribir, pero hasta las 9 de la noche no agarro el celu, algo muy extraño en mí”.
«Cuando laburaba de otra cosa que no era lo que quería la pasaba mal y eso me frustraba mucho», cinfiesa Nico Occhiato a los 32 años. Foto Martín Bonetto
Del streaming al prime time de Telefe
-¿Sentís que es la prueba más difícil que te tocó en estos once años de televisión?
-Prueba no, sí un desafío más. Yo vivo mi profesión como un oficio y eso me lo explicó una vez Guido (otra vez Kaczka), mi norte en la conducción y la comunicación, y el entretenimiento sobre todo. Tiene una frase espectacular que ni él se la debe acordar. Una vez me dijo: ‘Los conductores somos como choferes de un micro, subimos a los pasajeros, los llevamos a un destino, tenemos que tratar de que el viaje se les pase lo más rápido posible y de hacerlo entretenido desde que salimos hasta que llegamos’. Y así vive los programas él.
-¿Y acá vas a poder practicar esa receta?
-El tema es que aquí hay un formato muy estructurado, que tiene sus propias dinámicas. Y hay distintas etapas para el conductor. En esta primera parte se trabaja mucho con las emociones, con la contención de participantes y los familiares… por eso creo que cuando termine este tramo voy a ser un conductor más completo. Esto es un aprendizaje. Prime time en Telefe, con un tipo de programa recontra probado, es más una oportunidad de formarme que una medalla para mí. Quiero terminar siendo mejor chofer, como diría Guido, pasando por todos los estados.
-De acuerdo a lo que llevás grabado, cuando un participante no queda o no se da vuelta ninguna silla, ¿qué decís?
-Te vaya bien o mal acabás de cantar y te acaba de conocer gran parte del país y no sabés adónde puede llevarte esto. Trato de pensarme yo en el momento en el que las cosas no me salían como quería y qué me hubiera gustado que me dijeran.
-¿Tuviste muchos de esos momentos?
-Tuve bastantes y sigo teniendo. Trato de convivir con el error y la frustración. Soy un optimista de que en el error y en la frustración está el crecimiento. Lo que pienso es que el miedo a equivocarnos no nos tiene que frenar, soy muy de esa filosofía.
Y ahí nomás abre un poco más el costado del pasado, que tampoco es tan lejano, y comparte: “Cuando laburaba de otra cosa que no era lo que quería la pasaba mal y eso me frustraba mucho. Hoy, teniendo un canal y una productora con más de 160 empleados y un montón de decisiones que hay que tomar, está siempre la chance del error. Pero avanzo. Odio quedarme quieto y entonces cada dos por tres me enfrento a cosas nuevas que me pueden salir mal. O no».
-Hasta ahora vienen ganando las que salen bien…
-Sí, pero igual está el riesgo. Y, encima, con el peso de esas 160 personas, porque si yo me mando una macana nos caemos todos. Vuelvo a Guido, perdón, pero es que es el tipo del que más cosas aprendí, especialmente el concepto ése del defecto hacerlo efecto. También vengo de una generación (nació en 1992) en la que lo genuino es lo que más llega.
Cuenta que de pibe jugaba de enganche: «En los partidos difíciles no aparecía. Cuando ganábamos 3 a 0 no me sacaban la pelota, pero cuando había que aparecer me escondía. Un jugador lagunero». Foto Martín Bonetto
Explica hacia donde va con esa teoría que supo poner en práctica cuando en plena pandemia conducía Todo puede pasar, en Canal 9, un ciclo bizarro y adictivo en tiempos de encierro: “Si estamos en un programa de tele, en el que todo parece cuadrado, estructurado, en donde todo sale bien y de repente algo falla… me pasa que hay algo de eso que me gusta. El que está mirando se da cuenta y te hace estar más atento y vivimos la situación los dos al mismo tiempo. El asunto pasa a ser cómo salimos de ésto, es algo medio adrenalínico. Cuando hago streaming trato de laburar sin rutina. Me gusta que mis productores me digan todo lo que hay y yo al aire veo para dónde la llevo. No puedo seguir un camino trazado dos horas antes, me gusta aprovechar la impronta, el momento. Ése es como mi método”.
-Lo aplicabas a la perfección “Todo puede pasar”, donde verdaderamente podía pasar de todo.
