Una adolescente argentina graba un video en perfecto mandarín sin haber estudiado más que unas pocas frases a la vez que un hombre en Nigeria se frustra porque ni ChatGPT ni ningún chatbot reconoce su lengua natal. Y es que mientras millones de personas traducen a diario videos, textos y audios con ayuda de Inteligencia Artificial, la enseñanza tradicional de idiomas tambalea y distintas maneras de ver el mundo están en riesgo.
Desde hace tiempo el aprendizaje de lenguas vive una transformación inédita gracias a plataformas como HeyGen, que permite a cualquier persona generar deepfakes de sí misma hablando con fluidez más de 40 idiomas, mientras herramientas como Copilot, Gemini o Claude son utilizadas por jóvenes y adultos para prácticas conversacionales, correcciones gramaticales y hasta simulaciones contextuales con una naturalidad impensable.
Aprender una lengua es también aprender a pensar distinto. Y su enseñanza no es solo una transferencia de palabras.
Duolingo se volverá una empresa «AI first».
Lo nuevo de Duolingo
Por su parte Duolingo, la app líder en el rubro, anunció el mes pasado que se volverá una empresa “AI first”, es decir, que la Inteligencia Artificial será la forma principal en la que construirán su producto, generando incertidumbre acerca del destino de muchos empleos humanos.
“Quiero ser claro: no veo que la IA vaya a reemplazar lo que hacen nuestros empleados (de hecho, seguimos contratando al mismo ritmo que antes), sino que es una herramienta para acelerar lo que hacemos, con la misma o mejor calidad. Y cuanto antes aprendamos a usarla, y la usemos responsablemente, mejor nos irá a largo plazo”, escribió en LinkedIn su CEO, Luis von Ahn, para calmar las dudas.
Lo cierto es que nunca fue tan fácil ni tan barato aprender un nuevo idioma, permitiendo adecuar horarios y personalizar las lecciones. Pero los riesgos no son menores, ya que podríamos estar dejando que máquinas nos reemplacen en experiencias humanas complejas como lo que sucede en un aprendizaje y perdiendo el valor del esfuerzo.
Además, no todos los idiomas son tratados por igual por las plataformas de Inteligencia Artificial, que privilegian a los lenguajes populares como el inglés, el francés, el chino o el español, dejando de lado al resto. De hecho, casi el 90% de los modelos de lenguaje actuales funcionan óptimas sólo en ocho o diez lenguas.
Duolingo, la app líder en el rubro, anunció que la IA será la forma principal en la que construirán su producto.
Esto genera una brecha preocupante, ya que miles de idiomas originarios, en especial de África y el sudeste asiático, están quedando fuera de esta revolución. Hace algunos días, por ejemplo, se viralizó el caso de cómo un sitio de Inteligencia Artificial aseguró que un texto escrito en fon, usado por dos millones de personas en Benín y áreas adyacentes de Togo, era “ficticio”.
La pérdida de esta riqueza también sucede con la sofisticación de frases y recursos narrativos que son borrados por chatbots como ChatGPT, que fue calificada por algunos especialistas como “aplanadora lingüística”, en donde surge una comunicación gramaticalmente correcta pero emocionalmente vacía y plana.
Y lo más importante: aprender una lengua es también aprender a pensar distinto. Y su enseñanza no es solo una transferencia de palabras si no una experiencia humana, cargada de afectos, gestos, errores y encuentros. Quien enseña un idioma, enseña a pensar de otra manera, transmite una cultura y puede despertar una nueva sensibilidad.