Lo primero que impacta al ingresar en el Salón Dorado de Casa de la Cultura, a metros de Plaza de Mayo, en el antiguo edificio del diario La Prensa, es su suntuosidad. Su arquitectura de estilo, con columnas corintias, frescos renacentistas pintados en sus techos y un identidad que reinterpreta el barroco y el rococó francés, parece propia de un salón de la Casa Rosada gracias a un comprometido proyecto de recuperación encomendado por varias gestiones del Gobierno porteño. Sin embargo allí se encontraban reunidas decenas de personas que llenaron el recinto para escuchar a dos de las escritoras más interesantes de la literatura latinoamericana contemporánea: la ecuatoriana Mónica Ojeda y la argentina Luciana De Luca.
Mónica Ojeda y Luciana De Luca hablaron de miedos, monstruos y del lugar de lo femenino en la escritura con moderación de Eugenia Zicavo. Foto: gentileza Filba.
“Muchas investidura. Estar acá me da ganas de decir ‘Habla a la República Argentina…’, comentó en tono jocoso la socióloga y periodista Eugenia Zicavo, encargada de moderar la conversación en el marco del Festival Internacional de Literatura Filba. La temática giraba esta tarde en torno a la obra de ambas: El otro, el monstruo.
Zicavo presentó a ambas. Resaltó de Mónica Ojeda, su última novela, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (Random House). Destacó también la experiencia de Luciana De Luca como autora de literatura infantil y su última novela, El amor es un monstruo de dios (Tusquets). Abrió el diálogo preguntándoles cuándo fue la primera vez que la literatura las asustó.
Primeros miedos
Ojeda recordó la lectura de Poe, sus narraciones extraordinarias, y las narraciones orales de su abuelo, que era esquizofrénico paranoide pero con vivía en un pueblo no fue diagnosticado hasta mucho tiempo después. “A través de él entendí que las historias nunca son lo que parecen”, reveló.
De Luca también hizo mención a relatos familiares y a lo que le ocurría físicamente al leer: “Descubrir esa dimensión de la ficción dentro del cuerpo me causaba impresión y me asustaba”. También recordó sus lecturas de los hermanos Grimm y Andersen en sus versiones originales, sin adaptación para niños, algo que le reveló que “lo horroroso es algo a lo que vestimos pero si le empezas a quitar las ropas es algo muy cercano”.
Zicavo comentó que en la obra de ambas aparece lo monstruoso en lo familiar y les preguntó cómo fue trabajar eso. De Luca mencionó que se le dio de modo “involuntario, quizás tratando de desentrañar ese enorme ovillo enmarañado en los afectos”.
Ojeda, en una tónica similar, agregó que “lo monstruoso habla en un idioma que tú no entiendes. Lo interesante de pensarlo en un marco familiar es que esos acontecimientos monstruosos tienen que ver con momentos donde lo familiar se convierte en desconocido. Un momento pequeño en el que de repente no entiendes la lengua de tu padre o tu hermana. Está persona tiene facetas, espacios donde yo no puedo entrar. Esos espacios me espantan. Marcan la distancia, ahí entra la otredad, generan una sensación de incertidumbre, algo inesperado”.
Mónica Ojeda y Luciana De Luca hablaron de miedos, monstruos y del lugar de lo femenino en la escritura con moderación de Eugenia Zicavo. Foto: gentileza Filba.
Respecto a la incertidumbre, resaltó que vivir allí a veces no gusta pero “intentamos navegar en eso. Lo monstruoso viene a ser una imaginación que de algún modo nos posibilita a digerir eso que pasa en la familia y es político”, sentenció. También resaltó varias veces como la propia escritura puede convertirse en un monstruo.
En la literatura de ambas autoras también está muy presente lo animal. Zicavo indagó al respecto con el ejemplo de una escena de El amor es un monstruo de dios en la que De Luca imagina una invasión de moscas debida a una huelga de sepultureros. Comentó que le interesaba preguntarse por las fisuras y los desbordes. Agregó: “Me interesa el animal saliéndose de su lugar. Cuando eso se sale por lugares minúsculos o absurdos”.
Ojeda confesó que los insectos le daban pánico y recordó un episodio en su departamento en Madrid en dónde el cielorraso quedó invadido de avispas. “Hay algo de lo monstruoso que tiene que ver con que el monstruo representa la vida que es difícil de normar. Hay un deseo humano de que las cosas se queden quietas. Eso que está moviéndose es la derivación monstruosa”, explicó y agregó que el monstruo también puede ser, jugando un poco con el título de la novela de De Luca, un tipo de deseo: “Te permite acceder a experiencias negadas y eso en literatura te permite acceder a muchas cosas”.
