La primavera pide mar y silencio. A pocos kilómetros de Miramar, Centinela del Mar ofrece esa mezcla rara de horizonte abierto, médanos altos y cero ruido. No hay edificios ni paradores enormes: apenas un caserío, viento limpio y playas larguísimas. Es el lugar para bajar un cambio y disfrutar sin apuro.
El encanto está en lo simple: playas casi vírgenes, dunas que guardan historias y un pueblo mínimo con huellas de pasado. Entre la capilla, una vieja escuela y un vagón de tren reciclado, asoman relatos de colonos y comunidades originarias. Todo respira naturaleza, identidad y una serenidad difícil de encontrar.
Centinela del Mar: un lugar mínimo para desconectar
Acá manda el paisaje. La costa es amplia, de arena firme, y los médanos funcionan como muralla contra el viento. Caminás unos minutos y el único ruido es el de las olas. Si buscás faroles, decks y parlantes, este no es tu plan; si querés silencio, sí.
El caserío conserva postales entrañables: la capilla, un viejo hotel que dejó de operar hacia fines de los 80, casitas de veraneo y un pintoresco vagón de tren restaurado. La escala humana es la regla: nada de torres ni avenidas. El resultado es una postal sin estridencias, perfecta para contemplar.
La temporada primaveral es ideal: días suaves, cielos limpios y menos viento que en invierno. Hay servicios básicos y un parador clave —chico, amable, sin vueltas— para hidratarse, comer algo simple y, si querés, quedarte a dormir. Lo esencial está; lo superfluo, ni falta hace.
Las playas vírgenes de Centinela del Mar son tu lugar ideal para una escapada. Foto: Instagram @proyectocentineladelmar.
Llegar también es parte del plan. Desde Miramar se toma la ruta 77 y 88, y cerca de un silo solitario, nace el desvío hacia un camino de tosca que se vuelve paisaje. Otra alternativa baja desde Mar del Sud por 35 kilómetros de tierra. Ambas conducen a calma total pura.
Qué hacer: plan de actividades y atractivos
Si te gusta disfrutar sin apuro, este destino es tu lugar ideal. Las propuestas son tranquilas, cercanas y muy fotogénicas: pensadas para caminar, observar y aprender. Lo mejor es organizar el día con horario “playero” extendido y un abrigo para cuando refresca la tarde.
- Playas y dunas: caminatas largas, mate frente al mar, lectura a la sombra de los médanos.
- Pesca de orilla: buenos piques cuando el mar acompaña.
- Avistaje de fauna y flora: territorio de comunidades autóctonas; habita la “Lagartija de las Dunas”, Monumento Natural bonaerense.
- Huella educativa: la escuela primaria N.° 16 “Alfonsina Storni” y el jardín —hoy sin clases— avanzan para convertirse en estación científica junto a Fundación Azara.
La escuela de Centinela del Mar, que se convertiría en una estación científica. Foto: Instagram @proyectocentineladelmar.
- Patrimonio: capilla, viejo hotel, casitas históricas y el vagón de tren restaurado.
- Parador “La Lagartija”: funciona en la antigua usina; bebidas, algo rico, mini hospedaje y muestra de objetos y fotos de pueblos originarios.
- Cultura viva: peñas y encuentros de comunidades originarias en verano; música, tradición y defensa de la naturaleza.
- Exploración responsable: fósiles y rastros arqueológicos a resguardo; se impulsa una futura Reserva Natural.
El paseo se completa con siestas a la sombra del médano, atardeceres anaranjados y cielos limpios para mirar estrellas. El espíritu del lugar es de bajo impacto: llevate tu basura, no trepés médanos inestables, respetá la fauna y vas a ayudar a que siga siendo único.
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