Pocas películas marcaron tanto la memoria colectiva como la versión de «El Mago de Oz» que fue1939.
Esta superproducción de Metro-goldwyn-Mayer (MGM) no solo llevó al cine la novela de L. Frank Baum con una estética inolvidable sino que, también, definió un modelo de aventura fantástica que todavía inspira a generaciones enteras.
El proyecto nació en un contexto difícil. Tras la Gran Depresión, el público necesitaba un escape, y MGM vio la oportunidad de ofrecerlo siguiendo el éxito de «Blancanieves y los siete enanitos» (1937).
En aquel momento, contó con un presupuesto que superó los dos millones de dólares -una fortuna para la época-; y el estudio apostó por una mezcla de fantasía, canciones memorables y un despliegue técnico sin precedentes.
La película se convirtió en un laboratorio de experimentación: sets gigantescos pintados a mano, efectos mecánicos innovadores, luces intensivas para capturar el technicolor y una banda sonora que apuntaba a quedar grabada para siempre en la memoria.
Sin embargo, el brillo de la pantalla ocultaba un rodaje plagado de tensiones, abusos y riesgos físicos que convirtieron la experiencia en un verdadero calvario para gran parte del elenco.
Con el paso del tiempo, se acumularon testimonios, rumores y tragedias que alimentaron la leyenda del «set maldito» de Hollywood
Esta versión de «El Mago de Oz» fue producida por MGM en 1939. Foto: Archivo
Judy Garland: la adolescente forzada a ser estrella
Judy Garland tenía 16 años, interpretó a Dorothy Gale, un personaje pensado para una niña de 12. Para aparentar menos edad, la obligaron a usar con corset de hierro que disimulaba su figura y a someterse a dietas extremas.
Parte de esta rutina incluía fumar cigarrillos para quitarse el hambre, entrenar en sus ratos libres y consumir anfetaminas como el Dexedrine, recetadas en el set para mantenerla delgada y activa.
Este tratamiento derivó en una adicción que marcó su vida. Tras varias internaciones e intentos de suicidio, Judy murió en 1969, a los 47 años, por una sobredosis de pastillas.
Judy Garland a los 16 años haciendo pruebas de peinado. Foto: Archivo
Además, sufrió un acoso constante. El productor ejecutivo Louis B. Mayer la manoseaba mientras la elogiaba, según relató el libro «Get Happy» de Gerald Clarke.
Incluso los actores que interpretaron a los Munchkins fueron señalados por su esposo, Sidney Luft: «Le metían las manos bajo el vestido y le hacían la vida imposible en el set».
Maquillajes tóxicos y disfraces imposibles
Los materiales usados eran altamente tóxicos. En la escena del campo de amapolas, la nieve estaba hecha de asbesto, un mineral que hoy se sabe que es cancerígeno.
El primer actor que representó al Hombre de Hojalata, Buddy Ebsen, terminó hospitalizado tras inhalar polvo de aluminio del maquillaje. Fue reemplazado por Jack Haley, que también sufrió infecciones oculares por los pigmentos.
El Espantapájaros, interpretado por Ray Bolger, llevó cicatrices en el rostro durante un año por la máscara de arpillera, que le impedía respirar: «Se sentía como si te estuvieran ahogando«, contó.
Los personajes en el campo de amapolas con la nieve hecha de asbesto. Foto: Archivo
La Bruja Malvada del Oeste, Margaret Hamilton, sufrió graves quemaduras cuando el maquillaje verde inflamable que usaba entró en contacto con fuego real durante una escena. Estuvo hospitalizada y, aunque volvió al rodaje, se negó a repetir escenas con fuego. Su doble de acción aceptó y también terminó gravemente herida.
Por su parte, el León Cobarde, encarnado por Bert Lahr, llevaba un traje hecho con piel auténtica de león. Pesaba 40 kilos, emanaba olor a zoológico y debía soportarlo bajo focos que elevaban la temperatura a más de 40 grados.
Incluso los caballos fueron teñidos con gelatina instantánea para lograr colores brillantes.
Los Munchkins: entre la ternura y el escándalo
Los 120 actores de talla baja que dieron vida a los Munchkins cobraban apenas 50 dólares por semana, menos que el perro Toto, que recibía 125.
El guionista Noel Langley los describió como personas «obscenas», mientras que el productor Arthur Freed habló de «chulos, putos y tahúres» que llenaban de escándalo el hotel donde se hospedaban.
Se decía que organizaban fiestas descontroladas, con alcohol y disturbios que obligaban a la policía a intervenir repetidas veces en el lugar.
Un rodaje sofocante bajo el technicolor
El rodaje duró cinco meses, con jornadas de hasta 12 horas diarias, seis días a la semana. Los actores llegaban al set a las 4 de la mañana y terminaban a la noche.
El Technicolorapagones y elevaba la temperatura a más de 40 grados, causando desmayos frecuentes entre el elenco.
Un doloroso rumor que nunca se podrá comprobar
Entre los rumores más oscuros, uno indica que un extra se podría haber quitado la vida. En una escena en el camino de baldosas amarillas, se observa algo que parece un cuerpo colgado entre los árboles del decorado.
Algunos dicen que fue un actor descartado, otros que se trata de un técnico accidentado, e incluso hubo quienes hablaron del hijo del director. Nada de eso pudo comprobarse.
En las ediciones posteriores, el misterioso objeto fue eliminado digitalmente. Pero la duda persiste: ¿lo eliminaron para ocultar algo o porque esos rumores opacaban el verdadero mensaje de la película?