Trabajamos toda la vida. Algunos en empresas o en el Estado, Otros zarandeados por 70 años de vaivenes económicos un poco en blanco, en negro o en profesiones independientes. Todos quisimos aportar para jubilarnos y vivir dignamente el final de la vida. La enorme mayoría apostó de joven a formar una familia.
Esta reseña caracteriza a los 7 millones de jubilados del sistema previsional. También, a los que no lo hicieron a pesar de sus deseos, porque no llegaron a los 30 años ley. Culpa de un Estado permisivo y una economía manejada por incapaces.
Como todos ellos soy testigo de cómo los dirigentes dejaron de lado nuestros derechos constitucionales. Mudos por años pero que, ante el peligro de perder poder, ahora levantan la voz para defendernos. Gobernadores que negocian con el Presidente fondos para sus provincias (lo que está bien) usándonos como moneda de cambio para apoyar o no su posible veto al ajuste jubilatorio (lo que está muy mal).
Mientras Milei afirma que los que proponen ese ajuste se aprovechan del Estado usando una causa noble. Lo que significa que el Presidente no lucha por las causas nobles, sino por el déficit 0 para su propaganda como economista. Un autoelogio mentiroso porque aun después de 18 meses, la producción y el trabajo, no mejoran. Ellos nos demuestran que los jubilados estamos solos. ¿No merecemos algo mejor?
Matías Aníbal Rossi / [email protected]
Voces, reclamos y esperas de jubilados
La lectora Irene Bianchi, con la claridad y contundencia que la caracteriza, se ha referido con razón al nivel discursivo del presidente Javier Milei. Quienes hemos transcurrido la vida en el mundo de las empresas y de la economía, observamos con sorpresa que muchos periodistas y “comunicadores”, demuestran el bajísimo nivel de conocimientos que poseen en esos temas.
La dirigencia política no le va en zaga, a pesar de ser los responsables de la debacle. Es casi imposible escuchar a alguno que explique el origen de los problemas. Los jubilados ganan poco. Los chicos de 10 años no saben escribir su nombre. Tampoco pueden sumar y restar, con o sin ayuda de una calculadora. Los médicos se mueren de hambre. Un estudiante secundario se recibe sin comprender lo que lee. Baja el consumo. Son las frases más escuchadas, entre otras, con que nos atosigan día a día.
Ante tamaña demostración de ignorancia, el presidente Milei reacciona con la misma ira, enojo y vehemencia con que lo hacemos, en público o en privado, los que entendemos algo del tema. La cultura de “lo políticamente correcto” nos ha traído a una sociedad insulsa carente de compromiso, donde el “no te metás” reina en forma insultante. Coincido con la señora Irene Bianchi en lo que expresa con respecto a su nivel discursivo, pero cuando no alcanza con Don Miguel Cervantes Saavedra, es muy bueno recurrir a los maravillosos monólogos de Enrique Pinti.
Gabriel Varela / [email protected]
Para el PAMI, o para gente que maneja a los viejitos que tienen algunas deficiencia física, que nos mandan a rehabilitación, hablo de Ituzaingó, me parece que es un curro. Primero a kinesiología, en esto entra fisioterapia (rayos, ultrasonido, etc) por sesión, más kinesioterapia (masajes, movilización, ejercicios terapéuticos, rehabilitación respiratoria, es todo una mentira.
No hacen nada, quince minutos de rayos, quince minutos de gimnasia, y ahí estamos.
¿Qué es la kinesiología?, caminar, andar en la bicicleta fija? No tienen nada, ni un cachito de amor por esta gente con la ilusión de mejorar su vida. Me parece que nos usan, mucho. Hablo de la sede de PAMI de Soler 602, en Ituzaingó, tendría que estar gente de PAMI mirando lo que están pasando los abuelos. Hace dos meses que los abuelos andan sin pañales, ¿quién tiene la culpa?, no sé. Les pido, por favor, que hagan algo.
¿No se dan cuenta que el día del mañana esa gente de PAMI les puede tocar a ellos. ¿O se piensan que son inmortales?
Francisco Linares / [email protected]
La indefensión es un karma que pesa sobre la clase pasiva argentina desde hace décadas. La vulnerabilidad que soportan los jubilados se sustenta fundamentalmente en pérdida de poder adquisitivo, por políticas erráticas. La masa pasiva no tiene peso en las decisiones de Gobierno, ni la representatividad para hacer reclamos que sean atendidos. Quienes deciden, legislan o aplican la ley, sólo ven el jardín propio y no el bosque humano que los rodea.
La debilidad del jubilado aparte de lo económico, se manifiesta en la pérdida de derechos, ver lesionada su moral, un Estado ausente, deteriorarse su orgullo y algunos tener que ser asistidos por gente cercana y notar que afecta a la familia y a terceros.
Así como resignar sus costumbres o placeres a veces insignificantes de los que gozaba en el momento de estar activo y que hoy los ve diluirse o ha perdido por, haber sido avasallado y vulnerado.
El dolor que causa esto, no hay quien lo comprenda ni quien lo recomponga. Ni hablar de aquel que está muy enfermo o limitado por una discapacidad, aún sufre más el desapego por lo antes expuesto. Cuando se escucha hablar de modificar el régimen previsional, uno tiembla de pensar que su futuro va a ser peor, pues nadie ha podido ni ha querido mejorar la situación de los jubilados. Pocas esperanzas se tienen de volver a sonreír y poder sentirse digno como ser humano. Se nos ha vejado y se nos ha usado y ultrajado por doquier.
¿Qué más quieren de nosotros?. Nada puede afectarnos más. Basta de ser avasallados, de hipocresía y palabras falaces que se vierten para ilusionarnos. Es inmoral jugar con la dignidad y la esperanza humana.
Rodolfo C. Castello / [email protected]
No se trata de las empanadas de Darín. Se trata de qué hacen los jubilados y los asalariados que cobran un magro sueldo para sobrevivir. Porque ellos hace años que no comen empanadas compradas. Así que, señor ministro de Economía, Presidente, oposición, CGT, déjense de pavadas y de seguir riéndose de la gente y hagan algo urgente.
Con los US$ 80.000.000.000 que pidió nuestro ministro de Economía en sus dos -hasta ahora exitosas gestiones- se podrían comprar aproximadamente 6.000.000.000 de docenas de empanadas. Claro, donde seguramente las compra él.
Miguel Ramón de Peón / [email protected]
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