«Inveterada conflictividad en las residencias médicas»

La conflictividad de las residencias médicas viene calando hondo desde hace décadas, y hoy revela una situación caótica por distintos factores. He fundado tres residencias hospitalarias y he sido responsable de dirigir cinco residencias; pienso que puedo aportar algo de conocimiento y experiencia. Se trata de un sistema mixto, formativo y laboral, es decir, el médico va capacitándose de “manera tutelada” por profesionales competentes (en lo asistencial y en lo docente), mientras realiza un trabajo hospitalario de equipo, con responsabilidades progresivas y programáticas. De ninguna manera es una beca, pues la beca es una “subvención para realizar estudios o investigaciones” (RAE), y nada tiene que ver con obligaciones laborales.

Hoy los jóvenes colegas reclaman por sueldos dignos, falta de insumos, horas extras no reconocidas, cansancio cuando no agotamiento laboral. Tienen necesidades básicas, como todo ser humano, y quien los contrata no debe subestimarlas y menos, ignorarlas. Pero tanto lo laboral (asistencial) como la enseñanza-aprendizaje (educación médica postgraduada) están en crisis, al extremo que no son pocos los reclamos de pacientes ni tampoco las manifestaciones de residentes por considerar una formación deficiente. El malestar general es creciente. Al respecto, en medicina no existen las “garantías” que propala el mercado o cierta institucionalidad, y a menudo lo que se publicita como “excelencia” no suele ser tal o se confunde con “perfeccionamiento”.

El sistema revela dificultades en todas partes, pero aquí tenemos una situación estructural que no fue abordada de manera experta y responsable, donde la fuga hacia adelante o el vamos viendo, fue, ha sido y es una manera de tratar la cuestión, acorde con la idiosincrasia con que se tratan otros problemas que son básicos y vitales.

Prof. Dr. Roberto M. Cataldi Amatriain

Dr. en Medicina – Profesor universitario – Director de residencias médicas [email protected]

OTRAS CARTAS

Cruces que solo contribuyen al divisionismo político

Las recientes disputas que tuvieron como actores principales a Javier Milei, Patricia Bullrich y Victoria Villarruel (a partir de lo ocurrido en la sesión del jueves en el Senado) son lisa y llanamente degradantes desde el punto de vista institucional, demostrativas de una preocupante pobreza intelectual, que solo contribuyen al divisionismo político, el odio y el resentimiento.

La malevolencia puesta en evidencia con prepotencia por estas importantes figuras del Gobierno nacional son un desprecio del tiempo que deberían destinar para la solución de los serios problemas que existen en el país e inconducentes para la construcción de un próspero futuro para sus habitantes.

Todos ellos, pero principalmente el Presidente de la Nación, deberían reflexionar sobre sus conductas sociales y desistir en el futuro de llevar a la práctica un matonismo que no es aceptable en el ejercicio de sus funciones porque es propio de la violencia callejera, caracterizada por la intimidación, la agresión, el acoso y el patoterismo.

Oscar Edgardo García [email protected]

El impacto ambiental de la producción de alfalfa

Luego de leer la nota del sábado 12 de julio en la sección Rural, quedé sorprendido acerca de la omisión del impacto ambiental que genera la producción de alfalfa para exportación.

Les ruego por favor que vean los antecedentes de grandes productores, en especial las de capitales saudíes, y el resultado destructivo en la ecología en otros países, ejemplo España o Estados Unidos, donde los acuíferos están perdiéndose, a un ritmo que también se ve en la subsistencia de las culturas de las áreas donde estas empresas andan.

La producción de alfalfa no es maligna, pero su producción desmedida y sin atender el impacto ambiental atenta contra el futuro de la naturaleza y de la sociedad allí donde se asienta esta producción.

Evidentemente los organismos de control y la política nacional una vez más muestran el interés en el dinero sin entender que el costo de perder el agua es igual a perder la vida.

Martín Gutierrez Deza [email protected]