Pudo haber suscitado perplejidad ver al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, en la última Asamblea General de la ONU, descartar la solución de “dos estados” -aquella bajo la cual se creó el Estado de Israel en 1948 – llamó “una locura” a la idea de un estado palestino-, y a los países árabes reclamando aquello que rechazaron entonces.
Los actores con los roles invertidos, en la misma Asamblea General que aprobó la Resolución 181 en noviembre de 1947 y 78 años después volvió a recordar que a su cumplimiento le faltaba una pata. Hasta aquí llega la trama infernal desencadenada por el ataque terrorista de Hamas el 7 de octubre 2023, y la represalia israelí sobre Gaza, con decenas de miles de muertos, cientos de miles a la intemperie y la ciudad reducida a escombros.
Menos asombro causa si uno lo pone bajo el marco que parecen haber asumido líderes del planeta y analistas estratégicos, dictaminando que las mismas Naciones Unidas, sus principios fundamentales y el derecho internacional que de ellas emana, han quedado “fuera de época”, superados por el contexto emergente.
Veamos sino recientes declaraciones de Thomas Barrack, embajador de Estados Unidos en Turquía y representante especial para Siria, quien describió al mapa actual de Oriente Medio como un resabio del pasado pos-colonial: “un invento de los colonizadores conforme al Acuerdo de Sykes-Picot”, recordando el pacto secreto entre Gran Bretaña y Francia, con la participación de Rusia e Italia, para dividir el antiguo imperio otomano en esferas de influencia.
Thomas Barrack, embajador de los EE.UU. en Turquía, una figura clave. Foto: REUTERS/Mohamed Azakir
«No hay Oriente Próximo, ya saben. Hay tribus, hay aldeas(…) El Estado nación fue creado por los británicos y los franceses en 1916», expresó Barrack, subrayando que la estructura social de Oriente Próximo “es mucho más compleja y se basa en la familia, la aldea, la tribu y la comunidad”. Para el diplomático estadounidense, que aparece como una figura clave de la Administración Trump para la región, sería “una ilusión pensar que 27 naciones y 110 grupos étnicos podrían unificarse bajo un mismo concepto político”.
(https://www.democrata.es/internacional/diplomatico-eeuu-desmiente-estructura-estatal-oriente-proximo-tribus-aldeas/)
En ese marco se inscribe la “propuesta de paz” presentada por los EE.UU., con el apoyo de Israel, colocando Gaza bajo un protectorado internacional, una “Junta de Paz” encabezada por Donald Trump y un interventor, que podría ser nada menos que el ex primer ministro británico Tony Blair. Una suerte de revival del mandato colonial británico de entreguerras, un nuevo acuerdo Sykes-Picot, en una mezcla de salto al futuro y vuelta al pasado. Tiempo de miradas imperiales que nos remonta a los mapas y configuraciones geopolíticas de un siglo atrás.
Donald Trump y Benjamin Netanyahu, en conferencia de prensa en la Casa Blanca, Sept. 29, 2025, en Washington. Foto AP Photo/Evan Vucci
Insospechado de anti-americanismo y luego de visitar las bases militares de los EE.UU. en el mundo, Robert K. Kaplan escribió hace veinte años: “el imperialismo no es más que una variedad de aislacionismo, en la que la exigencias de una seguridad absoluta e inmaculada en la patria conduce a la conquista del mundo, proceso durante el cual el país se somete a todas las ansiedad del mundo. Por eso, los imperios surgen en los márgenes de la conciencia, en parcial estado de negación. Pero cuando una realidad imperial se hace manifiesta sin discusión, es señal de que se acerca el punto culminante del imperio, antesala más probable de un retroceso gradual que de nuevas conquistas” (Tropas imperiales, 2025). Para pensarlo…