Uno de los cambios tecnológicos que en su momento ejerció notable influencia en la productividad de los tambos, y luego en la producción de carne en nuestro país, fue la confección del silo forrajero de alta calidad con el empleo de las máquinas con picado de precisión autopropulsadas.
Como protagonista en esa evolución, un pionero y propulsor de la misma, Luciano Toldo cuenta su historia de contratista picador profesional, que ni más ni menos, termina siendo una visión de cómo se fueron dando los hechos, que llevaron a la trasformación del silo forrajero en uno de los pilares de la producción agropecuaria de nuestro país.
María Fernanda Barberis, la esposa de Luciano y apoyo central ejercido con alta eficiencia.
Para hablar desde sus orígenes, Luciano, se remonta a la época cuando su padre Walter Toldo, quien fuera en su momento director de Sancor, tenía un campito de 40 ha que había heredado a su vez de su padre, ubicado en la zona de Tacural, en el centro de la provincia de Santa Fe, y de donde es la familia Toldo, y allí empezó a hacer tambo llegando a producir 3.000 litros durante un tiempo bastante prolongado.
“Ese fue el origen de la actividad agrícola de familia, con tres hijos varones, y en algún momento, el mayor se fue a estudiar ingeniería civil y el menor comenzó sus propios emprendimientos, con lo cual, medio en soledad, a las 40 ha las veía medio pocas, y como me gustaban los fierros, arranqué mi actividad como contratista independiente. El inicio fue con unas máquinas que me prestaron unos vecinos que tenían abandonadas. Las reacondicioné he hice mi primer silo a los 17 años, y hoy tengo 50. Los primeros silos fueron para la producción de mi padre y para algún vecino. Luego con 21 años conformé una empresa y comencé a ser contratista de forraje con una Fraga de dos surcos, de tiro con tractor”, repasa Luciano.
Arrancan las autopropulsadas
Los comienzos como picador, Luciano en el centro y de rojo, La picadora es de 2 surcos, y a la par apenas asoma su tormpa el tractor que pisaba el silo.
Siguiendo el hilo de los hechos, recuerda: “Dos años más tarde, cuando aparecen las picadoras autopropulsadas por medio de la empresa Integral Insumos y Sancor, conseguí el aval de una cooperativa de Ceres que me permitía hacer los silos de los productores, quienes no estaban dispuestos a comprar sus equipos por cuestiones de logística. Entonces, me dieron la opción de adquirirla. Ese fue mi cambio hacia una máquina automotriz”.
Ese fue un punto importante en esta historia y su protagonista así lo destaca, “Eso era para mí otro mundo, con una máquina nueva de 4 surcos, con el complemento del equipo acorde y mis 24 años, empezamos a trabajar de manera impresionante, con una velocidad y una capacidad operativa a la que no estábamos acostumbrados. Fue fantástico, porque a la gente le gustaba la calidad del trabajo”.
Luego en el 1999 y 2000, siempre de acuerdo con las palabras de Luciano, se vivió la crisis de la lechería “que era el 95 % o más de lo que hacíamos, pero al bajar el bajo precio de la leche, algo como 9 centavos de dólar, impactó muy fuerte en la zona y en la cuenca lechera del país. El productor no podía pagar el servicio, que estaba pensado para alcanzar una alta producción. En ese momento se habían vendido unas 65 máquinas picadoras, pero muchos dejaron la actividad y quedamos prácticamente la mitad de los que habíamos adoptado esa tecnología, hasta que cambió el panorama desde el 2003 hacia adelante que arrancó el auge del picado”.
La familia Toldo casi completa, Selene y Ana Luz, son las hijas menores que estudian, entre ellas Valentín que trabaja en la empresa con sus padres, a lado de Luciano María Fernanda la mamá. Falta la hija mayor Camila, que trabaja por su cuenta redes sociales.
En esos años duros de la economía, arrancó la Cámara Argentina de Contratistas Forrajeros, institución que Luciano hoy preside y explica, “Fue buscando un norte que nació la Cámara, de la que soy integrante desde sus comienzos, y ello me ayudó en buena medida, porque era muy joven en un mundo donde resultaba muy difícil manejar los costos, que no cerraban, hasta que entre el 2003 y el 2005 se reactivó la economía del país y empezamos a funcionar mejor y a crecer. Ya con mucha experiencia, aunque joven, compré otra máquina, y luego la tercera, luego llegaron a ser los cuatro equipos en movimiento de hoy”.
