El politólogo e historiador estadounidense Hal Brands entre otros académicos advierten que Donald Trump juega con la economía global de forma descontrolada. El ejemplo inmediato lo señalan en la ofensiva para controlar la FED, el Banco Central que regula de modo independiente las tasas. También, el ataque arancelario de 50% sobre Brasil para que el gobierno de Lula da Silva salve de la Justicia al ex presidente Jair Bolsonaro procesado por una probada intentona golpista. O contra Canadá, solo porque no acepta su política internacional sobre Oriente Medio.
Trump revive con su guerra comercial una vetusta herramienta proteccionista de hace un siglo y, con estos métodos coercitivos y tonos picapedreros, la arquitectura del primer Roosevelt, Teddy, creador a inicios del 1900 del “gran garrote” con el que sometió al llamado “patio trasero”.
Brands, quien es además filósofo y profesor de la cátedra Henry Kissinger de la Universidad de John Hoppins, está preocupado por el desplome del orden mundial legado de la segunda posguerra. Define un puñado de factores desde la perspectiva de la mayor potencia global que amenazan a esa construcción sólida que hizo dominante a la democracia.
Coloca entre ellos a los aranceles que abisman el vínculo de EE.UU. con sus aliados estratégicos. También, lo que define como “politización” por el avance sobre la FED, fragmentando su crucial capacidad estabilizadora, o el uso de aranceles comerciales para defender a un líder golpista con el cual simpatiza y, en el mismo caso, las sanciones a un juez de un Tribunal Supremo extranjero porque desacuerda con sus fallos, una medida que disparó un duro debate y disgustos en la Cancillería norteamericana.
El orden del cual hablamos, y que valoró por décadas el libre comercio como mecanismo para expandir la economía, se ha basado en normas que si son violadas o ignoradas descalabran el sistema. Se trata de la protección de los bienes comunes, la no proliferación nuclear, los derechos humanos o la prohibición de robar territorio al vecino, entre otras. “Si bien EE.UU. ha incurrido en hipocresía hegemónica, su defensa de esas normas ha contribuido a crear un mundo relativamente civilizado y próspero. Hoy, lamentablemente, estas normas son violadas tanto por los malos como por los buenos”, sostiene.
La paradoja de ese comportamiento es que fortalece el poder del otro jugador en el nuevo eje Este-Oeste. La imagen de China, un experimento capitalista autoritario no democrático, crece en atractivo como alternativa a lo que hay. “Esto aglutinará más a los BRICS”, evalúa Javier Vadell, profesor de RRII de la Universidad Católica de Minas Gerais en relación a ese acuerdo que lidera Beijing y evidencia una creciente influencia competitiva en el Sur global.
A propósito de esa observación, conviene no descartar la noción de que la carga contra Brasil también se alimenta de su participación preponderante en ese grupo. Otro dato: con el pretexto de que es un cliente del crudo ruso, Trump le fijo aranceles de 25% a la India, un aliado histórico de EE.UU., pero socio fundador junto a los brasileños de esa organización que aspira a abandonar el dólar en su comercio intrarregional
El presidente estadounidense, Donald Trump, muestra una orden ejecutiva sobre los «aranceles recíprocos», el «día de la liberación» en Washington el 2 de abril de 2025.efe
La economía en calma
Entretanto, analistas como David Goldman observan que el magnate ha logrado lo que todos fuera de la Casa Blanca habían predicho: una suerte de victoria en una guerra que elevó los impuestos sobre los bienes importados sin ninguna de las consecuencias perjudiciales hasta el momento. El consumo aumentó ligeramente y la inflación sigue en niveles razonables, aunque el efecto en los precios comienza a notarse en línea blanca, vestimenta, computadoras, juguetes o hardware general.
