MIAMI (Enviado especial).- Otra vez en el Hard Rock Stadium. Otra vez Bayern Munich frente a un gigante sudamericano. Y otra vez, tribunas repletas de camisetas que no eran suyas. En esta ocasión, también hubo lugar para el dramatismo, aunque no para el batacazo. A diferencia del cruce con Boca, que se destrabó recién en el segundo tiempo, el equipo alemán pareció liquidarlo desde el arranque. No habían pasado diez minutos y ya ganaba 2 a 0, mostrando una contundencia brutal y marcando una diferencia que sacudió a Flamengo y silenció a su gente. Como ante el Xeneize, el Mengao logró ponerlo en aprietos: le desordenó la estructura, lo hizo retroceder y obligó a Neuer a intervenir. Pero al final, el partido terminó 4 a 2, y se cumplió, una vez más, aquella vieja frase de Gary Lineker: el fútbol es un deporte que juegan once contra once… y siempre ganan los alemanes.
La tarde en Miami fue sofocante: más de 30 grados y una humedad tan alta que costaba hasta tomar aire. Pero dentro del campo, la frialdad de Bayern fue mucho más que el clima o el aliento del rival. Ganó con solvencia y se metió en cuartos de final, donde lo espera el Paris Saint-Germain, en un duelo con aroma a final anticipada.
El conjunto alemán no solo resistió el ambiente hostil: lo ignoró casi por completo. Bayern salió a jugar con aplomo y consiguió la ventaja rápido. El primer golpe llegó con ayuda (en contra): un córner desde la izquierda, una peinada de Erick Pulgar en el primer palo, y la pelota se coló en el segundo, descolocando a Agustín Rossi. El segundo gol, apenas un par de minutos después, también contó con un desvío en el trayecto, aunque el disparo original de Harry Kane se metía de todas maneras. Bayern contó con algo de suerte, pero la ventaja reflejaba ciertamente su superioridad. El 1 a 0 llegó tras el tercer tiro de esquina consecutivo, con el equipo alemán instalado en campo contrario y dominando el juego con autoridad.
El multicampeón de la Bundesliga no es solo lo que uno espera de un equipo alemán: orden táctico, fortaleza física, mentalidad inquebrantable y dominio en el juego aéreo. Además, tiene desequilibrio. Cuenta con talento en sus hombres de ataque, explosión por las bandas, gambeta en el uno contra uno y mediocampistas capaces de asistir con precisión quirúrgica. Una combinación letal. Cuando Flamengo logró recuperarse un poco y creó una chance clara con Araújo, se encontró con Manuel Neuer, que reaccionó con una atajada a puro reflejo, haciéndolo parecer imbatible. Las dudas defensivas que Bayern mostró en la fase de grupos volvieron a aparecer, pero Neuer se encargó de disimularlas.
Lo mejor del partido
A los 25 minutos, el árbitro inglés Michael Oliver paró el partido para que los jugadores se refrescaran. Filipe Luís reunió a sus futbolistas al borde del campo y empezó a dar indicaciones con insistencia. Vincent Kompany, en cambio, apenas se acercó para repartir botellas de agua. Y fue Flamengo el que salió revitalizado. Como si hubiesen tomado un brebaje mágico, los brasileños mostraron otra energía.
Bayern, con la ventaja asegurada, bajó la intensidad. Una escena parecida a la que se vio ante Boca, antes del empate de Merentiel. Y Flamengo aprovechó su momento: si no descontaba antes del entretiempo, el partido se le iría de las manos. Lo primero que corrigió fue la rapidez para pasar la pelota: había que jugar a un toque. Si se demoraba en trasladar, Bayern recuperaba y salía disparado. Giorgian de Arrascaeta empezó a participar más, a ubicarse a espaldas de Kimmich y Goretzka, a atraer marcas en el medio para luego soltar hacia los costados.
Flamengo logró su objetivo: descontar antes del entretiempo. De tanto insistir y apretar, encontró la recompensa. Fue Gerson quien aprovechó una pelota suelta en el área y le rompió el arco a Neuer, que por un instante dejó de parecer un robot. Claro que ni tres Neuer hubieran podido detener ese bombazo. El gol fue un arma de doble filo, como ya le había pasado a Boca: desordenó por un rato a Bayern, lo sacó de eje, lo obligó a reacomodarse.
Pero después del golpe, los alemanes volvieron a ser los del arranque. Ese equipo sólido y vertical, que ataca con Olise y Coman por las bandas, que propone el mano a mano por fuera y termina por dentro con Keane o con un pase atrás que encuentra a un volante de frente al arco. Esta vez no hizo falta tanta elaboración: un mal rechazo de Araújo, hacia el centro, le dejó servida la pelota a Goretzka, en la puerta de la medialuna. El mediocampista apenas acomodó el cuerpo, eligió un palo y la colocó con clase. Nadie lo presionó, y Agustín Rossi se jugó al otro lado como si se tratara de un penal.
En el comienzo del segundo tiempo, un penal por mano de Olise le dio a Arrascaeta la oportunidad de achicar la diferencia. Aunque el uruguayo convirtió, Bayern bajó el ritmo, controló el partido y sentenció el resultado con otro gol de Keane. Gracias a la solidez del equipo alemán y a que el árbitro fue permisivo con algunas faltas, Bayern pudo cerrar el trámite con calma, lejos de su arco y dosificando fuerzas para lo que viene.
Pese a alguna sorpresa aislada, la definición de esta primera edición del Mundial de Clubes con 32 equipos parece reservada para las grandes potencias europeas. Chelsea goleó a Benfica en el tiempo extra, PSG aplastó a Inter Miami con cuatro goles en la primera mitad, y Bayern se impuso con solidez ante el equipo más ganador y popular de Brasil. Por ahora, Palmeiras es el único representante sudamericano que sigue en carrera: evitó el choque con PSG, superó a Botafogo y ahora chocará contra Chelsea. Bayern Munich volvió a ilusionar a sus hinchas y también a los ajenos, pero, como tantas otras veces, terminó quedándose con todo el premio.