Félix Luna es probablemente el historiador más leído en nuestro país. No fue un “divulgador”; la palabra tiene un sentido mediocre y elitista que no le cuadra. Fue un historiador, con una singular capacidad para la comunicación. Siempre que pienso en él me pregunto cómo estas dos dimensiones se entrelazaron y si ambas no tienen un mismo origen.
Félix Luna, fundador de la revista Todo es Historia.
Hay que comenzar por Todo es Historia, la revista que fundó en 1967, ya próxima a celebrar sus 60 años. Se mantiene hoy, con algunos cambios naturales, como el formato digital. Su fundador nunca dejó de admirar esa supervivencia. Recuerdo el entusiasmo con que se festejaron sus primeros diez años, en el infausto año de 1977.
Todo es Historia fue un hito en la comunicación de la historia. Con su experiencia periodística, y una idea muy precisa del tono literario buscado, Luna corrigió o reescribió casi todos los artículos; inclusive, al principio escribió muchas de las notas, con un seudónimo, hasta que el estilo se fijó y consolidó. Solía decir que al lector se le debía esa cortesía, escribiendo con claridad, entreteniéndolo e interesándolo, para que el meollo del contenido fuera bien recibido y comprendido.
La base fueron siempre trabajos de investigación histórica, que aportaban conocimiento original sobre algún aspecto de la realidad histórica. Coincidiendo con las novedosas tendencias del mundo historiográfico, incluía todos los aspectos de la experiencia humana, en lo grande y en lo pequeño.
Inicialmente colaboraron algunos historiadores de oficio, atraídos por la apertura temática y la propuesta de una escritura ágil y relajada. A ellos se sumaron muchos historiadores aficionados –“historiadores de domingo”, los llamaba Philippe Ariès– que encontraron en la revista el aliciente para concretar sus inquietudes. Cuando el emprendimiento editorial se asentó, fueron apareciendo en todo el país colaboradores espontáneos, a quienes Luna alentó y ayudó. La consigna fue, siempre, que cada texto tuviera aportes originales. A principios de 1977 me encargó los comentarios de libros; unos años después le mandé un artículo sobre cuestiones conceptuales y me lo rechazó, por razones que –ahora entiendo– eran afectuosamente educativas.
Este circulo virtuoso se cerró con los lectores. Las ventas fueron muy buenas y sostenidas, señal de que se formaba un público propio y fiel, un nicho sólido extendido en el que no faltaron los docentes, que pudieron mejorar y amenizar sus clases y mostrar prácticamente como la historia es todo. En suma, Todo es historia hubiera bastado para justificar una vida.
Félix Luna en la Feria del Libro de 2004. (Foto Santiago Pandolfi).
Pero Félix Luna fue mucho más que eso. Fue un historiador, que movido por una curiosidad inagotable se fue formando a lo largo de su vida. Libre de ataduras escolásticas –esas que admiraba en otros, como el padre Furlong– y sin complejos, hizo lo suyo sin pretender ser un modelo ni buscar la aprobación de la corporación de historiadores, que finalmente se la concedió cumplidamente, admitiendo que, si hay calidad, todo es buena historia.
Al principio fue un buceador de la historia de su familia y su provincia, La Rioja. Fue un lector curioso y voraz; muchas veces me sorprendió contándome qué estaba leyendo. En Encuentros, un libro de memorias que escribió al cumplir setenta años, revisa sus lecturas, muchas y muy variadas, que constituyeron la base cultural de su vida y de su obra.
Fue también un apasionado etnógrafo aficionado. Mientras el cuerpo se lo permitió, recorrió a caballo el país, empapándose de su radical diversidad y quizá comenzando a reflexionar sobre una de sus obsesiones: lo difícil que era construir sobre esas una nación integrada.
Félix Luna, autor de El 45, entre muchos otros libros.
El periodismo escrito -diez años en Clarín- y la dirección de la revista le enseñaron los secretos del mundo editorial, esencial para un historiador que encuentra en la comunicación el necesario remate de su tarea. En El 45, escrito en 1968, se animó a incursionar en la historia reciente, algo no habitual por entonces entre los historiadores. Reconstruyó la densidad de un momento decisivo con la frescura de la investigación periodística y una ecuanimidad basada en la convicción que sostuvo en toda su obra: en cada momento, la Nación se construyó entre todos, los “buenos” y los “malos”; todos sumaron.
Otras obras, como la monumental historia del peronismo, publicada entre 1984 y 1986, surgieron de proyectos historiográficos y editoriales complejo. Luna no tuvo ni “escritores fantasma” ni “negros”, algo común entre los divulgadores y polemistas de hoy. Pero supo organizar equipos de profesionales que, bajo su dirección buscaban la información de base indicada, como hicieron Claudio Sánchez Albornoz o Fernand Braudel.
Félix Luna, escritor e historiador.
Allí comenzaba lo más interesante y lo menos explicado de su proceso de historiador: convertir todos esos datos en una síntesis y a la vez en una explicación, luego volcada con la gracia natural que siempre admiramos.
Se me hace que la escritura le brotaba como el agua de un manantial profundo. Lo he visto escribir de un tirón una columna periodística de tres páginas y entregarla, sin siquiera releerla, que naturalmente resultó perfecta. La recuerdo bien, pues se refería a mi padre y su reciente muerte.
Releyendo Encuentros, encontré la respuesta a una de mis preguntas. Ordenado por temas, el primer capítulo del libro no está dedicado, como podría esperarse, a la historia sino a su experiencia como poeta y letrista, que con Ariel Ramírez hizo cosas perdurables. Luna cuenta cómo le brotaban, de lugares inesperados, los hoy famosos versos de las canciones navideñas o de las mujeres argentinas. También, cómo trabajó simultáneamente en los versos de Los caudillos y en el libro de historia del mismo nombre.
A falta de Salamanca –es decir de una formación profesional escolástica– Natura le dio a Luna el don de los poetas: llegar a lo esencial por una vía singular, que Henri Bergson llamó intuición y que frecuentemente se atribuye a Homero y a sus sucesores. De ese flujo creador -me gusta pensar- surgieron sus obras, desarrolladas luego con oficio de historiador y convicción de comunicador.
Luis Alberto es historiador y miembro Es miembro de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina y de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Director del archivo digital José Luis Romero (www.jlromero.com.ar).
Sobre la firma
Luis Alberto Romero
Historiador. Autor de «Breve historia contemporánea de la Argentina» (FCE).
Bio completa
Mirá también
Mirá también
Releyendo a Félix Luna: ciclo homenaje por los 100 años de su nacimiento
Mirá también
Mirá también
El catalejo y los cuadernos del historiador José Luis Romero
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO
Tags relacionados
- Historia argentina