-Sabía que tenía a tres personas que iban a participar bailando o haciendo cualquier cosa, y a Juli Pérez Regio (un notero desfachatado que brillaba en la calles nocturnas, desoladas y pandémicas). Eso podía durar 10 minutos o una hora. Guido una vez, cuando hacía uno de sus ciclos de juegos, me dijo ‘¿Qué es mi programa?: una fila de gente que pasa y y tira una pelotita a ver si entra por un agujero. Pero vos ves el programa y no ves eso: el tema es qué hacés con eso o a partir de eso e ir encontrando un qué contar’.
Buen alumno, tipo agradecido, Nico invierte gran parte de la nota en honrar al «maestro» de la conducción y el entretenimiento, dos sustantivos que no figuraban en sus sueños de pibe.
Occhiato en la presentación de la programación de Luzu TV para este año. Captura de video
La pelota, el pan, la radio
“A los 10 sólo quería jugar al fútbol, era lo único que me importaba. Jugaba futsal en Racing, pero la realidad es que no llegué. Y viste que los que no llegan te dicen ‘No, lo que pasa es que se me rompió la rodilla’, le echan la culpa a los ligamentos cruzados. Bueno, yo no llegué porque no me dio. También jugué en cancha de once, en Almirante Brown, pero a medida que crecía me iba dando cuenta de que no daba para mucho más”, se sincera el novio de Florencia Jazmín Peña, con quien comparte vida y trabajo en Luzu.
-¿De qué jugabas?
-De enganche, era muy habilidoso.
-¿Tipo el Payaso Aimar?
-No, era más Riquelmeano, el tema es que en los partidos difíciles no aparecía. Cuando ganábamos 3 a 0 no me sacaban la pelota, pero cuando había que aparecer me escondía. Un jugador lagunero.
-Y cuando te colgaron los botines, ¿qué?
-Después, de mas grande, ni siquiera soñaba con poder dedicarme a algo que me gustara. En el colegio muy bien no me iba.
-¿Eras vaguito?
-Para mi familia era un vago, porque no hacía la tarea, no estudiaba y por ende me iba mal. Vengo de familia italiana, ultra laburadora y me crié con mi viejo diciéndome que era un irresponsable, un vago, me lo creí, y con los años me di cuenta de que cuando algo me apasiona soy todo lo contrario. Por ahí no era un vago, es que no me motivaba. Pasé por lo que pasan muchos pibes de 16, 17 años que no saben bien para dónde quieren ir.
-¿Y para dónde fuiste?
-Para donde quiso mi viejo: me puso a laburar al toque y de cosas que no me gustaban nada.
-¿Tipo?
-Y, cuando terminé el colegio, me mandó a trabajar con mi tío, que tenía un reparto de pan. Me levantaba 2 y media de la mañana, íbamos a la fábrica a cargar y después salíamos a repartir por los supermercados hasta las 3 de la tarde. De 3 a 3, todo de corrido, arriba de un camión. Después de eso tuve un flete, con un camioncito que se me quedaba todos los días. Lo puteaba a mi viejo de la mañana a la noche, no podía entender por qué me hacía eso.
-¿Y ahora qué le decís?
-Ahora le recontra agradezco. Primero porque entendí el valor del esfuerzo y del sacrificio, el compromiso, y también porque cuando iba arriba del camión, odiado, lo que me salvó fue que iba escuchando la radio… me sentía acompañado. Y hoy, haciendo el programa de Luzu a las 10 de la mañana (Nadie dice nada), me puedo poner en el lugar de la mayoria de la gente que me escucha, que está trabajando en algo que no le gusta, y veo lo importante que es estar todo los días acompañándolos en ésa, no dejarlos en banda.
-¿A quiénes escuchabas en aquella época?
-A Beto Casella, a Andy (Kusnetzoff), escuchaba Radio 10 y, para mí, que el humorista o el conductor me sacara una carcajada en medio de mi fastidio era la gloria.
-¿Creés que ahí está semilla de esto?
-Sí, recontra. Creo que el diferencial está en que yo estuve en ese lugar incómodo de laburar a cara de perro, con una bronca espantosa. Y puedo entender a los que están en la misma.
-¿Jamás imaginaste con estar de este lado?