Mejoraron los resultados
En el 2003 los precios internacionales de los commodities mejoraron y el productor comenzó a cambiar para bien su situación económica y productiva. “Fue cuando repuntamos en una manera excepcional, nuestro rubro cambió de manera notable. Esto ocurrió luego de tiempos prolongados de padecimientos, porque a veces es contraproducente ser adelantado y tener una visión anticipada en algunas cosas, ya que se puede padecer la necesidad de imponer un producto”.
Al principio el silaje se distribuia a horquilla sin otras opciones, afirma Luciano Toldo.
Precisamente esa visión anticipada mantuvo a Luciano en el rumo que él sentía como correcto, “Otro punto que me ayudó a persistir en las épocas más difíciles, fue una tecnicatura de nutrición animal que realicé en la universidad de Wisconsin, EEUU. Fue en 1996, a mis 21 años, que mi padre pudo pagar las cuotas de aquel curso y entonces pude ver que la transformación de la lechera en Estados Unidos había sido con la adopción del silaje”.
Si bien, en ese momento Luciano ya hacía silo, aquella tecnicatura le confirmó que el camino que había iniciado por propia iniciativa era correcto, no obstante, afirma que “costó mucho tiempo para que la idea del silaje se trasladara a la Argentina, así que fueron 10 años muy duros debido que la gente no entendía que era la manera de producir eficientemente”.
Al principio, se pisaba el silo con tractores poco indicados para la función.
En la actualidad no hay un tambo o una producción de carne intensiva, que no utilice el silo como base forrajera, pero hubo una época en que esto no existía, y había que comentarle al productor que había una forma nueva de hacer leche o carne, para mantener la producción durante todo el año, y que esa forma era el silaje. «Esa docencia costó mucho tiempo durante el cual, era muy difícil que la gente invirtiera en algo que no sabía si funcionaría. Además, no había elementos para la extracción y suministro del silaje, así todo se necesitaba de una trasformación. Ahora que todo está en funcionamiento, con las máquinas indicadas para cada etapa del proceso, es más fácil y ello hace que año a año crezca la cantidad de forraje que se pica en el país».
Aparecen nuevos jugadores
Analizando la evolución del negocio, afirma, «Nosotros fuimos innovadores, pero cuando todo comenzó a funcionar mejor, aparecieron nuevos contratistas independientes, más alla de las cooperativas, que habían estado desde el arranque. Entonces, debimos armar estrategias diferentes para competir y agrandamos la zona de trabajo –hace más de 20 años–, llegando a Quimilí en Santiago el Estero y Chaco en coincidencia con el fortalecimiento de la producción ganadera en el norte del país. Asimismo, la necesidad de mantener la carga animal en el invierno, reveló al productor que la producción con el silo funciona, y allí en el norte es donde más creció el picado en las grandes extensiones de campo».
También se tapaba con plástico buscando eficiencia.
En la actualidad, maneja unas 400 hectáreas de campo propio más unas 500 ha alquiladas, donde combina la agricultura con ganadería y la producción de forrajes para productores de la zona. “Entre otros proveemos forraje todo el año al tambo robotizado Milkynet con 750 vacas y proyección a 1500 en 22 ha. Le suministramos maíz, sorgo, avena, trigo. Es un proyecto que asesoro desde su arranque y para ello tomé como referencia lo visto en otras partes del mundo donde hay tambos mecanizados o robotizados que se proveen del forraje que le suministran los productores vecinos”.
El centro de operaciónes y el orígen de todo es en Tacural, en el centro de Santa Fe, en una de las cuencas lecheras más importantes de Argentina, donde están las grandes usinas lácteas, explica Luciano.
Productor, contratista y asesor, Luciano Toldo desde su agronomía, brinda servicios para la producción, además del picado de forraje, de drones para aplicaciones de insumos en agricultura, actividad en la repitió la posición de pionero, como también el esparcido de estiércol con sus equipos específicos.
Asimismo, provee combustible desde su estación de servicio actividad que desarrolla a partir de un momento de crisis, para asegurar la provisión de sus equipos. “Todo es logrado en base a una buena administración conformada por María Fernanda Barberis y