Tuvimos que escuchar (nuevamente) las disparatadas interpretaciones del Presidente sobre otra obra de arte que entendió mal: la semana pasada hizo alusión a la película “Gladiador”, del año 2000, asignando representaciones cruzadas en la política nacional.
Presumo para esta afirmación la confusión del mandatario y no su mala intención, porque es profusa la literatura de investigación que promueve y apoya la hipótesis de que los conservadores tienen dificultades en interpretar obras de arte complejas, tendiendo antes a la literalidad o el error.
¿Y qué sería un conservador? (“What do conservatives actually like about Star Trek?”) es el título de un video en Youtube de Steve Shives, del cual vamos a tomar prestada su definición de conservadores como personas “que favorecen la desregulación del mercado, quieren estados pequeños, dicen valorar las libertades individuales mientras buscan mantener el status quo de las jerarquías políticas y sociales, prefiriendo la estabilidad al cambio, escépticos del progreso, que encuentras los movimientos sociales como amenazantes o innecesarios, pro milicia, nacionalistas -no es nuestro caso, nos tocaron especiales- que tienden a votar por candidatos de derecha en las elecciones”.
No ven o evalúan una pieza artística del mismo modo que el resto de las personas. Tienen una interpretación distinta, mediada por su cosmovisión antes descrita. Posiblemente por esta razón asistimos a la indignación, tanto de los trolls de X como del Presidente, cuando los artistas se expresan políticamente de forma inapelable. Esto les quita la posibilidad de una “interpretación libre” o a su medida de la obra de arte.
Desde 1973 en adelante son muchas las investigaciones que intentan explorar la relación que tienen los conservadores con el disfrute y el consumo del arte. Los hallazgos señalan que los conservadores prefieren el arte menos abstracto, esbozan apreciaciones más superficiales del mismo y se inclinan por las versiones menos amenazantes, complejas o ambiguas posibles (Wilson, 1973; Dollinger, 2007; Carl, 2018).
Cuando se estrenó Gladiador II en el cine, a fines del año pasado, volví a ver la primera película y pensé en escribir una columna similar a ésta, pero en clave sarcástica, o incluso un poco ridícula.
Las referencias están todas servidas desde el inicio, tan evidentes que resulta vergonzante tener que explicarlas: Cómodo es un gobernante que se comporta como un tirano, carente de las cuatro virtudes de liderazgo que describe Marco Aurelio (sabiduría, justicia, entereza y templanza); “no es un hombre moral, no debe gobernar”, “el deber de un hombre revanchista con el pueblo es, simplemente, no conducirlo”, se dice de él.
Con una extraña relación de amor y dependencia con su hermana, convencido de que el pueblo tiene que ser salvado de sus propios representantes y hasta dispuesto a disolver el Senado, pues no le convence el poder que detentan en la forma republicana de gobierno los legisladores, a quienes acusa de maquinar, adular, pelear y engañar.
En el discurso de la Derecha-Fest, el Presidente no titubea en arremeter contra las instituciones republicanas que reconoce con el deber de salvaguardar al pueblo ante el surgimiento de la tiranía.
Recientemente la realidad nacional decidió actualizar los puntos de contacto con la película: apenas unos días después de anunciar una candidatura electoral en abierta competencia al oficialismo, la presidenta del mayor partido de la oposición fue condenada a la inhabilitación para ejercer cargos públicos.
En las escenas sucesivas de los combates de gladiadores en el Coliseo Romano, vemos de fondo a los funcionarios de Cómodo arrojando hogazas de pan a las gradas, “Pan y circo” es nuevamente la fórmula a la que apela el tirano cuando intenta ganar el favor del pueblo. “Pan y circo”, siempre que se carezca de legitimidad de ejercicio o logros de gestión para esgrimir. Distraer, entretener y contentar para ganar tiempo.
Resulta algo chistosa la sorpresa de los conservadores al reconocer que sus lineamientos políticos carecen de exponentes comprometidos entre los artistas consagrados o exitosos. Reconocen los mismos conservadores que la mayoría de quienes suscriben a esa orientación parecen preferir relaciones superficiales o pasivas con el arte, raramente se involucran más allá del papel de espectadores que buscan hacerlo con poco esfuerzo.
Los deleznables monstruos que resultan del intento de los conservadores por producir piezas artísticas se debe a que la mayoría de las veces las piensan como plataformas de difusión de su ideas, por lo que terminan siendo más similares a la simple propaganda que a la experiencia del arte (Baresel, 2023).
Aunque se podría haber sospechado la interpretación que el Presidente haría de Gladiador bajo la literatura académica antes expuesta, dadas sus declaraciones de la semana pasada -las que evidencian piruetas cognitivas difíciles de comprender- no resta sino recomendarle prescinda en lo sucesivo de toda complejidad.
Agustín Mopty Seguí es Licenciado en Psicología (UADE)
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