-Pero jamás. Yo decía ‘Mirá esta gente, labura de cagarse de risa’. Después entendí que tampoco es tan simple como cagarse de risa. Pero me daba envidia. Ahora me levanto y me acuesto pensando en qué chiste o en qué idea tirar para sacarle una sonrisa a alguien que esté agobiado, algo que lo haga repensar, algo que le cambie el día. No te miento: todos los días abro el programa y le estoy hablando al Nico de 18 que hacía lo que no quería. Es un ejercicio que me hace bien.
Del Combate al ring de La voz
Fundador, conductor, productor y director artístico de Luzu -por su querida Villa Luzuriaga-, repasa el camino del 2014 a estos días: “Arranqué en Combate como un participante más que se colgaba del trapecio y la liana. Me apasionó el tema de la producción y me hice muy amigo de Fierita Catalano, el conductor, y me empecé a preguntar qué le decían por la cucaracha, por qué le hacían cambiar de juego, me fascinaba ese mundo que no se veía por la tele”.
Ahora sí trabaja de lo que quiere: «El diferencial está en que yo estuve en ese lugar incómodo de laburar a cara de perro, con una bronca espantosa. Y puedo entender a los que están en la misma». Y piensa en ellos a la hora de generar contenidos en el sreaming.
-En ese entonces ¿estabas con el reparto de pan o con el flete?
-En esa época estaba estudiando Derecho y trabajando en el Bingo de Adrogué. Pedí licencia sin goce de sueldo para entrar a Combate porque era un reality, del que a la semana me podían echar.
-¿Pero no eras vaguito para estudiar?
-Sí, pero como no me bancaba más los laburos que me daba le dije ‘Pa, ahora quiero estudiar’. Cursé un año y medio y entré al sector de legales del bingo y al año apareció Combate: éramos diez pibes con casco verde y diez pibes con casco rojo, nadie sabía quién era Nico Occhiato. Pero sí empece a aprender de producción, todo de curioso. En en vez de practicar los juegos me iba al control a hablar con Marcos Gorban (ex productor de Gran hermano), le preguntaba de todo y fue una escuela hermosa.
«Después laburé con Fierita en un proyecto suyo siguiendo a la Selección a una Copa América y ahí hice de todo, y además era tomar clases con un animal de TV, Fierita es una máquina», califica con buena memoria.
Luego condujo Fuera de eje en Fox Sports, donde le habría echado el ojo Guido, su GPS en la tele.
-¿Y qué voces escuchás de tu familia en relación a tu trabajo?
-Mi vieja es lo más grande que hay, pero no le puedo pedir un crítica objetiva. Mi familia es mi contención, mi cable a tierra: mis papás, mi hermano, mis tres abuelos que tengo hoy forman el equipo que me permite conectarme con el Nico del que hablábamos.
-¿Sos de los que abrazan fuerte?
-Soy de sentir más que de manifestar y los que me conocen saben con sólo mirarme qué pasa, aunque no lo muestre mucho. Con mi pareja sí soy muy demostrativo, pero con la flia me cuesta un poco. Igualmente todo el tiempo les digo lo importante que son y que fueron para este presente. Y les aseguro que entiendo que todo lo que me exigieron era por mi bien. Mi viejo quería que yo tuviera herramientas. Ellos querían darme la chance que no tuvieron, porque ni mi viejo ni mi vieja pudieron hacer el secundario, venían de familia muy pero muy humilde.
Nico Occhiato y Flor Jazmín Peña en el living de Susana Giménez, el año pasado. Foto: Prensa Telefe.
De todo el Team Nico familiar uno de los personajes más famosos es su abuela Conce, que lo acompañó cuando él fue de invitado al living de Susana Giménez el año pasado.
-¿Nombramos a todos los abuelos?
-Dale, gracias, están también Victorio y Rosa, y mi abuelo Damián que falleció y que seguro está siempre conmigo. Murió en el 2019 y ese año a mí me cambió todo y creo que él tuvo mucho que ver: sorpresivamente entré al Bailando, conocí a Flor que hoy es mi novia, gané el Bailando contra todo pronostico, y haber ganado me dio la oportunidad de conducir ese programa de canal 9, Todo puede pasar.
Evidentemente todo puede pasar. Si lo sabrá Occhiato, que soñaba con ser futbolista, pero los botines lo colgaron a él. Que no sabía lo que quería, pero sí sabía lo que no quería. Y, en medio de ese no querer, las voces de la radio, mientras estaba subido a un camión, le marcaron el camino. Las voces que ahora, por el caprichoso juego de las palabras, lo tendrán buscando la voz argentina.