En contraposición con las tendencias económicas globales, en Argentina se está produciendo un cambio. Se trata de un país que en la década de 1920 era uno de los más ricos del mundo, pero que desde entonces, desperdició las (enormes) oportunidades durante largas décadas debido a un aparato estatal desmesurado, una elevada deuda pública, quiebras estatales sistemáticas y una alta inflación.
Javier Milei ha puesto fin a esta situación de forma drástica. Su radical programa económico y financiero liberal, trajo consigo recortes del gasto público en todos los ámbitos y una apertura a la economía de mercado. Estas medidas tuvieron su efecto, y tras una marcada y aguda recesión, en los últimos meses se produjo una recuperación económica, con tasas de crecimiento real de casi el 6 %.
Todo ello con una tasa de inflación que ha caído de más del 210 % anual a menos del 40 %, aunque todavía es demasiado alta, ya va en camino de alcanzar los niveles que caracterizan a los países estables, sobre todo teniendo en cuenta que el presupuesto nacional registra un superávit del 0,4 % del producto interior bruto (PIB).
En materia de comercio exterior, durante mucho tiempo estuvo el escepticismo sobre si se mantendrían los controles de capital y la inconvertibilidad de la moneda argentina, por temor a una aceleración de la inflación.
Hasta ahora la pobreza en el país disminuyó y tanto los argentinos como los extranjeros están empezando a plantearse si no valdría la pena invertir en este país. El regreso de Argentina a los mercados internacionales de capital está a la vuelta de la esquina.
Milei aún tiene por delante profundas reformas estructurales necesarias para devolver a este país rico en recursos el dinamismo que tenía hace 100 años. Pero al menos, se ha dado un valiente primer paso.
Un gran contraste con Estados Unidos y Europa. Donald Trump está llevando a su país, con elevados déficits financieros y oleadas de proteccionismo, a un espiral inflacionario con devaluación del dólar y encarecimiento de los productos extranjeros, una mezcla peligrosa de obstinación mercantilista y falta de sentido económico.
Europa por su parte, se endeuda por una creencia errónea en el poder omnipotente del Estado y en la irrelevancia de los intereses de las generaciones futuras. El déficit presupuestario de Francia alcanza casi el 6 % del PIB, el de Gran Bretaña supera el 4,5 %, y la relación entre la deuda y el PIB en estos países ha superado con creces el 90 %, al igual que en Estados Unidos.
Alemania se suma a la fila, pero el Gobierno de Merz/Klingbeil está haciendo todo lo posible por reducir la distancia. Todo ello supone riesgos para la estabilidad de los mercados de capitales, al igual que ocurrió hace dos décadas, previo a la crisis financiera mundial.
Esto devela que el Norte global vive de su acervo, lo que plantea la siguiente pregunta: ¿por cuánto tiempo más? Mientras que el Sur global, al menos Argentina, por fin está construyendo su propio camino. Objetivamente, solo se puede sentir respeto por ello, aunque Javier Milei en cada oportunidad pierda simpatía global hacia su convincente programa económico y financiero liberal con una retórica populista excesivamente agresiva. Pero para emitir un juicio objetivo es necesario fijarse en el fondo de la política, y no solo en la rudeza de su discurso. Y en ese aspecto, el balance de Milei no es malo.
Karl-Heinz Paqué es Presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Berlín y Vicepresidente de la Liberal Internacional
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