También el FMI revisó al alza sus cálculos con un 3% de expansión global este año. El daño de los aranceles fue limitado, dice el Fondo, porque los importadores estadounidenses se apresuraron a traer bienes antes de que los gravámenes entraran en vigor y porque Trump terminó suspendiendo sus mayores castigos, incluido un arancel del 145% sobre los productos chinos. Por iguales razones, pero a la inversa, la economía de EE.UU. se expandió considerablemente en el segundo trimestre, –3% anualizada contra -0,5% del primero– debido a que las empresas redujeron las importaciones tras acumular reservas a inicios de año para anticiparse a los aranceles.
No todo, sin embargo, es lo que parece. Trump ha anunciado una serie de acuerdos significativos con Japón y la Unión Europea con inversiones proclamadas a niveles sin precedentes, además de otros con Indonesia, Vietnam y Filipinas, con aranceles que oscilan entre el 15 % y el 20 %. Pero una investigación detallada de la agencia Bloomberg, que no es particularmente crítica del trumpismo, plantea interrogantes sobre lo que en realidad se ha negociado.
El pacto con Japón, por ejemplo, incluye inversiones de US$550 mil millones según Trump a cambio de la baja de los aranceles. Sin embargo, Tokio aclaró que solo el 1% o el 2% del total (un máximo de 11 mil millones de dólares) sería inversión, y el resto se conformaría esencialmente por préstamos, señala Bloomberg.
Como mínimo, ambos países describen el acuerdo de forma diferente, lo que aumenta la posibilidad de problemas: “No se trata de que se envíen 550.000 millones de dólares en efectivo a EE.UU.”, remarcó el principal negociador comercial de Japón, Ryosei Akazawa. Pero el ministro de Comercio norteamericano, Howard Lutnick, dijo en Fox News que “esto es, literalmente, que el gobierno japonés le está dando a Donald Trump US$ 550.000 millones“. También Corea del Sur aclaró que los US$ 350 mil millones incluidos en su acuerdo son “prestamos y garantías”. Es dinero coreano, indicó el jefe negociador de Seúl, Kim Yong-beom, cuestionando la noción de Trump de que EE.UU. se quedaría con esos fondos.
La incertidumbre europea
Y qué hay sobre el otro enorme acuerdo con la Unión Europea, que el analista Goldman citado más arriba describe como posiblemente efímero por las reacciones negativas en el bloque. Esos reproches incluyen a Bernd Lange, el titular del Comité de Comercio del Parlamento, el órgano que debe refrendar lo negociado.
La UE prometió US$600.000 millones en nuevas inversiones. Pero los funcionarios europeos aclaran que se trata de promesas de las empresas privadas, y que el bloque no puede comprometerse haciéndolo vinculante. Los privados decidirán. “Básicamente, construirán fábricas”, declaró Lutnick de nuevo a la Fox News sin indicar detalles.
La UE también prometió compras de energía a EE.UU. por US$ 750 mil millones durante los próximos tres años, el triple del ritmo actual. A US$ 250 mil millones por año, sería casi el 80% del total que EE.UU. exportó en energía al mundo en 2024, según datos oficiales. “Incluso si estas cantidades fueran viables económicamente, la UE no puede obligar a las empresas privadas de sus países miembros a comprar tanto. Y el gobierno de EE.UU. no tiene la facultad de indicar a sus compañías de crudo y gas dónde vender”, resume The New York Times.
Fuera de los aranceles que son una realidad concreta desde una base de 10% para todos y hacia arriba, “gran parte de los acuerdos recientes consisten en promesas vagas con grandes cifras adjuntas que no tienen mecanismos de cumplimiento”, observa Alex Jacquez, ex miembro del Consejo Económico Nacional en Washington.
Hay otras inconsistencias. Las automotrices de EE.UU. alertaron que en el acuerdo con Japón los vehículos importados sin contenido estadounidense pagarán menos impuestos que los fabricados en Norteamérica que sí lo tienen. O el caso de Vietnam que terminó con un convenio con manos estrechadas y sonrisas, para descubrir horas después el gobierno de Hanoi que se incluyó un arancel del 20%, superior al que se decía que habían acordado. El estilo de Trump. Es cuestión de esperar le dice un resignado diplomático europeo a este cronista: «El capitalismo verdadero sucede sin aranceles».
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