Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965) es un periodista multifacético, capaz de todas las artes, del periodismo y de la cultura, e incluso de resucitar al caudillo Franco, el dictador español, para contar su vida y su obra, como si lo acabara de sacar de la historia para exponerlo desnudo ante una sociedad que no lo olvida.
Ahora, aunque parezca mentira, aquel dictador que destrozó la República, asesinó a sus oponentes, incluido al poeta Federico García Lorca, y se mantuvo en el poder hasta que la muerte lo arrancó de su casa el 20 de noviembre de 1975, suscita admiración en la calle como si hubiera resucitado.
Pacientes seguidores de su sombra se encuentran cada día en Madrid, en una iglesia aledaña a la sede del Partido Socialista Obrero Español, para pedirle a Dios que mate al presidente Pedro Sánchez. Este es la bestia negra de la ultraderecha (y de la derecha) que no puede ver ni en pintura al que desde hace siete años se encarga del poder en este país.
España fue, durante cerca de medio siglo, “una grande y libre” en manos del personaje que ahora ofrece Mantilla en su libro Franco y yo, que ha publicado Galaxia Gutenberg. Lo escribió como si estuviera viendo los ojos de aquel Caudillo que no fue capaz de mirar de frente a Hitler, su benefactor, como lo fue Mussolini.
Mantilla fue colega durante años en el diario El País, donde sigue escribiendo prosas, entrevistas y reportajes, y es ahora un importante gestor cultural al frente de los festivales Eñe que puso en marcha aquí un periodista inolvidable, Alberto Anaut. Personajes suyos para la literatura han sido, antes de este Franco y yo, Salvador Dalí, Chopin, Farinelli, William, Shakespeare, Cervantes y, en general, toda la música que se le ha acercado a una pituitaria que excede el ámbito en el que ejerce a diario su oficio de periodista. Le pregunté, cuando empecé a entrevistarlo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, por un parentesco muy famoso de aquel hombre que organizó la dictadura infinita que mandó callar a España. La amistad que Franco tuvo con el matrimonio argentino más famoso.
Me dijo Mantilla, antes de abordar aquella relación de Evita, Perón y Argentina, por qué había escrito este libro. “Nunca antes ha sido más evidente la evocación de esa figura. Vivimos años celebrando aquella belleza que fue alcanzar la libertad, mientras que ahora vuelve a estar en la superficie la amenaza del franquismo, así que hay que hacer un examen riguroso de lo que ha supuesto para nosotros Franco y el franquismo”.
Ese Franco y yo del título se refiere a un yo diluido en todos los que afrontan la presencia virtual del franquismo en este medio siglo de su, por otra parte, celebrada carencia. “Porque yo creo que todos los españoles tenemos una relación con Franco, de ahí la ironía del título. Ese yo es todos nosotros… Nos ha marcado muy profundamente. Siento que es un tema no resuelto, como se ve en el resurgimiento de esos movimientos de nostalgias ultras, que incluye a jóvenes y mayores que se manifiestan con sus peores deseos contra el presidente del Gobierno…”.
Franco fue un dictador de un país que “fue una dictadura y que no fue sino una dictadura… Siempre estuvo conectado con el contexto global para moverse según sus intereses; sus grandes aliados fueron Alemania y Francia, además de América Latina, específicamente su relación con Juan Domingo Perón”. “Fueron alianzas malvadas, como las que tuvo con Mussolini y con Hitler, cuando no se había resuelto la guerra mundial y cuando España tampoco había culminado su propia guerra”.
Aquellas guerras y estos tiempos (los tiempos de Trump) se parecen a las rupturas de la estabilidad que se estableció en ambas épocas. “Se ha roto un consenso. Y ahora una jungla neoliberal desafía lo que había sido, para mi generación, la esperanza europea. Era un camino ilusionante, en el que crecieron mis hijas, que ahora viven en el tiempo de la desintegración propiciada por lo que yo llamo las fuerzas del mal”.
Franco se miró en Mussolini (“él fue el inventor del fascismo”); el nazismo fue adaptado como si fuera una idiosincrasia franquista, y el nacionalcatolicismo le ofrecen a Franco “el aparato intelectual a un sistema que él era incapaz de crear por su cuenta. Ese nacionalcatolicismo que ahora se manifiesta en las calles se agita en favor de la victoria a la derecha que espera su turno como si estuviera definitivamente nublado el porvenir de España en manos de Pedro Sánchez…“.
¿Cómo fue posible que un hombre tan mediocre convirtiera a España en lo peor de aquel tiempo? “No era un mediocre. Esa es la gran equivocación en la que cayó también la izquierda. Parecía mediocre, pero no lo era. Era un hombre complejísimo con una inteligencia encaminada a la maldad. Sus dos características son la crueldad y la sagacidad. Una vez instalado en el poder su ambición era morir en la cama, detentándolo. Yo creo que no le interesaba mucho este país ni lo que pudiera pasar después, Sólo le interesaba él. Lo miserable de él era ese cortoplacismo, pero no fue poca cosa para conseguir lo que quiso. Hitler y Mussolini no pudieron aguantar la situación. Después de que murieran sus dos grandes aliados, a los que toreó y manipuló en torno a sus intereses, aunque no los consiguiera, ellos tampoco le sacaron lo que querían”.
“Usó la crueldad para destruir, para aniquilar al que él considerara el enemigo; estaba persuadido por las corrientes que había dentro del tradicionalismo, de la Iglesia, de ese pensamiento pacato que adoptó para sus intereses… Su enemigo no era el comunismo, aunque fuera un anticomunista feroz; su enemigo más fuerte fue la Institución Libre de Enseñanza, la educadora española con la que se instruyó la República. Esa institución no estaba formada por comunistas o radicales, sino por intelectuales de esencia liberal”.
¿Y Perón, y Evita? “Ahí estuvieron. Recibió a Evita, le agradeció el trigo, y a Perón lo tuvo cerca, pero no lo llamó nunca. Le interesó su carácter fascista, lo tuvo en cuenta, lo siguió. Le interesó su gran poder para manipular las masas teniendo en cuenta las enseñanzas del fascismo italiano y alemán. Además, necesitaba trigo, así que su alianza es un win-win tanto para Argentina como para España, aunque el trigo no fue gratis: fue a cambio de unos acuerdos comerciales que le importaban también a Argentina. Y luego viene Evita. Llenó de envidia a la primera dama, la mujer de Franco. Fascinado con la mujer de Perón, Franco debió decirse: ´Esta chica es una máquina`. Pero luego él no trabaja a Perón, porque éste cae en desgracia y el dictador comprende que no le tiene que hacer mucho caso. No lo recibe, lo humilla, y eso crea en aquel exiliado una especie de rencor y de pena. Pasó parecido a lo que sucedió con Yeltsin y Puti. Franco era así. Fue malo y fue franco. Una maldad que viene desde la niñez”.
Y así se fue muriendo, en su cama. Ahora hay gente que sale a la calle reclamando que reviva. El libro de Mantilla alerta. Él era un niño cuando murió el dictador. Ahora esa sombra es alargada y no está tan solo en la calle donde está la sede de los socialistas. Dice Mantilla: “Un periodista de la United Press, Jay Allen, lo vino a ver en plena guerra civil. Le dijo: ´Para acabar la guerra va a tener que aniquilar a media España`. Y le responde Franco: ´Cueste lo que cueste’”.
El escalofrío que produce este último párrafo no es ahora tan solo retrospectivo. En esta época tan soliviantada España, como Europa, como el mundo, está viviendo un escalofrío, y Mantilla lo avisa.
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Juan Cruz
Especial para Clarín
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