La violencia ha sido una constante a lo largo de la historia, inherente a la naturaleza humana y producto de factores sociales y culturales; solo que estos tiempos están signados por el inocultable registro a partir de miles de millones de dispositivos, cámaras y recursos digitales y el poder de amplificación de la tecnología, y cada vez más; funcionarios, fútbol, escuela, política, abuso sexual infantil, sextortion, no se detiene; adquiere cotidianeidad, violencia verbal, física, visual y digital.
Desde un aparente inocente “trend” en Tik Tok que invita a hacer daño y lastimar a otros, hasta los tristes y papelonescos escenarios de burlesque montados en parlamentos y congresos de todo el mundo, pasando por la incontrolable capacidad de la IA de generar un deepfake hostil.
Todo se graba con un celular y la multiplicación de un corte de una escena de pugilato o una canción de RKT subsumen el más agresivo y violento instante, que luego se viraliza instantáneamente, eso sí, acompañado con voces de alerta que hablan de “odio y violencia” luego de haberla ejercido sin límites ni remordimiento.
La violencia que antes era física hoy se reproduce, esencialmente, en forma digital. En esta década, el primer bastión del parámetro hostil es virtual: un simple comentario de hate puede trasladarse al plano físico como angustia o dolor. La línea divisoria entre ambos mundos parece desvanecerse, como en una construcción “orwelliana”.
Todo proviene del mismo ente de control: el Pater Technologicus, capaz de manipular a la sociedad. Como en 1984, el poder se ejerce mediante el control, la vigilancia y la manipulación de la información. La tecnología amplifica la violencia: smartphones, redes sociales, consolas y la falsa libertad de disparar comentarios instantáneos y “for free”.
Por momentos, los algoritmos parecen ser el germen de acciones de viralización violenta. WhatsApp es la app preferida por menores que ejercen cyberbullying. La violencia emocional y sexual también se vale del recurso tecnológico para propagar daño 24/7. Muchos adolescentes reportan haber vivido violencia concreta en redes: videos de peleas, amenazas, contenido con armas, drogas, alcohol o con carga sexual violenta.
TikTok lidera en contenido violento, seguida por X, Facebook y Snapchat. Un 65% de las personas encuestadas experimentó violencia o prácticas abusivas online. Una de cada cinco niñas y mujeres jóvenes abandonó o redujo el uso de redes sociales tras sufrir ataques. El acceso a este tipo de contenido no es pasivo: afecta la percepción de seguridad y moldea el comportamiento.
Adolescentes reconocen que redes y consolas influyen en sus dichos y acciones violentas.Pero el decálogo hostil digital no termina ahí: espiar celulares, acosar por mensajes, controlar redes ajenas, censurar fotos o exigir geolocalización son formas de violencia. También lo es coaccionar para obtener contraseñas o imágenes íntimas.
La violencia digital exacerba el miedo y normaliza comportamientos que muchos no considerarían sin ese contexto. Y aunque urge moderar el contenido violento, ni la industria tecnológica ni los gobiernos parecen asumir esa responsabilidad con seriedad.
Gabriel Zurdo es especialista en ciberseguridad. CEO de BTR Consulting
Sobre la firma
Gabriel Zurdo
CEO de BTR Consulting, especialista en riesgo tecnológico y negocios.
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