En su apasionada búsqueda de convertirse en un movimiento Nac&Pop –concretamente: en el nuevo peronismo–, los libertarios acaban de aprobar un examen crucial: se pelean entre ellos. No hay peronismo sin boxeo, piquete de ojos, balaceras y minas antipersonales. Diferencias que se salvan cuando el objetivo común es el poder, la concupiscencia mayor.
La velada que acabamos de disfrutar en la provincia, con Karina y los karinos en un rincón, y el Mago Caputín y sus caputines en el otro, es bien pirucha. No discutían ideas, estrategias, estilos o personas; mucho menos, la boca se me haga a un lado, moralidades. El problema con Sebastián Pareja, el todopoderoso armador de Kari en el distrito, no era su esfuerzo por colar a un testaferro de Hugo Moyano en las listas, sino que el testa le sacaba el lugar a un púber de Las Fuerzas del Cielo, la bandita regenteada por Caputín. La naturaleza del pleito es contable: “ellos o nosotros”. Ganaron los karinos, obvio. Sebas es peronista de raza, y el Mago, un principiante en el arte de la imitación. Sebas sirvió al menemismo, al kirchnerismo y al macrismo; digamos, a sí mismo. Vuelan las apuestas: ¿cuánto tardará en emanciparse?; ¿qué nuevos vientos lo harán volar? Anteayer, en la Rural, almorcé en una mesa pegada a la de Caputín y su muchachada, peones de las redes. Por Dios, qué caripelas. Tan jovencitos y tan derrotados, se me partió el cuore. Eso sí, tomaron como para ahogar todas las penas. Cinco jarras de Nesquik.
Los verdaderos peronistas, gente de tinto y madrugadas, hicieron del cierre de listas un espectáculo supremo. Cuando el cardenal Massita vio que se vencía el plazo, a las 12 de la noche, y no había fumata blanca entre los tres sectores en pugna (el de Kichi, el de Cristina y el suyo), mandó a cortar la luz de la Capilla Sixtina. En medio de las penumbras, esbirros de Kichi presentaron ante la Justicia Electoral una lista propia, monocolor; picarón el chiquitín. A Máximo, brazo armado de su mamá, la querida Tobi, lo estaban acostando; angustiado, llegó a preguntar si el recurso del corte se terminaba con las primeras luces del día. Massita lo alivió: “Si no hay luz no hay sistema, papurri. Dormí tranquilo”.
Un día y medio después hubo lista de unidad, unidad en la diversidad, derroche de alquimias, magia, zancadillas y traiciones. Qué tipos audaces. Eso viene con la sangre. Un viejo puntero peronista del conurbano me explicó hace años –lo juro– que exhibir la trampa es una forma de hacerse respetar. “Los argentinos inventamos el juego del truco, basado en la mentira y el engaño. En nuestra cultura, el fullero está revestido de autoridad –filosofó, suelto de cuerpo y alma–. Que se sepa incluso que robamos, eh”. Lerdo como soy, lo entendí mucho después. En octubre de 2008, Néstor puso peso sobre peso para comprar, en blanco, 2 millones de dólares. Florencia tenía 4,6 millones en su caja de seguridad. Josecito López llevaba 9 millones en el baúl del auto. Muchos millones desfilaron frente a las cámaras de La Rosadita. Antonini Wilson traía 800.000 en la valija. Kueider cruzó a Paraguay con 200.000 en la guantera. Felisa Miceli guardó un vuelto, 32.000, en el botiquín del baño. La consigna resulta clara: cash, billetes, montañas de billetes, y que la mano derecha sea la primera en enterarse de lo que hace la izquierda. Que se enteren también los medios y lo publiquen, porque la prosperidad, enseñó Calvino, puede ser vista como un signo de predilección divina. Perón enseñó otra cosa: la prosperidad es en sí misma una divinura.
Trifulcas aparte, en la provincia acabamos de asistir a una fiesta de participación ciudadana. Listas “blue”, candidatos duplicados, licitación de candidaturas, revoleo de postulaciones testimoniales, cortes de luz, incumplimiento de plazos… ¿Ya se nota que La Libertad Avanza llegó para regenerar la política? Por supuesto. Chocolate Rigau hoy es la imagen viva de un ñoño republicano.
Córdoba se vistió de gala el martes para recibir a La Derecha Fest, movida bullanguera de los libertarios; un circo, sí, pero ilustrado, docto. El Gordo Dan, funcionario sin funciones, streamer con pauta, en esta ocasión telonero, fue el encargado de adoctrinar a la militancia con recursos propios de la academia: “Me chupa la pija la opinión de los kukas, zurdos hijos de puta”. “Soy mejor tuitero que orador”. Gordo, no te me achiques: cuántos tienen esa facilidad de palabras.
Javi subió al escenario un poco cantando y otro poco gritando que era “el rey, el león”, y en su discurso de 75 minutos –75 minutos, una hora y cuarto: aguante Fidel, aguante Tobi– repartió insultos, se acordó de todos los mandriles y llamó “bruta traidora” a Vicky Villarruel. En un momento de su master class pidió aplausos para Karina, porque, inexplicablemente, a Kari nunca le regalan un aplauso espontáneo: o baja la orden o la ignoran, cielita mía.
La Derecha Fest fue concebida como bastión de la “guerra cultural”. No sé si hace falta. Con Pareja, Caputín, el Gordo Dan y Javi, la guerra ya está ganada.