Zicavo destacó con fervor el estilo de estas autoras (“¡Son dos escritoras del carajo!”, remarcó). Y les preguntó por su estilo y su vínculo con la poesía.
De Luca reveló parte de su modus operandi: “Me interesa que la historia me diga a dónde ir, no que yo le diga a dónde ir a la historia. Uno hurga con el deseo, el hambre, la rabia y a partir de eso empieza a salir”. Acerca de la poesía, en sintonía con el pensamiento de autores como Mario Montalbetti, la definió como “un modo muy personal de traducir el mundo. El sustento de la literatura que pido y trato de hacer”. Ojeda puntualizó que la poesía no solo está en el poema sino también en la novela o incluso en el habla.
El monstruo social
Cerca del final, Zicavo preguntó acerca del monstruo en lo social. De Luca comentó que esto le parecía infinito y que le interesaba algo de ese tejido que definió como “potencial y peligroso. Hay una manera de estar en la temperatura social y eso me interesa como parte del trabajo”.
Ojeda destacó como muchas veces son los pueblos originarios y los manifestantes quienes son vistos como monstruos en su país: “Están tratando no solamente que no les suban el diesel sino de proteger territorios de políticas extractivistas. Pareciera que eso los hace a ellos monstruos y son llamados desde el Estado, terroristas. Hay que pensar de qué manera estamos mostrificando para deshumanizarlos”, advirtió.
Mónica Ojeda y Luciana De Luca hablaron de miedos, monstruos y del lugar de lo femenino en la escritura con moderación de Eugenia Zicavo. Foto: gentileza Filba.
“Sus novelas tienen mucha rabia. ¿Es la rabia un motor para su escritura?”, preguntó Zicavo. De Luca definió la rabia como una “gran impulsora de fuerza narrativa, de potencia. Es una manera de potenciar la voz. En la literatura trato de tejer con aullidos”, concluyó.
Ojeda se diferenció de De Luca en este caso ya que comentó que a ella la rabia la paraliza y la mueve más bien el dolor y la tristeza. A la vez, eso la frustra. Dijo: “La rabia te activa, te levanta políticamente pero a mi cuando tengo rabia me dura dos segundos y después estoy deprimida un mes entero. Algo que a me dinamita más es el deseo de salir de zonas de miedo”, confesó.
Por último, al igual que en otros días, el devastador triple feminicidio de los últimos días de Lara, Brenda y Morena irrumpió en la conversación ante la pregunta de Zicavo respecto a su el hecho de ser mujer implica una diferencia a la hora de escribir.
“No sé pensar la vida sin esos miedos ontológicos de ser mujeres”, comentó De Luca resaltó que al escribir se enfoca “en las fortalezas, para bien o mal. Encarno más un miedo colectivo que uno propio”, develó.
Ojeda comentó: “Escribimos porque nos pasan cosas. Nos pasa la macro violencia estatal y todo eso por el cuerpo y la palabra sale de ese cuerpo con el deseo de salir de la tristeza o perpetuar el goce. Me interesan los monstruos femeninos. Lo emocional, lo desbordado, el deseo sin control, son cosas que están puestas en el monstruo femenino”.
Y concluyó detallando esto: “El monstruo es femenino, Incluso Drácula. Eso te lleva a pensar todo lo que se pone en los cuerpos de las mujeres. Porque en cuanto tu cuerpo tiene un desvío, hace que seas un cuerpo monstrificable. De repente si eres una trabajadora sexual lo mereces, como pasó en el caso de estas chicas asesinadas recientemente. Es mucho más fácil que el cuerpo de una mujer devenga en monstruo más que un hombre, Salvo que el hombre se feminice. Los monstruos pueden ser asesinados”.
Mónica Ojeda y Luciana De Luca hablaron de miedos, monstruos y del lugar de lo femenino en la escritura con moderación de Eugenia Zicavo. Foto: gentileza Filba.
Aplausos que se extendieron por casi un minuto dieron por finalizado un diálogo que convocó por momentos a los monstruos más íntimos dejando bien en claro que no es necesario alejarse demasiado para ahondar en el terror más profundo. A veces puede estar a la vuelta de la esquina. Incluso en el interior de un Salón Dorado.
Sobre la firma
Pablo Díaz MarenghiBio completa
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